Depósitio Sonoro

Beth Orton a 20 años de su disco ‘Central Reservation’

En 2005 el libro 1001 albums you must hear before you die (2005) incluyó a Central Reservation dentro de su lista de discos básicos de música en los últimos 70 años, sin embargo, resulta extraño hablar de una leyenda del folk electrónico y orgullo de Norfolk, Inglaterra, que es prácticamente desconocida de este lado del mundo: Beth Orton.

A pesar de tener una larga trayectoria y estar a la par de figuras emblemáticas como K.D. Lang, Suzanne Vega y Sarah McLachlan, pareciese como si la compositora hubiera pasado de noche en nuestro continente, como una figura olvidada en el tiempo, justo como la música de Sixto Rodríguez y la carrera de los Rolling Stones desde los años 80 o el último disco de Bob Dylan.

Con más de 25 años de carrera, Beth Orton nos ha entregado su alma y su voz en cada uno de sus trabajos musicales, que deambulan desde el folk y la electrónica hasta el ambient y el downtempo, gracias al elaborado panorama de sonidos que es capaz de arrancar con un pequeño conjunto de sintetizadores, pianos, guitarras y pedales de distorsión.

Su primer trabajo a nivel comercial, Trailer Park (1996), fue nominado a mejor álbum de Reino Unido en los Brits Awards y al año siguiente conseguiría competir en la misma terna por el Mercury Prize, mientras se daba tiempo de colaborar por primera vez con un nuevo dúo de Manchester que se hacía llamar The Chemical Brothers con resultados enormes y conmovedores: Alive Alone, última canción del Exit Planet Dust.

Sin embargo, el reconocimiento más notorio de su carrera (al menos en Europa) llegaría gracias a Central Reservation (1999), una joya perdida en el tiempo que el pasado 9 de marzo cumplió sus primeros 20 años. Un disco lleno de tonalidades divergentes en donde Orton hace despliegue de su potencial como compositora, con verdaderos momentos de dolor a los que recurre para olvidar y para sanar, en contraste con las armonías de su voz en Free to Believe, Stars all seem to weep y Devil Song, llenas de una calidez tan reconfortante que pareciera como un faro de luz en medio de una tormenta de emociones, además de aventurarse en terrenos quejumbrosos y ríspidos como el blues y el soul en Sweetest Decline, Love like laughter y Pass in Time, en esta última acompañada por otro grande del jazz-folk: Terry Callier.

El segundo trabajo de Orton deambula entre una sensación de vacío existencial y la necesidad de alejarse de todo y de todos luego de perder a su madre durante las grabaciones de dicho álbum, una constante que se puede sentir desde su apertura con Stolen Car hasta el remix de Central Reservation, aunque irónicamente, también se trata de uno de sus trabajos más ligeros y fáciles de escuchar, gracias a la increíble producción de Ben Watt (Everythng but the girl) y David Roback (Mazzy Star) quienes se encargaron perfectamente de llevar las emociones y sentimientos de la cantante a pequeños arreglos de Jazz y Soul que encajan a la perfección con su estado de ánimo y dejan ver destellos de Nick Drake y Sandy Denny en su adn musical.

Su poca notoriedad en el mercado americano, lejos de ser una limitante, ha sido su mejor arma para mantener su música a una distancia prudente de una industria indolente y sin rostro, continuando su carrera con 2 discos más que exploran sus raíces en el trip-hop y el electro-pop Daybreaker (2002) y Comfort of Strangers (2006); un regreso totalmente acústico en Sugaring Season (2012) y una mezcla de toda su evolución musical en Kidsticks (2016), donde su faceta como madre se refleja tanto musical como visualmente de forma magistral, sin perder el toque melancólico que le otorga su voz a cada una de sus melodías.

Beth Orton es uno de esos ejemplos en los que un artista con gran talento no siempre logra llamar la atención de un público masivo al no contar con “ganchos musicales” o fórmulas preestablecidas que la habrían llevado por un camino mucho más relajado y cómodo, por el contrario, la oriunda de Norfolk ha elegido un camino duro: se ha negado rotundamente a convertirse en un producto prefabricado, a escribir hits momentáneos, a llenar estadios; en cambio, ha decidido ser trascendente bajo sus propias reglas y estándares de calidad, nunca ha seguido ninguna moda musical, ni ha formado parte de ninguna escena y solo compite contra ella misma en cada material publicado. Ese es su legado para el mundo, uno de más de 25 años que la ha colocado más allá del bien, del mal y del folk, y ahora gracias a los servicios de streaming se encuentra a uno cuantos clics de distancia.

En este 2019, la artista colaboró con Mercury Rev en su último disco-homenaje a Bobbie Gentry: The Delta Sweete y se encuentra momentáneamente de gira con ellos hasta el próximo mes de Octubre, justo a unas semanas de su presentación en la CDMX.

A quien escribe estas líneas nada le haría más feliz que poder ver por primera vez a Beth Orton en nuestro país, aunque sea acompañando a otra banda legendaria como Mercury Rev. Solo el tiempo lo dirá…

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