The Body ha evolucionado a través del tiempo trabajando arduamente sobre su sincronización musical, hay que perderles el miedo como ellos lo han hecho consigo mismos. Eso, les ha ayudado mucho a mejorar, no sólo en sus colaboraciones corales en registros anteriores, específicamente en I Shall Die, que es una de sus armas más potentes dando sin lugar a dudas al sonido un mayor sentido de hechicería, de magia industrial combinada con brujería punk ciertamente muy de ocultismo en donde aquí se percibe la influencia de The Haxan Cloack y como trabajó con ellos. Gracias a esa incursión, los registros permiten ruidos maquinados mezclados perfectamente para abrir la imaginación hacia una obra de terror, donde se acaba de saber que algo malo está llegando a la vuelta, pero el sentido de la anticipación es tan hábilmente orquestado que el miedo sólo se aumenta cuando el momento finalmente llega. The Body es hoy en día uno de los mejores ejemplos de que la electrónica tiene un nuevo eco que nunca ha dejado de asociarse al movimiento del industrial music, llámese Cabaret Voltaire o los icónicos Chris Carter y Cosey Fanni Tutti, aunque paradójicamente sin repetir en sí mucho de ese mundo por más claras que tengamos sus influencias. The Body es en última instancia, un remolino convulsionante de noise estratosférico hacia una visión del mundo inexorablemente sombrío.