Gracia, gravedad y morir en el Golfo con la música de Sonido Clúster

Según Simone Weil, existen dos fuerzas que rigen el mundo: la gravedad y la gracia. Todo lo tosco, material, ruidoso pertenece a la gravedad; por otro lado, lo sobrenatural, la luz, lo liviano es constitutivo de la gracia. El siglo XXI parece ser dominado por la gravedad, sobre todo en arte, la mayoría los productos son pesados, mecanizados, ninguna manera de luminosidad les son propios, sin embargo, la gracia se resiste a morir, existen encantadores ejemplos de personas comprometidas por producir obras más cercanas a la grandeza de la gracia, uno de ellos es Sonido Clúster, que con Exhúmame en Tezonco (2020) se resisten a las leyes de gravedad. Exhúmame en Tezonco es un trabajo obsesivo, muestra una búsqueda de sonidos inquietantes, lejos de las normas que gobiernan las listas de popularidad, Sonido Clúster se arriesga a descender a otros planos auditivos, por supuesto que nada se realiza en el vacío, pero Exhúmame en Tezonco crea sus propias reglas, tiene una coherencia muy propia de las exploraciones que están más cerca de la gracia. En arte, no es ninguna contradicción que el caos sea creador de orden, armonía; en Porphura, séptimo tema del disco, existe una saturación de elementos que puestos aisladamente son estridentes y groseros, pero el genio creador que se revela en Sonido Clúster le confiere una coherencia muy peculiar esa canción en concreto, y aunque dicho genio caótico-armonioso se hace presente en todo el álbum, el encanto se revela sobre todo en ese tema siete. El genio creador que trabaja con el caos mencionado anteriormente es un ejemplo de un fenómeno que aconteció en el siglo XX, me refiero a la noción del héroe como maníaco. Artaud, Genet, Bataille, la propia Weil, son ejemplos de esta clase de héroes culturales que acontecieron en las crisis sociales; cada una de estas conciencias maniacas revela que en la histeria y la destrucción hay muchas cosas que admirar. Exhúmame en Tezonco es una obra que surge de esta clase de extremismo personal, en una época en donde la cordura se torna evasión y mentira, Sonido Clúster nos viene a recordar que sólo en lo onírico, en el canto desgarrador, en el extremo del éxtasis de las percusiones es en donde podemos profundizar en los estados imaginativos más cercanos a la gracia. La mayor parte de las personas que retoman temas indígenas lo hacen desde una postura hipócrita, no asumen la responsabilidad de adentrarse con humildad al imaginario prehispánico, no llevan hasta las últimas consecuencias las exploraciones que se pueden hacer conociendo las cosmovisiones mesoamericanas, la única manera de realizar dicha tarea auténticamente es parecer falso, aunque pueda resultar una contradicción, para tener éxito al adentrarse en lo prehispánico no hay que ser serio, que parezca que el tema es una excusa, un pretexto para hablar de algo más. Y precisamente es lo que resulta en Exhúmame en Tezonco, pues toda la luminosidad prehispánica es lo que atraviesa todo el trabajo, pero al ser la gracia algo liviano, parece que el tema prehispánico no se toma en serio, y de esa falta de seriedad resulta el triunfo. Si nos aferramos a lo dicho hasta ahora, Exhúmame en Tezonco es un ejemplo de resistencia, al igual que la vida y obra de Simone Weil, es un antídoto contra las normas que dominan la vida cultural contemporánea, los estados de conciencia extremos y sus productos siempre serán un arma contra la hegemonía de lo mecanizado y repetitivo, Sonido Clúster nos regala un trabajo para alejarnos de las pretensiones de verdad y gravedad que sólo nos alejan de los beneficios de la gracia, Exhúmame en Tezonco nos permite regresar a las pretensiones modernas de contemplar sin necesidad de conceptos intelectuales, de poder volver al reino del puro sentido estético y su catarsis, es un álbum que nos permite la divinidad en el caos de una guitarra. NOTA POR: Daniel Juliette

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