Alguien tiene que alzar la voz y hacer el eco suficiente para darnos cuenta de la magnitud de lo que significa el aniversario 22 del disco Music Has The Right To Children de Boards of Canada.
Una obra magistral y enorme creada por dos mentes musicalizando un concepto iluminado y de una manera evocadora hacia nuevos pasajes a lo desconocido, quizá comandado por el misterio y la intriga. La obra está compuesta y llena de matices ambientales que diversificaban la propiedad de nuevos géneros hasta ese momento (Intelligent Dance Music, Ambient, Psicodelia, Downtempo).
El sonido electrónico ambiental son registros atraídos sorprendentemente de las profundidades de una síntesis atemporal que cuando se llega al nudo de las composiciones, es imposible resistirse al efecto de su encanto melancólico.
La magia de este disco es que logra mantener un ritmo constante ligeramente más lento que la mayoría de sus contemporáneos de los años 90, como Autechre, Aphex Twin, Squarepusher o Plaid, crea un punto de referencia sobre hacia dónde se dirigen las cosas. Es como si lograran tipificar rítmicamente las sonoridades de sus percusiones apuntaladas por los lamentos de un mundo en donde los humanos escuchan, sienten, bailan, sufren y aman. Eso puede sonar aterrador y quizá lo es; sin embargo, es extrañamente reconfortante escuchar la música de Boards of Canada.
El arte de la portada el arte tiene una familia de los años 70, con los rostros borrados en distintas tonalidades. Entre triángulos, rombos, matices e inflexiones Board of Canada puede llegar de golpe, como un collage con miles de fotografías de viajes y vivencias, como un mantra que busca el trance y la liberación de la mente del flujo constante de pensamientos difusos.
Un disco que te puede atravesar el alma; para degustar, sin prisa alguna, con la calma del campesino que observa su cosecha en temporada fluvial. En un lacónico tiempo este dúo escocés dejó rastros aún inconclusos. Hoy, más allá de ser una banda influyente y de “culto”, Boards of Canada se ha vuelto atemporal. Pueden empapar de nostalgia con su gran misticismo.
Music Has The Right To Children nos abraza con mucha profundidad y sutileza, representa una nueva revelación, son espeluznantes, estimulan, atrapan y suavizan el alma de quien los escucha por primera vez bajo un cielo responsable de lo hipnótico hacia un nuevo significado, hacia un derecho que nos pertenece a todos: la música.