Hipnosis 2018: La magia más allá de la adversidad
México se abre paso cada vez más en el mundo de los festivales de música, los cuales ofrecen diversidad de espectáculos que abarcan a gran cantidad de seguidores de todos los géneros. Simplemente, este fin de semana hubo tres festivales en el país que convocaron un amplio público, el Tecate Metal Fest, Force Fest y, el Festival Hipnosis, este último, haciendo culto a la psicodelia. Después de sufrir cambios de locación a una semana del evento, el Hipnosis llevó a cabo su segunda edición en Las Caballerizas, Huixquilucan, a las afueras de la Ciudad de México; donde, a pesar de los retos, los organizadores pudieron sacar adelante el Festival, llegando incluso a ofrecer transporte gratuito, una solución que ayudó a trasladar a los asistentes. Entrar al festival era como un regreso al pasado. Las camisas coloridas, los pantalones acampanados de varias personas, el entorno rodeado de naturaleza y el ambiente psicodélico que generaba la gente, evocaban una imagen que recordaba a Avándaro. Tres actos nacionales se encargaron de abrir el festival, Sgt. Papers, Build A Vista y San Pedro El Cortez, los cuales fueron responsables de darle a la gente riffs garageros distorsionados y llenos de fuzz. Hipnosis dio la oportunidad a varias bandas de realizar su primer show en México, una de estas fue Stonefield, banda originaria de Australia, la cual está formada por Amy Lee Findlay y sus tres hermanas, Hannah, Sarah y Holly. Su influencia de bandas setenteras se hacía notar en cada nota que tocaban. La banda le dio al público guitarras melódicas, tonos graves y una voz magnífica y cautivadora. Stonefield compartió gran parte de su repertorio de discos, como As Above So Below, y el más reciente Far From Earth el cual fue editado por Flightless Records, la disquera detrás de King Gizzard & the Lizard Wizard. Después de ellas, siguieron Boogarins, originarios de Brasil, que regresaron a México para sorprender al público del Hipnosis con un viaje de letras en portugués y tocar canciones de su disco más reciente, Lá Vem a Morte. Su presentación se vio caracterizada por sus sonidos más tranquilos, mayor reverb y grandes espacios para la improvisación y efectos sonoros. Una de las bandas más esperadas, sin duda, fue DIIV. Los neoyorkinos aprovecharon el estado en el que se encontraba la gente para poder brindar una experiencia digna de su música; melancólica y etérea. Under the sun y Dopamine fueron las canciones que detonaron el baile entre los asistentes y otras como Bent (Roi’s Song) y Take your time crearon un ambiente más tranquilo. DIIV dejó con ganas de más a quienes los escucharon y marcaron uno de los momentos más memorables del festival. Si se habla de creación de atmósferas, OM logró que el sonido viajara por los árboles del recinto y dejar a los espectadores en un estado de contemplación y reflexión, con música densa que es acompañada de oscuridad y tranquilidad. Siendo la primera vez en México de OM, mostraron una conexión con el público, que se unió a ellos en su sacra misa moviendo lentamente la cabeza a los ritmos lentos de la banda. Canciones de sus discos Advaitic Songs y God is Good sonaron desde el escenario, comenzando con Gethsemane, State of non-Return y Sinai. Cremation Ghat I y II, Meditation is the Practice of Death le siguieron, finalizando con Bhima’s Theme. Al Cisneros le reafirmó al público mexicano la oscuridad que puede lograrse a través de la música, al ser la segunda vez que viene al país con una banda, después de haberse presentado en el NRMAL de este año con Sleep. La noche había caído y con ella, la lluvia, aún así, la gente no se dejó apagar por ella, así como una gran fogata que se encendía en la zona de descanso del festival. A pesar de que varios decidieron protegerse del agua cayendo a cántaros en la carpa de la zona de comida o en el calor de la fogata, gran parte de los asistentes recibió a Wooden Shjips. Originarios de San Francisco, California, hogar del movimiento hippie a finales de los años 60, Wooden Shjips retomó la psicodelia y el viaje de ese movimiento y trasladó ambos elementos a cualquiera que escuchara su música, ya sea que estuviera hasta adelante o a la distancia. Canciones de su disco más reciente “V.” se escucharon en Las Caballerizas mientras la gente bailaba y disfrutaba bajo la lluvia, y fue bajo este ambiente húmedo, que Allah-Las y Unknown Mortal Orchestra tocaron para perpetuar la atmósfera de colores creada por Wooden Shjips. A pesar de que las bandas habían dejado tiempo de sobra, los horarios se respetaron bajo su logística. Es así, que la gente estaba ansiosa de ver al headliner del festival, la banda que lanzó 5 discos en 2017, que regaló a sus fans un disco y la posibilidad de editarlo en el formato que se quisiera, que tiene un álbum que se puede reproducir en un loop infinito: King Gizzard & the Lizard Wizard. La lluvia había finalizado, el frío acechaba el lugar, pero no el calor del público, que aguardaba pacientemente para ver a la banda liderada por Stu Mackenzie. Las luces se apagaron y las primeras notas de Rattlesnake invadieron los sentidos de los asistentes para después explotar con el verso repetitivo de la canción, los movimientos acelerados del slam no faltaron y el baile de King Gizzard cautivó a todos. Sleep Drifter, del Flying Microtonal Banana perpetuó la danza del público, que se deleitaba con los riffs microtonales influenciados por la música turca. Un disco al que la banda le puso énfasis en su concierto fue el mítico Polygondwanaland del cuál tocó temas como la canción épica de 10 minutos Crumbling Castle y otras como The Fourth Colour, Deserted Dunes Welcome Weary Feet y The Castle in the Air. King Gizzard fue recibido por el público como si ya fuera una banda de antaño, donde la melodía de las canciones era coreada por la gente y
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