Dice la leyenda que Woody Allen no deja de ir a tocar con su banda de jazz por nada, de preferencia los lunes. Incluso, dejó de ir a Los Ángeles cuando ganó el Oscar por Annie Hall, en 1978, porque era día de tocar su clarinete.
Woody, más que técnica, es pasión. Simple, sin rodeos, enérgico y con actitud. “La música siempre ha sido una actividad esencial en su carrera. Cuando era exclusivamente stand-up comedian, actuaba ya en pequeños clubes de Manhattan tocando jazz estilo Nueva Orleans. En 1971, año en que apareció Bananas, apenas su segunda película como director, apareció en el show de Dick Cavett tocando el clarinete. Para El Dormilón (1973), su cuarta comedia, tocó con la Preservation Hall Jazz Band en la banda sonora, impresionando incluso a los músicos más veteranos no sólo por su habilidad instrumental, sino por su enciclopédico conocimiento de su música: discos, nombres, canciones, fechas. Judío, intelectual, afincado en Manhattan, director de culto de cine y músico de jazz. Todo eso es Woody Allen”.