Depósitio Sonoro

Vanguardia

Escuchar profundo, tributo a Pauline Oliveros

Pionera musical varias veces, Pauline Oliveros (1932-2016) fue una compositora y acordeonista estadounidense, figura central de la música electrónica experimental y de la postguerra a través de sus obras y conciertos. Su instrumento principal fue el acordeón que sintonizó y manipuló de forma improvisada y meditativa. Fue autora de libros, formuló nuevas teorías musicales e investigó nuevas formas de centrar la atención en la música incluidos los conceptos de “escuchar profundo” y “conciencia sonora”. Pauline Oliveros nació el 30 de mayo de 1932 en Houston, tuvo una niñez siempre acompañada por los sonidos de las lecciones de piano que tomaba su madre, por los cantos de pájaros y cigarras, y por los curiosos efectos de sonidos usados en sus series de radio favoritas. Tomando el acordeón como su instrumento principal, también aprendió a tocar el violín, el piano y la tuba. Cuando tenía 20 años se mudó a California en busca de aprender composición musical y se acercó a la improvisación gracias a colegas como Terry Riley o el bajista Loren Rush. En 1988 como resultado de descender 14 pies en una cisterna subterránea para hacer una grabación, Oliveros creó el término “escuchar profundo” como una disciplina auditiva que obliga a escuchar no solo los detalles convencionales de una actuación musical determinada (melodía, armonía, ritmo, entonación) si no también a escuchar los sonidos que rodean esa interpretación, incluido el espacio acústico y el ruido extramusical. Su interés en el “escuchar profundamente” la llevó a experimentar y crear música en lugares sonoros inusuales; era particularmente aficionada a producir música en lugares con propiedades reverberantes ricas como el atrio del Winter Garden, cisternas o lugares similares. Desarrolló un componente electrónico que adaptaba a sus instrumentos para que muchas de sus obras tuvieran esa densidad sonora en las salas de los conciertos de todo el mundo en donde se presentaba. Oliveros adaptó elementos de ceremonias y rituales encontrados en sus estudios sobre los indios nativos americanos y la religión oriental, y condujo retiros meditativos para compartir su disciplina artística llamada “conciencia sonora”. A partir de este momento desarrolló un principio musical que se basaba en la improvisación, la música electrónica y la meditación. Una estética musical diseñada para inspirar a artistas entrenados y no entrenados a practicar el arte de escuchar y responder a las condiciones ambientales en situaciones como solistas y en conjuntos. Oliveros creía en el acto de hacer música como un arte comunitario y viajaba por el mundo dirigiendo audiencias para Sonic Meditations en donde los asistentes cantaban y coreaban para de alguna manera contribuir al “rendimiento” de la música. A veces, cuando componía sus obras, las notas no eran notas tradicionales en un pentagrama, eran mas bien una lista de instrucciones para que los artistas interpretes o ejecutantes las siguieran, casi con la simplicidad de un zen.  Todo este proceso dio origen y nombre a un proyecto llamado Deep Listening Band integrado por la misma Pauline Oliveros, el trompetista Stuart Dempster y el compositor y vocalista David Gamper fallecido en el 2011. Con el tiempo, el estandarte de Deep Listening se extendió a retiros, talleres y conferencias en los que Pauline Oliveros compartía su disciplina artística.  En el año 2005 Oliveros fundó Deep Listening Institute definiendo su misión de innovación creativa a través de las fronteras y las capacidades entre artistas y público, músicos y no músicos, médicos y discapacitados físicos o cognitivos, y niños de todas las edades. Entre otros proyectos el instituto apoyó el desarrollo de un software que permitía a niños con discapacidades físicas o cognitivas crear música improvisada. En sus ultimas años de vida Oliveros creó vínculos con instituciones y grupos como el International Contemporary Ensemble logrando tener presentaciones en lugares tan emblemáticos como el Lincoln Center o el Miller Theatre de la Universidad de Columbia.  Oliveros murió mientras dormía en su casa en Kingston el 24 de noviembre del 2016 a la edad de 84 años dejando un legado musical que permanecerá a través del tiempo en las mentes de artistas y público amantes de la experimentación sonora. Las composiciones de Pauline Oliveros enriquecen la imaginación musical, expanden los oídos y tal vez, incluso el alma. 

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John Cage aseguraba que no existe el silencio en este mundo

  Ni estando en un cuarto aislado ni quedándonos estáticos podemos lograr que haya un silencio total; el latido del corazón, el sonido de nuestra respiración o el simple andar del viento lo impiden. Esto fue parte del análisis del compositor y músico John Cage (1912-1992), quien con sus reflexiones  hechas a partir de su visita en 1952 a una acústica anecoica, en la Universidad de Harvard, hizo que la concepción del silencio tornara en otro sentido. Su experiencia al permanecer dentro de dicha cápsula, se dio cuando al tratar de lograr un momento de silencio absoluto, seguía percibiendo dos ruidos, uno agudo y otro grave: su sistema nervioso en funcionamiento y su sangre circulando. Descubrió que siempre hay sonidos y nunca existe el silencio total. Este descubrimiento llamado “silencio más que sonido” fue derivado de sus estudios en filosofía Zen, la cual influyó siempre en su obra musical. La idea de continuidad y no-continuidad introdujeron el concepto de silencio como un elemento más en la música, reducida a la idea de un hecho acústico abandonado a la intención de oír. En el mismo año de 1952, al ver las Pinturas Blancas de Rauschenberg, Cage publicó la “pieza silenciosa” llamada 4′33″, título que hace referencia al único elemento común entre la música y el silencio dentro de patrones de duración; excluyendo volumen, tono y timbre. La pieza propuso un estadio estático en su ejecución, en la que el intérprete permanecía en el escenario sentado junto a un piano sin tocarlo, observando las partituras y pasando las páginas simulando ser leídas. El resultado de la pieza se componía de sonidos gestuales del compositor, los sonidos propios de la sala, del público y las resonancias del exterior. 4” 33 tenía por objetivo que las personas del público se centraran en el acto de escucharse, de pensar en sí mismas y no en lo que el músico expresaba a través de su interpretación. Según Cage, “el propósito se cumple si la gente aprende a escuchar”. Sin el silencio el ruido no existiría, ni las métricas. *El silencio como sonido acústico perpetuo *El silencio como flujo de ondas desconectadas *Sin el silencio viviríamos en un caos sonoro Ahora, los invitamos a prestar oídos a la pieza silenciosa de John Cage.

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