Depósitio Sonoro

3 julio, 2018

Heaven Up Here de Echo And The Bunnymen, uno de los LPs del post punk mejor logrados

La energía del postpunk sin lugar a dudas movió a toda la industria de la música a finales de los 70 y principios de los años 80, centrándose en crear ritmos y melodías que fueran más allá del clásico lema “Fuck off”  y esto lo hizo una de las mejores bandas de esa década: Echo And The Bunnymen. Heaven up Here fue el segundo material que sacó Echo and The Bunnymen en 1981, en el cual toda su energía se plasma en  un  Ian McCulloch con bastante fuerza de sus vocales que retumbaban en ecos de melodías con letras un tanto desesperanzadoras y un tanto agridulces,  esto puede escucharse en uno de sus mejores temas del disco Over The Wall que te lleva a esa atmósfera de desesperación sin salida en la cual tratan de interpretar un final a la locura que nos atrapa detrás de una falsa pared de existencialismo. “A Promise” es un grito de frustración a la confianza que generas en los individuos, de un Ian McCulloch que busca un balance de  estruendo entre agudos y  bajos, guitarras con un riff pegajoso y una batería que pareciera como si le estuviera pegando al destino, esto se complementa con un coro pegajoso al unísono de los integrantes que casi llega a ser contagioso. “The Disease” en una pequeña pausa en la mitad del LP en la que pareciera que las vocales vienen de un eco desconocido tratando de comprender los prospectos de una noche que se disfraza de un infierno meramente interno. “All My Colours” es un lamento a ciertas situaciones que terminan en una agonización meramente inerte y resignada que va retumbando en las baterías, mientras las guitarras interpretan un pasaje un tanto desolador y pesimista que hace contraste con unas potentes vocales. Pero no todo es agonía y frustración en el LP, “No Dark Things” nos muestra un  Ian McCulloch más positivo en cuanto a la manera de enfrentar ciertas situaciones, que siempre existe un pequeño punto de luz que nos optimiza al ver que no todo está jodido. Ya casi para terminar el LP  en “Turquoise Days” nos envuelven de nuevo a ese sonido de atmósferas llenas de abstencionismo a la vida, y que poco a poco se va transformando en un caminar que va dejando atrás recuerdos negativos hechos falsas promesas.

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El eslabón perdido de Alemania: Faust, nueva gira y un legado más presente que nunca

“No existe banda más mítica que Faust” escribió Julian Cope en su afamado libro Krautrocksampler (Head Heritage 1995). La enigmática banda conformada  en la actualidad por Jean-Hervé Péron y Werner “Zappi” Diermaier, miembros fundadores de la banda alemana, y que continúan explorando la paleta sónica del grupo a niveles insospechables. La banda está por comenzar su próxima gira en EUA, el mes entrante por lo que posiblemente la banda podría lanzar un álbum nuevo, como lo reporta el medio norteamericano Brooklyn Vegan. Dicha gira comenzará del 11 de Julio en Chicago y terminara el 29 de Julio en San Diego, California. Faust es una de las bandas más populares del kraturock (termino que ellos califican como despectivo y ofensivo) que con solo 4 álbumes lograron convertirse en una de las bandas estandartes del sonido de una era característica, una era de la resaca de la posguerra, el estigma y la efervescencia psicodélica de una juventud que no veía fronteras entre las músicas. Influenciados por el dadaísmo y más tarde por el movimiento fluxus; Faust logró no solo definir un sonido, sino que, permutó su obra en lo que hoy en día significa la banda, una banda que se siente nueva, fresca, con un sonido a la vez nostálgico como innovador, oscuro, el eslabón perdido de una era distante. Fundados en 1971, la banda conformada por Werner “Zappi” Diermaier, Hans Joachim Irmler, Arnulf Meifert, Jean-Hervé Péron, Rudolf Sosna y Gunther Wüsthoff, nació en la pequeña zona rural de Wümme, Alemania y gracias a la iniciativa del legendario productor Uwe Nettelbeck de formar un grupo que contrastará con la entonces invasión británica en el mainstream y la naciente visión del rock anglosajón; por lo que fácilmente lograron fichar 4 discos legendarios, en disqueras mayores, como la Polydor o la Virgin, estos últimos lanzando el que quizá es su álbum más popular Faust IV; desgraciadamente la banda de disolvió en 1975 tras la negativa de esta última disquera de lanzar su nuevo álbum. La banda se sumió a un profundo letargo, pero en 1994, decidieron reactivar al grupo con una alineación diferente, donde los miembros fundadores Jean-Hervé Péron y Zappi Diermaier comenzaron a dar giras por Estados Unidos y Europa, apoyados de miembros de Sonic Youth; además de lanzar una gran cantidad de discos junto a su miembro fundador Hans Joachim Irmler, bajo su propia disquera, Klangbad. Sin embargo en 1997 Perón deja el grupo para enfocarse en su propio arte multidisciplinario, dejando de nuevo al grupo a la deriva. En 2005 Diermaier y Perón se unen para conformar un “nuevo” Faust, con una alineación diferente, un sonido mucho más agresivo, crudo y oscuro, además de colocar el factor del azar y la improvisación en un primer plano; ejemplos claros de esto son: Rein (producido por Jim O’Rourke) Something Dirty o C’est Comm…Comm…Compliqué, materiales donde la banda muta completamente, pero al mismo tiempo revive en ocasiones el sonido de sus primeros discos. La banda actualmente se conforma por sus primeros dos fundadores, además de incluir numeroso colaboradores como lo son: James Johnston (ex Nick Cave and The Bad Seeds y Gallon Drunk) la artista británica multidisciplinaria Geraldine Swayne. Faust es una de las bandas más interesantes de la historia del underground, un grupo mutante sónicamente, pero que mantiene esa noción tan natural por revivir su sonido inicial, dando constantes giros de tuerca. Una banda que puede tanto colaborar con el fallecido Tony Conrad como con los míticos Slapp Happy, una banda que se cataloga dentro del krautrock como también con el rock in oposittion, o para algunos, precursores del industrial; una banda tan única por sí sola, que de haber dos como en algún momento extrañamente sucedió este mundo sería seguramente un poco más torcido de lo que ya es. ¡Larga vida a Faust!

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