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Galaxie 500: Recordando a la banda que precedió al shoegaze

A propósito de la reciente visita a México de Dean Wareham, ex líder de Galaxie 500, es casi imposible sacudirse los ánimos y pensar, quizá ingenuamente, en otra banda que haya influido tanto en su terreno.


La realidad es que cuando Galaxie apareció en el mapa del rock estadounidense independiente de los años 80, ya estaba marcado el terreno de lo que posteriormente se conoció como dream pop. No así con el shoegaze, a quien se le atribuye buena parte de su influencia.
El sonido de Galaxie, tan característico por ese aparente descuido vocal e instrumental, el cual crea capas de ruido con solos que flirtean con la idea del virtuosismo, compaginó bastante bien con los sonidos del mapa sonoro de su época.


‘Today’, su primer álbum, lanzado casi al filo de los 90, no suena tan diferente a lo que entonces estaban haciendo otros grupos del estilo dulce y guitarrero conocido como jangle pop, con una declaración de principios más cercana al mainstream. Sin embargo, un elemento de misticismo que envuelve a la música de Galaxie, quizá visto a posteriori, la acerca mucho más al sonido experimental entonces abanderado por A.R. Kane y Spacemen 3 (los últimos, influencia declarada de Wareham).


Como sea, es cierto que Galaxie 500 nunca fue shoegaze. Si bien “Listen, the Snow is Falling” se le acercaba bastante, el verdadero mérito del trío de Boston para influir en este estilo fue permanecer en un punto medio entre el pop ruidoso de Hüsker Dü y los pasajes de ensueño de The Sundays. Fue en este espacio liminal, donde se gestó una predilección por el intimismo casi surrealista, que el shoegaze contemporáneo y parte del de “primera ola” tomaron elementos para construir su identidad definitiva.


Por supuesto, a Galaxie 500 se le atribuye más bien una influencia en el slowcore, estilo frecuentemente asociado con el shoegaze, caracterizado por una renuncia a la velocidad del rock en pos de escenarios de calma y una búsqueda por llegar más lejos en aquel intimismo lírico. Ejemplos están Low y Codeine, el segundo más cercano al ruido, pero ambos principales herederos del sonido de Wareham y compañía.


Que Galaxie 500 se separara con tan solo 5 años de carrera y 3 álbumes bajo el brazo no hizo más que, como ha ocurrido con un centenar de bandas, potenciar su estatus de culto. De acuerdo con testimonios de Dean Wareham en su libro Black Postcards (2008), y de Damon Krukowski (batería) y Naomi Yang (bajo) en la historia oral Temperature’s Rising (Mike McGonigal, 2013), la ruptura ocurrió de forma arbitraria, con el cantautor simplemente cansado de las dinámicas del grupo y sus compañeros sin saber cómo atender una indiferencia cada vez mayor, la cual culminó en llamadas de teléfono sin responder.


“¿Qué sentí con la partida de Dean [de Galaxie 500]? ¿Bromeas? ¡Sólo escucha [el álbum de Damon & Naomi] ‘More Sad Hits’”, comenta Damon en Temperature’s Rising. Los proyectos consecuentes de los integrantes restantes, Damon & Naomi y, sobre todo, Magic Hour, exploraron de lleno los terrenos del shoegaze y el dream pop, lo cual, ante todo, se sintió como la continuación lógica del cierre asentado por Galaxie con “Listen, the Snow is Falling”.
Pero, sobre todo, la música de Magic Hour fue el cierre poético ante la historia narrada primeramente por Galaxie; una muestra de la aceptación de lo inevitable que era la evolución de su propia sensibilidad. El sendero de vuelta, por supuesto, apunta siempre a Galaxie 500, un nombre que, al día de hoy, goza del privilegio de no ser del todo comprendido.

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