“Si bien algunas personas pueden no estar conmigo ahora, los discos que escuchamos juntos, están todos aquí en mi pequeña caja blanca de recuerdos, todos amorosamente copilados y curados, esperando el momento en que podría volver a necesitarlos.”
–Dylan Jones. IPod, Therefore I Am
David Byrne cuenta cómo la música al ser grabada, comenzó a tocarse para las grandes salas, clubs y radios. Incluso como el hip hop está pensado para las bocinas en las cajuelas de los autos, y así, los graves y agudos se acoplen a la acústica las partes traseras de los autos. Incluso nos dice la forma en la que las aves han cambiado sus sonidos y cantos de acuerdo a que los cambios que sufren sus entornos y contextos. Un ave de San Francisco, no canta igual a un ave del bosque y a su vez, esta tampoco lo hace que un ave de mar. Todo lo sonoro cambia de acuerdo a su contexto.
Después Brian Eno, comentaba el origen de la música ambient, cuando el famoso pianista francés Eric Satie, componía Gimnopedias para que apenas se notara y se integraran a los ruidos de los cubiertos, platos, vasos, voces y demás ambientes sonoros del restaurante donde tocaba los viernes por la noche. Esto me hace pensar que en algún momento, la música se integraba a los demás sonidos del mundo, ya sea en el metro, un camión, por la avenida más transitada o un parque. No estoy seguro que la música siga siendo parte de ese ambiente.
El mundo gira y las formas de consumo también. La música sufrió cambios significativos a finales del siglo XX y en la primera década del mismo. En la era digital en la que vivimos, es importante señalar la desmaterialización de la música. El MP3, YouTube, Itunes, el Ipod y ahora el streming con plataformas como Spotify o Deezer.
Tal vez, comenzó con el CD player, que ya brindaba la oportunidad de cambiar de una canción a otra, de adelantar la pista, de pausar o repetir una pieza, cosa que con el casete sucedía, pero era tardado y tedioso, y con el vinilo, era prácticamente imposible.
Todas las plataformas de consumo de música que mencioné anteriormente, son una maravilla en muchos casos, pero sin duda, trajo consigo nuevas formas de ver el mundo y entenderlo, también, por supuesto, de contemplar la música. El Ipod, el MP3 o el streaming brindan las posibilidades de llevar tu colección de música en un pequeño rectángulo, una radio que programa perfectamente lo que quieres escuchar, de acuerdo al contexto, a tu estado de ánimo, en el lugar y tiempo que lo desees. Incluso ya existen playlist prediseñadas a tu estado de ánimo y actividad, como si fuera una radio personalizada.
La radio ofrece un sentido de sorpresa, a diferencia de los cientos y/o miles de canciones descargadas. La cultura de la descarga ha dado en vuelco en las formas de consumo ¿Acaso nos acercamos al perfil de un archivista compulsivo capaz de descargar, seleccionar y ordenar de forma casi neurótica la información que se brinda en la red, a la de un escucha amante de la música?
Los accesos son inmediatos, y las herramientas para ordenar ésta información nos hacen todo más fácil, con un click nuestros discos o pistas están perfectamente ordenados por alfabeto, o por cuestione más snob que uno puede elegir.
Comencé citando a Eno y su comentario sobre Satie, porque hoy en día, me parece que la música no se integra a los demás sonidos del mundo, al contrario, se aíslan y nos aíslan ¿Hay algo más antisocial que los audífonos en volumen alto para caminar por la ciudad? Al final “I”pod y “I”tunes es una señal clara de que el yo manda, mi música cuándo yo lo decido y dónde yo lo decido.
Hace una semana me quedé sin internet por algunos días, y a pesar de contar con varios días de música en el Itunes, una pila de alrededor 100 Cd´s y otra de 300 casetes, sumando las 230 canciones que carga mi celular que reproduce MP3, me sentía incompleto en el sentido musical, me di cuenta que el Deeze lo es casi todo para mí en términos musicales, a través del Deezer descubro y reincorporo lo que necesite escuchar en ese momento. Puedo encontrar las lo que necesite: diferentes versiones de alguna canción o banda, covers, versiones en vivo o ediciones singulares, y por si fuese poco, todo se puede descargar, lo puedo llevar y curar a mi antojo y reproducir en mi computadora a la hora de trabajar, en la ducha o en el metro, siempre mi música y yo.
Tal vez la era del MP3, el Ipod y la cultura de “descarga y comparte” han sido la de cambios más radicales para la música y su forma de consumo, hoy en día el deseo es reducido a unos cuantos segundos en lo que carga nuestra plataforma preferida para escuchar música ¿Será que estamos en un proceso de extinción de la contemplación de la música al tenerla tan a la mano?
Perdidos en la música, intentando escuchar todo lo posible, intentando absorber los accesos y los ritmos. A veces basta poner todo en “aleatorio” y listo, no tendremos que decidir qué escuchar, delegamos la responsabilidad a un rectángulo digital, dueño de nuestras más íntimas colecciones, que como dice Jordi Soler: a veces tengo la tentación de pensar que el aparato, esa hermosa maravilla tecnológica a la que van todos enchufados, importa más que la música que reproduce.
Tengo unos 8 años sin descargar mp3, porque desde entonces todo lo escucho online. Para mi las nuevas tecnologías han supuesto algo positivo y pocas cosas malas, entre las que contaría como negativo el que pocas veces me detengo a escuchar un álbum completo, todas son listas de reproducción propias o recomendadas por los sistemas con una colección de varios artistas.
En lo bueno: he conocido más bandas, y escuchado más música que en ninguna otra etapa de mi vida. Los algoritmos de recomendaciones de las plataformas funcionan como magia negra. Y aunque nunca he coleccionado discos, pienso que los formatos físicos nunca dejarán de existir en la música, ahora solo tenemos otra herramienta más.