Hace un tiempo una amiga me recomendó otro disco de este grupo alemán Bohren & der Club of Gore. Una banda de alguna variante oscura entre el metal y el jazz. Para mi sorpresa, nada de guitarras con siete cuerdas ni doble-bombos se aparecieron en ese álbum. Solo me quedé fumando y observando el humo del cigarro mientras se consumía lentamente casi escuchando como se quemaban los trozos de tabaco… como el sonido de una tranquila fogata con un soundtrack que olvidé por completo haber puesto en reproducción. Parecía más bien eso: La banda sonora de una noche de cigarrillos.
Género: Ambient – Jazz – Downtempo – Doom Metal
Año: 2014
Apagué la lámpara, aún esperando algún sonido gutural o un riff oscuro esporádico. Nunca llegaron. Entonces me puse solo a observar la fresa ardiente del cigarrillo. Ahí me percaté que cada detalle contaba como un espasmo de cada integrante, sutil pero notorio; El beat de la batería a un tempo tan lento que ni siquiera sabía posible, sin prisas ni redobles milimétricos.
Sin virtuosismos evidentes. Sin una otra intención más que crear una atmósfera que evocara precisamente a ese concepto: Un planeta tierra negro. Para cuando escuché Piano Nights (2014) ya estaba acostumbrado a las pocas variaciones entre cada canción y el jazz oscuro y perpetuo que se presta para un whisky derecho y unas caladas de humo. El saturado silencio y la alongada resonancia de cada tom, cada tecla, cada soplido, cada pisada hacen que uno se pierda entre cada tema. En realidad ni siquiera importa el título, en realidad ni siquiera importa el nombre del álbum. Realmente elegir esta grabación solamente es un pretexto para hablar del eterno estado de ánimo al que nos lleva este grupo tan deliberada y acertadamente homogéneo.
Contra lo obvio, el disco tiene como actor principal un saxofón que roza cada nota y la deja existir hasta que el aire se agota, los demás instrumentos permanecen en un presente y aterciopelado segundo plano casi siempre. Puede ser ideal para una noche de cuarto oscuro o de sensualidad taoísta o lo que uno elija. A final de cuentas estos sonidos solo nos llevan a un estado de intimidad excitante y sensorial.
Puedo imaginarlos claramente en el estudio a oscuras con sus dos elegantes pianos, el saxofón que apenas deja ver su brillo, aquel bajo que más bien evoca a un largo y grave murmuro, los contras sutilmente acariciados por la baqueta y un cigarrillo consumiéndose lentamente en un cenicero, mientras el botón rojo es apretado y los carretes comienzan a girar.