En la antesala del nuevo siglo, entre el boom comercial del rock de los 80 y la explosión estilística de los primeros 2000, los países latinoamericanos vieron surgir a una camada de grupos musicales dedicados a experimentar con estilos que resultaban disruptivos para los cánones de la época, derivado de la creciente globalización y la apertura a nuevas ideas y sonidos internacionales. En el Brasil de los 90, Midsummer Madness fue uno de los sellos que albergaron a una nueva generación de bandas independientes, interesada en explorar los límites de la música de guitarras no como sus ancestros de la tropicalia ni sus contemporáneos del manguebeat, sino más bien en consonancia con las tendencias del rock independiente anglosajón.
Así, el sonido del shoegaze, que entonces iba tomando forma entre músicos británicos, llegó al país sudamericano gracias a nombres de esta firma como el de Old Magic Pallas.
La agrupación conformada por Fernando Britto (guitarra), Marco Viana (bajo), Osmar Buono (guitarra), Marcelo Shida (batería) y Christiane Munin (voz) expandió los límites de la vanguardia que de a poco iba marcando la escena independiente brasileña. Pull my daisy (1995), su único material publicado, se aleja del pop ruidoso de sus contemporáneos e incursiona de lleno en pasajes extendidos de psicodelia semi-instrumental, donde la voz de Chris se convierte en un elemento atmosférico más por encima de las capas de guitarras.
La identidad visual de Old Magic Pallas dio continuidad a esta idea, pues videos musicales como el de “Stargazer” recuperaron y llevaron a un nuevo público la estética del cine de Stan Brakhage y Kenneth Anger, ancestros de la experimentación fílmica estadounidense.
Si bien “Stargazer” no faltó en la programación de los años clásicos de MTV Brasil, Old Magic Pallas fue congruente con el misterio impreso en su música, pues optó por una exposición más bien discreta en los medios de comunicación, misma que culminó en su desaparición de la mirada pública y su consagración como banda de culto.
Fueron necesarios más de 20 años para que el grupo volviera a figurar entre un puñado de seguidores jóvenes gracias a su aparición en The Language of Flowers (2015), tributo a Pale Saints donde participó con un cover a “Sight Of You”, así como a la compilación Guitar Days (2019) de Midsummer Madness —dedicada a recordar los años de gloria del indie brasileño—, donde hizo lo propio con “Enchanted”, su primer tema original en dos décadas.
Ahora, en 2022, sin previo aviso ni una declaración de intenciones, Old Magic Pallas ha comenzado su regreso a la vida pública, en un mundo donde ya no existe la MTV de los 90 pero sí una nueva generación de shoegazers latinoamericanos ávidos de conocer las raíces de esta música. La banda comenzó con la apertura de una cuenta en Instagram con anécdotas y fotos de los viejos días, así como de un canal en YouTube donde quedó organizado el poco material disponible de sus años de actividad. Pero la coronación definitiva de este regreso, sin duda, fue el relanzamiento en Bandcamp de “Enchanted”, el cual se reviste de nostalgia al ser el primer estreno oficial de la banda desde su partida a finales del siglo.
Los seguidores de la música de vieja escuela suelen ver con recelo la vuelta a los reflectores de las bandas que hicieron historia. Pero el caso de Old Magic Pallas es diferente, pues éste luce más bien como un esfuerzo por documentar un momento singular en la historia de la música brasileña, donde sus protagonistas hicieron contacto con la sensibilidad de una tradición juvenil, la británica, separada por miles de kilómetros. Redescubrir que Latinoamérica no fue ajena a la experimentación con las formas del rock habitual a finales de siglo no sólo reivindica la identidad regional, sino que también resulta ser un necesario ejercicio de justicia histórica.