¿Qué podemos entender por “música de culto”?
Abrimos un debate con relación al tan sonado término: “música de culto”, ¿Qué significa realmente? ¿Es un término real o sólo una concepción particular? Preguntamos a algunas personas involucradas en la música y nos dieron su opinión. Por Julián Woodside, semiólogo e historiador Cuando compartimos con otras personas afinidad por ciertos estilos musicales detonamos procesos de comunidad, lo cual implica complejas dinámicas de interacción entre artistas, público, periodistas, gestores, etcétera. Aquí podríamos simplificar la discusión al plantear que los estilos musicales y el imaginario a su alrededor conforman campos culturales, retomando algunos planteamientos del sociólogo Pierre Bourdieu. Como cualquier otro campo cultural, la afinidad por un estilo musical implica tensiones entre prácticas de ortodoxia (es decir, que mantienen el status quo del campo) y de heterodoxia (que lo cuestionan). Así mismo, el quehacer cotidiano de la comunidad promueve la perpetuación de “reglas” de dicho campo, así como el surgimiento de guardianes de su memoria. De esta manera, toda esta contextualización clavada permite comprender lo que ocurre cuando hablamos, por ejemplo, de “wannabes” y “posers”, pues son aquellos que se esfuerzan por pertenecer a un campo cultural y aquellos que emulan superficialmente las formas del mismo, respectivamente. ¿Qué tiene que ver todo lo anterior con aquello que definimos como música de culto? Se trata de formas musicales que colectivamente se considera debe rendírseles “culto” por ser clave para la perpetuación del imaginario y valores del campo cultural. Es decir, que legitiman implícitamente el presente del mismo. Sin embargo, no hay música que sea intrínsecamente de culto, pues es una cualidad que se adquiere en función de los valores e historicidad de la comunidad. Estos valores cambian con el tiempo, por eso lo que para una generación puede ser algo de culto, para otra puede representar valores obsoletos, e incluso contrarios a lo que se “defiende” colectivamente. Si en el campo de un estilo musical una pieza o un artista encarna los valores más importantes de una época, lo más seguro es que con el tiempo se vuelva de culto. Esto ocurre sobre todo si permite legitimar el presente de quienes dominan las formas de dicho campo, es decir, su identidad y genealogía. Pensemos, por ejemplo, los procesos de legitimación que han tenido grupos como Green Day o Blink 182 en el campo del punk rock, así como la manera en la que Joy Division ha sido revalorado después de años de estar prácticamente en el olvido. Los procesos son complejos, pero para entender por qué algo puede ser considerado de culto hay que ver tanto el pasado como el presente del campo cultural en cuestión. Finalmente, un campo cultural musical funciona como un estado-nación: tiene un territorio (sonoro, consolidado a partir de rasgos estilísticos), reconoce una historia compartida (con todo y sus mitos fundacionales) y perpetúa un capital simbólico a partir del quehacer cotidiano. La música de culto es aquella que permite mantener cohesión e identidad en un campo. Sin embargo, en el momento en el que ésta pierda vigencia para el presente de la comunidad, caerá en el olvido, tal como ha ocurrido con muchos mitos, héroes y monumentos en otros contextos. Y así será, hasta que alguna generación le encuentre utilidad para legitimar su presente. Por Alfredo Gallardo, Director del sello discográfico Substrata Culto es una palabra muy fuerte e interesante, los antropólogos y sociólogos de la religión estudian el culto porque es una acción comunitaria e individual que vincula al ser humano con el todo antropocósmico o fragmentos de éste. Existen muchas investigaciones al respecto sobre la música en torno al culto; por ejemplo, Marius Schnider con su libro El Origen Musical de Los Animales Símbolos en la Mitología y Escultura Antiguas, así como algunos otros de Mircea Eliade, Joseph Campbell y otros mitólogos. Por ende, la música de culto como tal no existe en la cultura pop en tanto fenómeno moderno y contemporáneo, pero si existió en épocas que se pierden en los confines de los tiempos, desde sociedades cazadores de tradición animista y chamánica. En el tardío siglo XX y si lo vemos desde el lado social y del lado de la publicidad, el fenómeno de la música de culto es que una figura del espectáculo le muestra cosas interesantes al escucha, son especie de revelaciones, cosas que si bien nunca habían sido dichas hasta ese momento fueron dichas por esa figura que se vuelve una especie de ídolo al que se le respeta y se le rinde devoción, una especie de agradecimiento por liberar y confirmar esa expectativa social. Entonces, el detonador, es la voz y el sonido, el fetiche o el artefacto es el formato y el “culto” es el hecho social que congrega a la gente al rededor del mensaje; ya sea en vivo o reproducido. En el pop no existe el culto, no hay música sagrada, es de hecho todo lo contrario: es profana, aunque el sentimiento en el individuo sea de beatitud o éxtasis. No es música religiosa pero se parece en el fenómeno de congregación y fetiche así como en el formato “magister Dixit” de los espectáculos actuales. Eso de música de culto es más una especie de marketing y fanatismo propio de la cultura del pop y sus subculturas. Por Rodrigo Alcocer, fotógrafo Lo entiendo como todo aquello con un grupo de muy fervientes entusiastas compacto, relativamente homogéneo, con conocimiento enciclopédico de las minucias más ridículas y cuya expresión pública de entusiasmo y gusto por tal banda, género o canción entra en la esquizofrenia de pontificar sobre lo chingona que uno considera a tal banda o mantenerlo relativamente secreto para evitar que otros, de quienes conscientemente nos queremos distinguir, nos lo arruinen. Una cosa chistosa es que para muchos las bandas de culto no te tuvieron que tocar temporalmente, eso no lo creo tan importante. Yo sigo siendo un poco romántico al respecto y darle status de culto a algo implica tener un release físico probablemente autoeditado que quizá tuve en mp3 a 128 o
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