Depósitio Sonoro

Columna Estoy escuchando: Curtido, de Carneviva

Por Abraham García
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Lanzado en 1993, el tercer álbum de esta agrupación argentina, surgida en la provincia de Santa Fe, supuso el punto más álgido en su carrera, aunque nunca alcanzaron la notoriedad nacional o internacional de muchos de sus contemporáneos que se desenvolvieron en Buenos Aires.

El éxito puede ser algo ambiguo. Se puede ver reflejado en la repercusión y la fama, bonanza en los bolsillos, también en premios y reconocimientos. En estos tiempos de “metaverso” digital, que con brutalidad se polariza la opinión pública entre el blanco y el negro desde miles y millones de likes y followers, capaces de encumbrar una idea o vertiente como si fuese la panacea, o en contraparte, cancelarla y condenarla al ostracismo, parecería muy simple definir lo que es el éxito y lo que no lo es, pero, así como la vida, dudo que sea tan fácil de explicar; me parece que hay más matices y maneras menos tajantes.


En la música, por ejemplo, a lo largo del tiempo, han existido y existen innumerables proyectos que ni siquiera han sido ni serán malentendidos en su época para ser revalorados en otras, porque no podrán aparecer de un día para otro en las plataformas de música para que la gente les escuche y les conozca. Porque también influye el contexto social, geográfico y económico para que un proyecto pueda proliferar.


Al vivir en Colima pude notar eso, proyectos originales que trabajan muy en serio su música y sobre las tablas se ganan una buena reputación, convocatoria, respeto y validación a escala regional, pero no logran posicionarse en dar el siguiente paso para poder avanzar y romperla en grande, tan solo porque no hay tanta intensidad, oportunidades ni herramientas como podría haberlas en una ciudad más grande. Así ha ocurrido en muchas escenas musicales descentralizadas de las capitales, sin una estructura económica pujante, aunque, claro, desde finales de la primera década del 2000, con el declive de las disqueras corporativas, el incipiente metaverso digital, hablo de los tiempos de My Space, ayudó un montón para que proyectos musicales de la periferia tendieran sus redes de trabajo de manera remota y buscaran desde su trinchera en medio de la nada el mentado éxito en formas alternas.


De no haber tenido la experiencia de un semestre como estudiante en Paraná, seguro nunca habría conocido a Carneviva. Estar ahí en ese momento supuso un descubrir y tratar de absorber lo más posible, entre ello la música argentina y algo de América del Sur: Los Redondos y El Indio Solari, Sumo, Divididos, Las Pelotas, Spinetta y todas sus bandas, Viejas Locas, Intoxicados, Almafuerte, Mercedes Sosa, Astor Piazzolla, Alfredo Belusi, Les Luthiers, La Mona Jimenez, la murga, el cuarteto, la cumbia villera, la candombe y la samba, todas las expresiones que supusieran algo nuevo, o que por X y Y, no les llegué a dar bola en su momento por estar en otra cosa, era abrirse y aprovechar todo al máximo entre tragos de mate durante el día y fernet con coca o un tintillo por las noches.


“Carneviva es una banda muy zarpada”, me llegó a decir mi camarada Gabi en esa época entrerriana. “Me gustan mucho porque son muy de acá”, lo decía dejando un poco de lado la argentinidad, con gran énfasis en lo regional, como si se tratase de ese túnel subfluvial que conecta de manera geográfica Paraná con Santa Fe y cantidad de pequeñas ciudades y pueblos en cada extremo.

Siempre tendré el arrepentimiento de no haber podido asistir a ese concierto acústico que Carneviva dio en el Teatro Municipal 3 de febrero en alguno de los meses finales del verano austral de 2009 en Paraná. Pienso que hoy sería un buen recuerdo y algo así como una medallita más a la frívola colección de conciertos y tocadas, sólo porque el grupo liderado por el cantante Gustavo Angelini tiene una calidad cuasi teatral en directo y es un referente para público y músicos santafesinos y entrerrianos, ya que en el circuito de los grupos de rock es de uno de los que llegó más lejos y en sus mejores épocas se llegaron a codear con figuras connacionales sobre algún escenario.


De un tiempo para acá su presencia se ha vuelto intermitente, con reuniones esporádicas debido a que el núcleo central de la banda, su cantante y el baterista Lucio Venturini, en la actualidad exploran y crea música por su cuenta con otros proyectos, y sólo conservan Carneviva por la demanda popular de sus coterráneos.


Decía que no sabría de la existencia del grupo si no es porque fui a su terruño y hoy quiero hablar de su álbum Curtido para compartir y no dejarlo en mi propio olvido. No es un álbum tremendamente innovador en lo musical, ya que suena muy de su época en la vena del rock alternativo, sin embargo escucharlo me remonta a una época muy singular.

Tal vez la mayor particularidad que tenga es que contiene la histriónica y expresiva voz de Angelini, capaz de envolver y engatusar al escucha con la poética de sus letras. En líneas generales, Curtido es un álbum muy bueno para escuchar en la primera mitad de tus veintes o para recordar tus veintes, ese tiempo culmen de la juventud donde ninguna presión es demasiado grande para no pasarla bien y existe esa hambre, animosidad y energía para descubrir, desarrollar y explotar con vehemencia vetas desconocidas de tu propia individualidad.

“Carneviva es vivir el calor agobiante santafesino en verano y matarlo con cerveza en porrón con las amistades, navegar los ríos en un bote precario al ritmo del viento y sus letras, gritar los goles de Colón (el actual y por primera vez campeón en la primera división del fútbol de Argentina) en la noche con su hinchada) en un trance místico por el vino cepa rosa cuveé”, me dice el cumpa Agustín Alberini cuando le pido información porque lo que tengo me parece insuficiente.


“Cuando íbamos por la calle principal había una música desde la vecinal, quiso poner nombre al film”. Más que una canción “Alto Verde” es una gráfica crónica en tiempo real del paseo en canoa hacia algún islote por la Mesopotamia argentina, que a pesar de parecer bucólica, resulta muy festiva, ya que narra las peripecias de un grupo de amigos.

“Aún no vine” es mi tema predilecto en el álbum. Ni siquiera tengo muy claro por qué, ya que tiene una letra críptica, al estilo de los Redonditos de Ricota. El estribillo “y es que hay tantos que intentan cambiar su guerra íntima, y el tiempo atrapa niños, no sean las moscas”, lo internalizo como una evocación del inevitable eterno retorno mientras se intenta evitarlo, escapar de él sin confrontarlo, para así trascenderlo.


“Alma del vino” no es otra cosa que una adaptación musicalizada de las líneas del poeta maldito Charles Baudelaire, compiladas en el poemario Las Flores del Mal, en las que hace una oda a los nobles aspectos del elixir dionisiaco por excelencia. Angelini se luce con sus dotes de histrión y destripa las palabras del francés con un sentidísimo homenaje en clave de blues electrificado que invita a brindar con una copa en mano porque sí, se apetece.


“Curtido”, la canción que nombra al álbum, es como tomar el colectivo subfluvial a las siete de la mañana de Santa Fe hacia Paraná, luego de una noche de caravana con música, escabio y vagancia por varios boliches cercanos a la Costanera en compañía tu amigo Augusto Brunet, en paz descanse, quien te había invitado a la tocata de su grupo Gastroenteritis. La juerga se ha terminado porque es sábado, tienes clase a las diez y no quieres tener quilombos; dentro del vehículo los pasajeros en su mayoría parecen decentes, gente que quizá va a su trabajo, pero en el fondo hay un loco que llama la atención, va dormido y desparramado como si estuviese en su cama, junto al vómito que expulsó de su cuerpo hace no mucho y esa parejita de la derecha que seguro no tiene más que horas de conocerse no parece estar saciada de la libido y literalmente se tragan con vehemencia mientras comienzas a detectar la pestilencia del vómito fresco. Nadie dice nada y a nadie le importa nada en tanto que el autobús pueda cruzar el Río Paraná a través y debajo de sus aguas. Comienzas a sentir la resaca en el cuerpo y tratas de dormir un poco en el trayecto, deseas soñar con el baño que te pegarás para evitar llegar al aula con olor a fiesta.


-El éxito de Carneviva es parcial si se lo mira con ojos porteños -me explica Agustín-, pero es total de este lado del río porque su público le rinde culto a las pasiones y más si son santafesinas, como el porrón, el río y la noche.

Por Abraham García
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