Depósitio Sonoro

6 agosto, 2019

¿Por qué seguimos creyendo en el underground?

Frank Zappa era uno de los opositores más grandes del mainstream o mejor dicho, un perfecto elocuente de lo que es el underground. Hoy en día, la explotación de su imagen no sólo es masiva, si no bohemia, una carga de romanticismo, nostalgia e idealismo de la “buena música”. Por supuesto que esto no es culpa de Zappa, ni de su música, tampoco significa que fuera hipócrita o no estuviera convencido de sus ideas. Sin embargo, es complicado sobrevivir a los procesos que los nuevos canales y medios de comunicación hacen con los contenidos alternativos que satisfacen una demanda de información y sucesos alejados de los contenidos que ofrece el mainstream o como diría Marcuse: “aquello que le arrojas al capitalismo, este terminará vendiéndotelo”. El underground, un término acuñado en los años setenta y claramente identificados con movimientos contemporáneos como el movimiento punk/postpunk, el dadaísmo, la prensa libre y movimientos contraculturales y alternativos así como la ilegalidad. Toda esta ola ideológica y prácticas, algunas venidas de escuelas de arte y otras de occidente, no tardaron en posicionarse en la música. El nacimiento de subgéneros, escenas y nichos, así como pequeños sellos de disqueras y en la potente inercia del “hazlo tú mismo” dio paso a un sinfín de pequeñas agrupaciones que aborrecían las tendencias, que mientras más incomprensible, ilegal y lejos de los convencionalismos, mejor. Creando sus propios modos, formas, canales y plataformas, dieron satisfecha su necesidad de crear, y que de algún modo, no esperaban que nadie les dijera cómo hacerlo. Sin embargo, los cambios tecnológicos fue recortando los canales alternativos, y aunque hoy en día sigan existiendo, el concepto del underground ha mutado y los principios básicos sobre los que se sostenía han flaqueado. Hoy uno se puede auto nombrar underground con miles –en algunos casos millones- de fans y presentarse en festivales de exposición masiva, creado por marcas y transmitido en vivo por Facebook Live. El movimiento subterráneo ha ganado campo en los círculos esnobistas y alternativos y sostenido su estatus frente a los grupos vanguardistas. Ahora, para referirnos al under, también se debe hablar del mainstream, cuyo objetivo es -¿vender?- en primera instancia, pero no sólo ello, sino crear un sistema de producción hegemónico, como lo vemos en el reguetón, donde el circuito del género ha abarcado sus propios medios de comunicación, festivales, estéticas e incluso la participación con otros artistas de corte pop, creando canciones que mezclan los típicos beats del reguetón con ritmos introducidos y conocidos como el pop. Sin embargo, también existe el reguetón subterráneo; aquel que permanece lejos de las entregas de premios de cualquier disquera o canal de música, no obstante, sigue utilizando los mismos canales que el reguetón en tendencia, por así decirlo; YouTube, Facebook, Spotify. Entonces, qué determina al underground, ¿los medios o los discursos? En caso de que sea el primero, ya nos dimos cuenta que under polariza sus argumentos contra la masificación y el consumo, aunque utiliza los mismos medios que su polo apuesto, y en términos de argumentos, debemos reflexionar si esto es realmente relevante, pues no es necesario permanecer a las sombras para tener algo importante que decir, como lo ejemplifica sonoramente muy bien bandas como los Sleaford Mods o IDLES o La Polla Records, mismo caso con grupos de rap o hip hop, por dar algunos ejemplos globales. Por otro lado, preguntarnos quién legitima dichos discursos ¿la audiencia, los medios o el mercado? Pues no dejemos de lado, el curioso caso de las playeras puestas a la venta de Calle 13 respecto a los 43 normalistas desparecidos en el gobierno anterior de Enrique Peña Nieto, las tragedias también fueron, son y serán mercancía. Cierro con una frase del libro “Rebelarse vende: El negocio de la contracultura” refiriéndose a Nirvana como una banda que quería permanecer en el subterráneo: La gente quiere escuchar buena música: “Lo único que existe son las personas que hacen música y las personas que oyen música. Y cuando la música que se hace es buena, la gente quiere escucharla”.

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Reseña del libro “Vives en las cintas que me grabaste”, de editorial Blackie Books

Las historias de amor son como la vida misma: con altas y bajas, con victorias y derrotas. La de Rob Sheffield es una pérdida tan profunda que lo llevó a escribir parte de sus memorias sobre René, su ex novia fallecida. Editorial Blackie Books Lanzamiento: Mayo 2018 ★★★★★ Vives en las Cintas que me grabaste, es un libro profundamente personal y con un historia conmovedora. Cada capítulo de este libro cuenta con un mixtape, una serie de soundtracks que ayudan a sentirlo más cercano y a interpretarlo de mejor manera. Porque también en los amores sucede así, se viven momentos que cuentan con canciones de fondo. En total son 23 capítulos y 23 mixtapes.  Una de las primeras frases del libro es: “me sirvo otro café y dejo que la música haga conmigo lo que se le antoje. Es una cita. Estamos solos, René, las canciones que ella eligió y yo”. Ambos personajes se conocieron cuando tenían 23 años, brindaron con bourbon y con música de fondo. Desde la noche en que se conocieron comenzaron a grabarse cintas el uno al otro. Un año después se casaron rodeados de canciones y crónicas personales. Renée falleció el 11 de mayo de 1997, 9 años después de que se conocieron. Su historia le dejó a Rob demasiados recuerdos y una caja llena de las cintas. Escucharlas y escribir éste libro es una forma de recordarse juntos. Pero en éste libro, su autor también nos traslada al inicio de su vida, a su niñez y pubertad: “lo único que sabía era que la música haría que las chicas se enamoraran de él”, aseguraba siendo jóven. Se rodeo de la música de The Beatles, y tuvo varios héroes, entre ellos Lou Reed, Bob Dyla y David Bowie. Al ir creciendo su gusto se fue sesgando más hacia Sonic Youth, Pavement, Sugar, REM, Simply Red, Janet Jackson, Blondie, The Cars, Motley Crüe. Como ahora sucede con las playlist, el autor nos dice cómo hay cintas para todo: para ir al trabajo, para la fiesta, para el baño. Hay millones de canciones y millones de formas de conectarlas a través de una mezcla.   “Cada cinta de mezcla cuenta una historia. Ponlas todas juntas y tendrás una historia de vida”. A su ex René le gustaba coser, además de la música. Les tocó beber alcohol desagradable y barato y vivir en pareja la muerte de Kurt Cobain, quien para ellos representaba parte de lo que estaban viviendo sobre “amores maduros”, esa vida en pareja que si no saber sobrellevar te puede aprisionar.  Ellos se conocieron como la vorágine y la fuerza de juventud. Viajar, vivir, carreteras, caminos, creando historias,romper todo y volver a pegarlo. Poco más tarde habla de su boda. Vale la pena mencionar a manera de spam que René falleció de manera súbita e inesperada mientras estaban juntos en casa, de una embolia pulmonar a los 31 años.  Tras su fallecimiento Rob nos transmite sus recuerdos, su soledad, su pesadez por la vida. Al tratarse de la vida real la historia se permea de mayor sentimiento. Rob Shieffield (1966)  es un columnista que desde 1997 ha ejercido como columnista de la revista Rolling Stones. Y como él mismo lo señala: ha construido toda su vida alrededor de su amor por la música.  El libro se encuentra actualmente en venta en librerías, o en este enlace lo puede comprar en línea.    Algunas citas interesantes del libro: El amor me obliga a hacer tonterías. Tuve suerte de aprenderlo tan pronto.   La vida real era una canción country mala. Vivíamos una edad dorada y tirados en la nada. A veces sentía que los glaciares se desplazaban por mi interior. Lo que no te mata te deja mutilado, lisiado y más débil. Hay canciones que aparecen en un mal momento, y cuando ese momento pasa, no todas las canciones logran seguir adelante contigo. La respuesta es muy sencilla: el amor es una cinta recopilatoria.

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