Crónica. Beach House en el Auditorio BlackBerry

Un poco de lluvia no nos iba a hacer desistir de ir a ver al dueto de Baltimore el pasado 11 de mayo, ya en el 2013 nos habían dado una probada de que era una banda de época y si bien son parte de ese revival de Dream Pop que va más por las ganas de la gente y la crítica de revivir todo a que realmente ellos en algún momento se hayan declarado abiertamente una banda de este género, lo suyo va más de hacer más con menos y es que teniendo entre ellos la voz de Victoria Legrand la verdad es que no se necesita mucho más. Por: Salomón Chacón  Es este sonido incluso minimalista el que ha llamado la atención de la prensa especializada desde el día uno pero a mi que más me da lo que piensen los agrios críticos de rock, a mi lo que me mueve son los matices de su voz, mezclada con los teclados y apenas acompañados por loops de batería intencionalmente limitados que me hacen salir de mi casa y buscar un boleto para entrar; empresa simple que hasta unas horas antes de salir hacia el evento supe que no sería tan sencilla al ver la banda roja de sold out en la foto del evento de Facebook. De acuerdo, a veces odio a mi yo del pasado por ser tan irresponsable con mi yo del presente. Esta vez la ha hecho grande y estoy a punto de quedarme afuera del evento, preguntándome junto a mi chica si todas estas personas han vivido con la misma pasión la sorpresa de su debut, el cambio en Teen Dream y su bien logrado Depression Cherry. Es probable que sí, es probable que todos trajéramos las orejas calientitas de acabar de escuchar su disco 7 justo antes de llegar al lugar. Simplemente sus Yo son más responsables que el mío. Ahora no solo tengo que pagar por mi irresponsabilidad yo sino también mi novia que bajo la lluvia me ve con desconfianza mientras me entero que las entradas llegan a costar hasta el equivalente a $150 dolares. Bueno no debo de perder la calma o al menos que ella lo note. Las taquillas parecen cerradas pero a más de uno se le ha ocurrido formarse por si las dudas, después de escuchar los precios de reventa no me queda más que rogar a Tlaloc que le pare a su desmadre y que nos deje comprar un par de boletos. Al final ese algo que siempre me deja entrar a todos lados llega a nosotros abriendo las taquillas y dejándonos comprar dos entradas a precio regular; el cajero me da las entradas mientras me mira con ojos de que no se vuelva a repetir, hago como que no lo veo y corremos hacia la entrada, los alcoholes para el frío empiezan a tomar efecto y la emoción de reunirnos una vez más con el dueto ahora es tangible. Tenemos entradas para la zona de butacas a la que nunca había tenido que ir y que lamentablemente hoy tendré que conocer. Sillas como de cine viejo y un escenario diminuto a lo lejos, al menos aquí puedo ser tan guarro como para fumarme un cigarro y sacar una lata de la manga de la chamarra enrollada de mi chica que cuidadosamente había guardado en su bolso antes de entrar. Así es, todo bien, todo regular, incluso había acomodador que me dio baje con 5 varitos que no le causaron mucha gracia. Las últimas luces se apagan y la audiencia mexicana suelta el ya clásico grito; a veces no sé si serán risas grabadas como en Chespirito o qué diablos pero no importa si hay pura banda recia o puro chavo bien, de todos modos gritan todos como lelos en cuanto apagan la luz o en cuanto sale el pobre roadie a conectar las guitarras. Apago el cigarro, dejo la lata en el suelo y me levanto mientras tomo de la mano a mi novia, las notas de Black Car de su nuevo álbum empiezan a sonar You want to go inside the cold dice Victoria entre luces y sonidos; admirablemente el Auditorio Blackberry cuenta con una gran acústica y fuera de estar lejos el sonido es bueno. En general nos pasean por su nuevo disco, más que como un paseo turístico esto es casi presuntuoso, las nuevas canciones suenan geniales y ellos lo saben. Ya para Space Song estamos abajo de alguna manera tratamos de acercarnos lo más que podemos, y mientras te fijas de no pisar a algún desadaptado con huaraches o de tirarle la chela a la rubia, se escucha de fondo una voz que se siente tan cómoda en ese mar de sonidos mínimos que la acompañan y que justo cuando confundes las notas de Alex Scally con ella, justo ahí llega a tonos y tonalidades que te explican porque este no es cualquier toquin de la banda de moda, porque llevan tantos discos y porque son sold out incluso en la Ciudad de México. El concierto se vuelve denso y nos empezamos a dejar llevar, dejo de abrumar a mi chica con datos que ni me alcanza a escuchar, el aire se puede casi tocar y los sonidos ya no salen más de las bocinas ni de los instrumentos al frente, un gran vacío en espiral chupa el lugar y solo se escuchan canciones a lo lejos; si es que en este punto aún se les puede llamar canciones, algunos sin alma ni corazón esperaban Norway y Walk in the Park, al menos tocan Real Love antes de despedirse para ese público, los demás salimos flotando, como pudimos, chocando entre nosotros aún hipnotizados por los flautistas de Baltimore. Gran concierto, así deberían de seguir siendo todos, sin pantallas, sin nada más que la comunión del músico con sus entendidos, esperamos volverlos a ver así.

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