Depósitio Sonoro

Columna Estoy Escuchando: Blue and Lonesome, de The Rolling Stones

Por Abraham García
[email protected]

Lanzado en diciembre de 2016, de momento es el último álbum de estudio del grupo londinense y la última grabación con su baterista, Charlie Watts, fallecido el pasado 24 de agosto.

Antes de comenzar, debo decir que me encantan los álbumes de covers. A veces las versiones hechas por el grupo o intérprete que lanza el álbum son hasta mejores que las originales. Y las versiones pueden suponer un vínculo a nuevos-viejos artistas que no conocías y de pronto ya te convertiste en fan absoluto tras el descubrimiento. Son puntos de conexión hacia otras cosas, de ida o de vuelta. Así me ha pasado con Garage Inc. de Metallica, Undisputed Attitude de Slayer, Мама Анархия de Kalashnikov Collective, Renegades de Rage Against The Machine, Pin Ups de David Bowie, American IV: The Man Comes Around de Johnny Cash, Nothing Can Stop Us de Robert Wyatt y Avalancha de Éxitos de Café Tacuba. Incluso con The Spaghetti Incident? de Guns N’ Roses (un grupo que en lo personal me aburre).


Los álbumes de covers a veces son grabados con el puro propósito de entregar algo a la disquera y así cumplir con el contrato, otras porque son canciones que verdaderamente aman quienes las han grabado y existen esas ganas de rendirles un tributo; algunas otras son para que el artista o grupo pretenda darse un halo de humildad y lograr pasar de largo ante un bloqueo creativo. Y las menos de las ocasiones, son por el simple gusto de hacerlo, como podría ser el caso de Blue and Lonesome.


Es que los Stones desde hace mucho no tienen que demostrarle nada a nadie. Yo todavía ni nacía cuando ya ostentaban el mote de “La banda más grande del mundo”, y tal vez sea por el simple hecho de que llegaron desde abajo y se han podido mantener vigentes al acercarse tanto a talentos viejos como a los contemporáneos y emergentes ¡desde los malditos años 60!

Si bien es cierto que resulta fácil decirlo en un párrafo, como proyecto musical y como marca registrada, The Rolling Stones han tenido que sortear la muerte de su líder y compositor fundador Brian Jones, las salidas de integrantes musicalmente entrañables como Bill Wyman y Mick Taylor, las adicciones de todos en distintos puntos, conciertos convertidos en tragedias como Altamont ‘68 y una cantidad de descalabros discográficos (ni siquiera recuerdo el nombre de alguno de sus álbumes de los años 80), pero quienes hemos tenido oportunidad de escucharlos en vivo podemos dar testimonio de que todo lo bueno (y quizá también lo malo) se lo han trabajado sobre la tarima, y en el camino se han inventado los clichés del rockero rebelde, loco y hasta satánico.

Han sobrevivido a ellos mismos y se han generado un caché para continuar a expensas de su propio mito, sin ser tan impecables ni tan grandilocuentes como músicos.

Por todo eso es que ahora resulta tan agradable tener un Blue and Lonesome como posible despedida discográfica del grupo, lo veo un poco como un testamento para repartir algo de la misma herencia musical de la que ellos mamaron y les hizo crecer. Pero volvamos a diciembre de 2015, tiempo en que fue grabado. Imagínate que tienes a 4 septuagenarios curtidísimos, con la vida ya resuelta y toda su historia en las espaldas, que se han bajado de sus autos de lujo y reunido por tres días en el estudio para plantarse a tocar y divertirse como si fuesen quinceañeros, con el pretexto de grabar material nuevo.


De pronto, Keith afina su instrumento, se pone a rasguear algún acorde bluesero que ha intentado perfeccionar desde hace más de cincuenta años, la banda comienza a jamear, y de la nada se le ocurre sugerir algo como: “¿qué tal si mejor grabamos unos covers de Willie Dixon, Howlin’ Wolf y este de Little Walter?”

A todos les encanta la idea, es como volver a la adolescencia y tratar de imitar a los héroes, como si fuesen una bola de novatos. Y por casualidad el amigo Eric Clapton también está en ese estudio de Mark Knopfler y trabaja material suyo. También toca la guitarra y además es otro clavadazo del blues. ¿Por qué no invitarlo a participar en un par de canciones?

No puedo decirme conocedor ni fanático del blues, pero de lo poco que sé y he oído decir, es que el blues es una música donde, más allá de las formas sonoras, prominentemente se expresa abatimiento y añoranza en un contexto de cotidianeidad social y/o personal, pero también puede expresar la alegría y el gozo efímero de la francachela.

Pues Blue and Lonesome parece cumplir con esas no sé si llamar directrices. Se decanta mucho por el aspecto personal, la sensación de descorazonamiento, quizá porque se trate del tópico más universal o reconocible del blues (que me hace pensar en Las penas del joven Werther, de Goethe). Ahí tienes “Just Your Fool” y “Commit a Crime”, que aunque candorosa la primera y movidita la segunda, van sobre fervientes apegos emocionales que han jugado malas pasadas.

“Blue and Lonesome”, la canción de Little Walter que da nombre al álbum es también la primera pieza que los Stones grabaron en aquellas sesiones de 2015 y que claramente les dio el ángulo y el pretexto de lo que debería ser su último trabajo discográfico a la fecha. Más que una canción, es un aullido de lamento suicida, una súplica que nunca será escuchada. Tanto Walter como los Stones exudan intensidad en sus respectivas grabaciones. Nos damos cuenta que mientras Richards es un tanto sucio y desprolijo en la guitarra (como la canción de Pappo), Walter es un finísimo virtuoso con la harmónica. También es la verdadera primera muestra en el álbum donde se puede notar que aunque Jagger no vive de ser armonicista, en realidad es uno muy bueno, al grado de casi ser quien se roba la canción. Mi Charly, en paz descanse, marca ese ritmo lento y pastoso, monumental y atronador para atenuar la profundidad de las emociones que expresa su cantante, como le llegó a decir.

Por lo general, el álbum continúa por los senderos de la decepción, el desencuentro y cómo sobreponerse. Al menos resulta jocosa la letra de “Everybody Knows About My Good Thing”, sobre un tipo cornudo que tiene todos los indicios y pruebas de que le engañan, pero se hace el desentendido a causa de los indirectos beneficios que obtiene de eso.


“I Can’t Quit You Baby” es mi canción favorita y el cierre de este álbum. Willie Dixon escribió la canción en 1956 para que la grabara Otis Rush y se dice que fue inspirada en el intérprete, a causa de un romance adultero. Su sonido original es sumamente espeso y lento, tanto que si en ese entonces hubiesen existido los pedales para guitarra que hay ahora, tal vez aquí hablaríamos de una canción stoner y no bluesera. La letra, con su obvia alusión a que el protagonista se siente incapaz de renunciar al amor prohibido e ingrato, Jagger casi la balbucea en su fraseo, se arrastra en miseria y la dramatiza al punto de sonar en verdad lastimero. El solo de Clapton supone la guinda apoteósica para éste, el último tema que grabaron los Stones de Charlie Watts.


Así pues, para nada Blue and Lonesome podría ser considerado un álbum innovador o presentar un sonido verdaderamente refrescante, y sin embargo se siente como una joya. Es que tardó décadas y décadas en pulirse y quedar lista, porque aquellos septuagenarios artesanos del sonido que lo grabaron como una simple ocurrencia, tuvieron que aprender su oficio al fuego lento (también incendiario) que les marco el tiempo.

The Rolling Stones bien pudieron grabar Blue and Lonesome o algunas de sus canciones para su debut discográfico por el ya lejano 1964, nada más porque formaban parte de su repertorio en vivo y seguro les abrió la puerta para el inicio de su carreta.
La pregunta es si el sonido hubiese sido igual que ahora y desde 2016.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Scroll al inicio