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Reseña de The Beggar, el nuevo disco de Swans

Para muchos de nosotros, el lanzamiento de un nuevo disco de Swans es un evento canónico, un día que marcas en tu calendario y que esperas con emoción, curiosidad y grandes expectativas, similar a la navidad para los creyentes. Ya repetiste los sencillos, revisaste la alineación e incluso intentaste adivinar a qué sonarán los siguientes tracks, pero la única forma de liberar esta curiosidad es finalmente llegar a la fecha prometida, ponerte los audífonos y dar play.

¿A qué suena The Beggar? Sería pretencioso decir que es un disco que suena diferente y está sumamente evolucionado al resto de los anteriores (en un afán de que el lector corra a escuchar este material con expectativas poco realistas), y aunque sí hay un poco de verdad en lo último, es que un disco que suena a lo que Michael Gira lleva haciendo desde de la última década con materiales como To Be Kind, que vinieron a renovar la actividad de la banda y además a conectar con un público que ya entiende a Swans como lo que es, una banda legendaria, sobresaliente y quizá lo más importante de todo: referente para muchas otras que intentan emular del trabajo de Gira y compañía o que simplemente toman los elementos que mejor les funcionan

El 16º disco de estudio de la banda se compone de once tracks, cada uno con su propio espíritu, idea y creatividad pero siempre manteniéndose coherente dentro del universo de todas las posibilidades sonoras que Swans tiene, la cuales desde principios de los ochenta no son pocas. Considero que resulta innecesario desmenuzar cada track del álbum, ya que cada quien tendrá su propia perspectiva del mismo, sin embargo me llama mucho la atención el contraste que una canción puede tener con la otra y aún así formar parte en el mismo lienzo. Uno de los primeros “sencillos” para presentar este material fue Los Angeles: City of Death, que es la canción más melódica y fácil de escuchar en The Beggar, modesta en cuanto a su longitud, con elementos de rock fáciles de reconocer, radio friendly y me atrevo a decir que hasta pegajosa, claramente pensada para enganchar de manera inmediata a una nueva audiencia y servir su propósito de sencillo. En el otro extremo encontramos una canción como The Beggar Lover (Three), que despliega toda la majestuosidad sonora que la banda ha ido perfeccionando con el tiempo, jugando con el ruido, texturas, repetición y sirviendo como un ejemplo perfecto de arquitectura, una masterclass en cuanto a cómo crear tensión, creando una narrativa a través del sonido, perturbadora, un tanto abrumadora pero hermosa.

Este es un material que debe de escucharse de principio a fin, sí, sus ciento veinte minutos completos y de preferencia sin interrupción, así como cuando uno ve una película, apaga su celular y enfoca todos sus sentidos a la pieza que se la presenta frente a sí mismo. El disco exige tiempo, concentración, un tanto de análisis y lo más complicado en estos tiempos: presencia. Quizá es por esto que casi todo los materiales en los cuales Michael Gira está involucrado están lanzados en un formato físico, cuando se trata de música generalmente en vinilo, en disco dobles que ocupan un espacio en tu casa, que exigen que los limpies, des vuelta cada que la canción termina y un arte al cual no puedes ser indiferente.

Para algunos artistas el lanzamiento de un disco sigue siendo (al igual que para sus fans), una suerte de ceremonia mística que si bien requiere de ciertas exigencias, da un recompensa enorme, la cual sólo se intensificará conforme las repeticiones aumenten. ¿Cuántas bandas dentro de su propia escena pueden lograr esto?

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