La Ciudad de México: Esos 195 decibeles cotidianos que rebasan por mucho los 70 recomendados para mantener una buena salud audible. Sin embargo, en esta gran metrópoli pregoneros y trolebuses se mezclan con las voces disidentes de cada marcha del-ángel-al-zócalo para crear una sinfonía que a algunos podría no gustar pero que son, sin dudarlo, el paisaje sonoro que nos identifica.
El documentalista Everardo González (Los ladrones viejos , 2007; El paso 2015; La libertad del diablo, 2017; entre otros) conoce bien la potencia emotiva que el campo sonoro puede provocar en los espectadores; por ello, toma como materia prima lo cotidiano para convertirlo en poesía.
Se auxilia en lo sonoro del ilusionista del lenguaje Rojo Córdova quien con su amplio rango vocal lleva el slam poetry a la búsqueda del arte sonoro. Y en lo visual, de una iluminación impecable de los rostros que vemos cotidianamente en el vagón del metro, en el crucero o al ras de la banqueta.
En palabras de Everardo González: “Esta pieza es una invitación a saturar el oído y apreciar el silencio que ofrece una noche de ciudad que nunca descansa. Una pieza que celebra al defeño traficalino, tapichulo, guajoloteño, cafrepolitano, sanjudasliber, al subalehaylugarseño y quesadillaltecotl pero nunca jamás al cedemeco.”
Visítala en el primer piso del Museo de la Ciudad dentro del marco de la exposición “Miradas a la ciudad. Espacio de Reflexión urbana”. Dirección: Pino Suárez 30, Col. Centro de la CDMX, C.P. 6060, Deleg. Cuauhtémoc.