Platicamos con Hari Sama, director de Esto no es Berlín, película que parte de un guion vivencial del director; además, charlamos del mundo punk y el underground de los años 80 en México
Esto no es Berlín (2019) es una película dramática mexicana dirigida por Hari Sama. La cinta, que se presentó en el Festival de Sundance y se estrenó en junio de 2019 en España, retrata las vivencias del director en los años ochenta en el país. Platicamos con Sama sobre música, cine y el mundial del 86.
¿Cómo fue para ti vivir en la época de los 80, entre una devaluación de la moneda y una sociedad berlinesa dividida?
Creo que la devaluación de la moneda, por supuesto, fue importante; pero yo era muy joven y no tenía poder adquisitivo de ninguna índole, entonces sólo estaba probablemente un poquito más jodido. La realidad es que en los ochenta, el 86 en particular, fue un año de muchos excesos para mí: estaba diario en El Nueve, donde, realmente, me pasó mucho de lo que retrata la película y estaba full en el reven, intentando hacer performance con un par de personas por ahí.
La sociedad berlinesa, creo que era una influencia a distancia; nosotros veíamos lo que estaba sucediendo en Europa con mucho anhelo, con muchas ganas de hacer lo mismo en México, siendo que aquí no se podía; que aquí nadie escuchaba esa música, no era una ciudad con onda. Estaba todo prohibido, estaba todo muy básico. Entonces era llevarlo a estos lugares como hoyos funky, o a estos lugares muy clandestinos y tener la experiencia de esta contracultura.
Si hubiese sido un poco mayor, me hubiera pegado muy fuerte la devaluación. Seguramente, a mi padre sí le afectó, pero no recuerdo que hubiese una consecuencia muy funesta en mi casa. Lo que sí recuerdo es mi reven y los peligros con los que yo estaba coqueteando.
¿Qué similitudes ves en el México de 1986 con el México actual?, ¿en qué crees que cambiamos?
Muchas similitudes y diferencias en cuanto al México del 86 con el México actual. Yo siento que la generación X y los millennials somos un espejo. Siento que los noventas y los dos miles se fueron completamente hacia otro lado. Mucha de la conversación que inició en los ochenta, tanto de estética como de música, el tipo de asuntos de interés en este universo contracultural; ahora, los millenials lo retomaron con muchísima fuerza y lo han hecho propio. Eso me parece que está bien padre.
Creo que, en ese sentido, probablemente, las diferencias son que en aquel tiempo sí era realmente clandestino: había una posición muy política en cuanto a este lugar de contracultura. Creo que hoy se ha vuelto muy general; puedes tatuarte, puedes estar en la calle – en ciertos lugares, por supuesto – de la mano de tu pareja del mismo sexo sin tanto problema. Quizás Esto no es Berlín trae a la charla estos temas en otro nivel de lectura, de lo que ellos están haciendo.
Por lo que sabemos, tu personaje en Esto no es Berlín estuvo inspirado en un familiar. ¿Crees que en estos tiempos de discrepancia es necesario tener un guía “espiritual”?
Mi personaje está inspirado por un tío que no tenía, digamos, la calma o la integridad espiritual. El tío Esteban, el personaje que hago, es un personaje que ha asumido su lugar en la vida; es una posición de calma, de paz, de tranquilidad y que no permitirá que nada lo separé de eso. Él encontró un espacio de relación consigo mismo en no luchar por tener un lugar protagónico dentro de la profesión, y está muy bien parado en ese lugar. Mi tío, no, él sí tenía otro tipo de conflictos, sí me heredó la mota y la música, pero no estaba en paz interior, este disfrute de la vida y del momento presente.
Creo que estamos en un momento en el que no ir hacia adentro es gravísimo, porque es el único lugar donde hay una solución verdadera de todo lo que estamos viviendo.
En específico, ¿qué bandas o artistas conociste en esa época que marcaron tu vida?
Conocí muchas bandas. La verdad es que Joy Division, Bauhaus y The Cure en sus primeros discos me cambiaron la vida. Hubo un par de bandas en México que también lo hicieron: Los Caifanes, al principio, antes de que grabaran el disco cuando tenían un corte más oscuro, me cambiaron la vida. Así hubo asuntos muy significativos que fueron realmente muy transformadores para mí.
La referencia a Rita Guerrero es inminente, ¿en qué otros integrantes de la cultura mexicana pensaste para la construcción de los personajes de la película?
Paradójicamente, Rita Guerrero no está tan reflejada en ella; sino otros personajes, pero de alguna manera, también. Hay otros personajes de la contracultura mexicana que me influyeron: Illy Bleeding, por ejemplo, lo conocí en aquel tiempo y otros amigos: Luis Carlos Gómez, DJ Chrysler, el Taka Fernández, los hermanos Quiñones, Rubén Ortiz; de lejos, Gabriel Orozco. Me tocó ver mucha gente en ese tiempo.
La música es un gran elemento de acompañamiento en la cinta, ¿qué escuchas ahora que pudieses recomendarnos?
Tuve una temporada de oír bandas como Grizzly Bear; de haberme metido en este proyecto Colors para oír un poco de este trap contemporáneo, pero elegante: el trap muy influido por el soul. Estuve haciendo gira con mi banda Expediente Sama con Los Guadaloops. Recuperé el trip-hop, como que anduve metido en un universo musical muy distinto del que la película retrata en los ochenta.
Ahora, me estoy dando chance de ver cómo esta generación millennial retoma la estética de los 80, sobre todo, en la electrónica. Les sugeriría escuchar a Boy Harsher y Bones UK, banda muy joven que está haciendo electrónica bien chida y, por supuesto, La Femme, esta banda francesa que también recupera el sonido ochentero y lo hace de una manera muy chida.
¿Consideras que aún existe la cultura under en el país?, ¿cuál fue su importancia para la creación de colectivos artísticos?
La cultura under, como tal, no es posible porque ahora todo se difunde de una manera muy distinta y, se sabe todo, pero sí hay una intención underground. Proyectos como Teatro Lúcido, por un lado, que está muy metido en buscar maneras distintas de comunicar las necesidades artísticas. Han retomado el performance, la experiencia de lo oscuro, me parece maravilloso.
También, por otro lado, en la colonia Roma está el Centro de Salud. En cuanto a la música, sí hay un espíritu de contracultura que siempre busca comunicarse con su público, y creo que eso es super valioso.
En Esto no es Berlín, el cuerpo humano es un canal más de expresión. ¿por qué nos cuesta tanto reconocerlo?
Me gusta mucho reconocer al cuerpo humano como una herramienta de trabajo artístico porque nos da miedo, nos aterra el desnudo; ser vulnerables. Vivimos en una cultura que nos pide ser fuertes, mostrarnos invencibles; y la verdad es que trabajar con tu cuerpo implica lo contrario. Requiere estar dispuesto a lo que pueda ocurrir y ser frágil. En ese sentido, creo que no estamos muy abiertos a eso. Creo que el miedo mal usado es de las grandes emociones que más nos lastiman.
Finalmente, ¿qué papel juegan los suburbios para el desarrollo de la escena artística en México?
La verdad no sé muy bien qué papel juegan los suburbios. Yo creo que el suburbio en el que me tocó crecer (Ciudad Satélite) parecía que era un desierto cultural y, luego resultó que había varias bandas que venían de allá. Ese desierto cultural contribuyó a que jóvenes que necesitaban buscar, encontraran. Entonces, yo creo que los suburbios también tienen algo importante que decir.
ENTREVISTA: NALLELI ZÁRATE Y DIEGO NAVARRETE