Cura y expone: La música en tiempos de las playlist
“Las plataformas de streaming como Spotify o Deezer, además de tener sus playlist curados según tus gustos, sus algoritmos y en muchos otros casos, estados de ánimo, ya están dados por default, sin embargo también dan la posibilidad a uno mismo de convertirse un curador.” Escribo esto sin nostalgia alguna, o cualquier duelo no resuelto con el pasado, tampoco me aferraré al romanticismo de la música en tiempos del CD, vinilos o cassetes, es decir a la música “física”, aunque cabe aclarar que la música siempre ha sido y será intangible, lo que cambia de material a digital son los medios y canales por los cuales consumimos música, y ahora, en la era digital pasamos a polos de argumentos, que si el MP3 echó a perder la calidad musical o si ya no escuchamos discos completos, dejando de lado las experiencias de las tapas y los conceptos de los discos, sin embargo, cada época y auge cultural estaba dictado por la tecnología y sus limitantes, tal como hoy.Si bien, el MP3 trajo consigo una cultura de “descarga y comparte” diría Simon Reynolds, el playlist trajo consigo el “cura y expone”. Las plataformas de streaming como Spotify o Deezer, además de tener sus playlist curados según tus gustos, sus algoritmos y en muchos otros casos, estados de ánimo, ya están dados por default, sin embargo también dan la posibilidad a uno mismo de convertirse un curador. Si bien el MP3 ya poseía algunas características de consumo masivo, como el hecho de que estaba pensado para un escucha ocupado, es decir, no concentrado en la música, sino concentrado en otras actividades de trabajo, estudio o socialización o bien, rodeado de ruido, el playlist viene a complementar a ese escucha, que más que ocupado, le quita la responsabilidad de lo que pretende escuchar, ya no tienes que hacerte cargo de seleccionar tu música. El término de curar o curatorial, viene desde las galerías de arte y diseño, sin embargo, es posible que los nexos entre estas galerías y la música experimental, haya dado paso a los curadores musicales, tomando la cima de su trabajo en las listas de canciones y los festivales de todo tipo. El término ha tomado tanta fuerza, que muchas veces el curador/a llega a tener un peso mucho más grande que los artistas expuestos, un sello de prestigio como se le conoce en el mundo de la literatura. Sí bien es cierto, que los playlist curados, ya existían en una faceta más “primitiva” como lo fueron las compilaciones, estas de algún modo conducían por una línea narrativa. Compilaciones de bandas de una misma región, de un mismo género. Compilaciones temporales, compilaciones de un mismo sello disquero, etcétera. Sin embargo, con la era digital esto se desbordó. Las fronteras de los géneros, la perspectiva temporal y espacial desparecieron, la narrativa musical fue sustituida por los conceptos curatoriales de sus autores. Aquí tal vez, el trabajo curatorial evita que escuchemos collage(o spam) sonoros a diferencia de un playlist, que como en un museo, posee un guion museográfico que nos indica cómo contemplar y llegar a la experiencia estética auditiva. Tal vez. También es cierto que nosotros mismos (o los mayores de 30 años) gustábamos de crear nuestros propios CD´s curados por nosotros mismos, al mero estilo del protagonista de la película High fidelity: ”Usamos el arte de los demás para decir cosas que no nos atreveríamos” dice John Cusack en la cinta. Discos que podríamos traer con nosotros en los primeros Walkman o en el estero del coche. Deezer, mi plataforma preferida para escuchar música, contiene una serie de playlist curados por expertos, basados en los algoritmos de tu consumo, además de ofrecerte un amplio abanico de temas curados según diversos contextos. Inspirados en es la forma en la que presentan estas listas. Digamos que por días has estado escuchando rap español, Deezer genera una lista de tracks de acuerdo a lo recientemente escuchado. Las listas pueden llegar a los 40 tracks. Detrás de estas listas, desconozco si quien lo genera, es un grupo de personas amantes de la música haciendo su trabajo, o algún ordenador que selecciona por medio de algoritmos tus gustos. Cualquiera de las dos, da a la reflexión. ¿Dejamos en manos de los programadores o algoritmos nuestra relación/contemplación de la música? No es precisamente algo malo, la opción del shuffle ya lo hacía a principios del siglo con los Ipod. Las revoluciones culturales provienen de las nuevas tecnologías. Las playlist han traído consigo, como lo mencioné más arriba, nuevas formas de consumir y contemplar la música, la erosión de fronteras sumamente marcadas en el pasado, como el género, las escenas o los nichos teniendo mayor contorno. Las playlist actuales, abren portales de convivencia a géneros que se pueden yuxtaponer en sentidos ideológicos, estéticos y hasta políticos, haciendo una atomización de la construcción de las identidades a través de la música. Por otro lado sin llegar al esnobismo, causa cierto recelo encontrar a tu banda favorita en una misma lista con artistas despreciados por tus distinciones de gusto. En los festivales ha ocurrido lo mismo. La incursión de artistas y grupos de música norteña, banda, cumbia o reguetón en festivales que nacieron con un perfil de rock son cada vez más comunes y también mayormente aceptados, aunque siempre haya un grupo bastante nutrido que se niega a darlo por sentado. Lo alternativo ha creado un círculo donde todo cabe. Sin embargo, el aglomerado de géneros y por lo tanto de identidades se llaga atomizar tanto que parecen disolverse entre la diversidad. Una masa uniforme. Pareciera un síntoma de la posmodernidad, donde los cultos se dividen y convergen entre sí sin conflicto alguno, algo así como una persona haciendo yoga, cristiana y al mismo tiempo creyente del tarot. Las fronteras desaparecen y los discursos pasan a un plano de obsolescencia. Todo es válido. Somos los nuevos coleccionistas de lo intangible, de piezas sueltas. Conocemos y nos hacemos fans de nuevos (o viejos artistas) por medio de sus
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