Por: Claudia Elisa
Existen discos que definitivamente marcan momentos y uno de ellos para mí, fue el primer disco que se iluminó como un diamante en bruto cuyo destello propio se abrió paso a la distancia y por el cual crucé toda la tienda de discos torpemente por caminar de manera apresurada para tomarlo como si fuera la última piedra preciosa del mundo. Tengo que advertir de inicio que no es un disco que precisamente haya hecho historia en el mundo, pero sí en la vida de quien escribe este texto.
Este álbum a mis apenas 10 añitos me hizo sentir por primera vez la piel chinita, me enseñó que el sonido del viento puede transformarse de una manera sumamente desgarradora, fue pionero y tal vez la razón de mis primeras meditaciones. La magia de conocer algo tan desconocido pero al mismo tiempo tan conocido, es indescriptible incluso hasta hoy. Es un disco que llegó a introducirme al vasto universo de los sonidos de flauta y a enamorar mis oídos con la dulzura de la melancolía.
Para una niña de lentes gruesos que puede recordar detalladamente hasta el aroma de ese peculiar día, hoy 2 décadas después de haberlo encontrado por fin en Spotify, me encantaría poder compartirles un disco sumamente valioso para todas aquellas personas que busquen calmar la ansiedad y/o la mente y con el que sin duda podrán encontrar tranquilidad en días nublados.
Género: Folk, World, & Country
Estilo: Neofolk
Año: 1995