Columna Estoy Escuchando presenta: Nevermind, de Nirvana
TEXTO por Abraham Garcí[email protected] Este 24 de septiembre cumple 30 años el álbum que lanzó al estrellato la breve carrera del grupo oriundo de Aberdeen, Washington. En retrospectiva se puede decir que temas como “Smells Like Teen Spirit”, “Come as You Are” o incluso “Lithium” ya son hasta triviales canciones de rock de bar porque no podrían sorprender a nadie, y tal vez se deba a que en alguna época se les escuchó hasta el hartazgo; que Nevermind supuso para el grupo la venta y prostitución de sus valores punk (del sello independiente Sub Pop brincaron a Geffen Records, actualmente propiedad de Universal Music Group), y también que con su lanzamiento al mercado el mismo líder del grupo, Kurt Cobain, se plantó en la punta del iceberg como influencer iconoclasta de una juventud acaparada por MTV, el indiscutible juez de lo que por entonces era la tan llamada “buena música”. A mis infantiles 6 años, recuerdo que “el del bebé” o “Nevermind” (si miras bien la tipografía, podría parecer que eso dice el título) fue junto con el Greatest Hits de Queen, o En vivo!!! En la cárcel de Santa Martha de El Tri, uno de los primeros álbumes de rock que escuché en la vida. Llegaba a la tienda de discos de papá y en el reproductor de cd’s quitaba lo que sonara en ese momento para ponerme el Nevermind a máximo volumen. Aún no transcurría el primer minuto de “Smells Like Teen Spirit” cuando mi papá ya había corrido para bajarle, o a veces quitarlo, debido al estruendo que provocaba. Pero logré escucharlo de cabo a rabo en esa época. Es que era el caos y la rudeza, eran las ganas de por fin apetecer bailar y brincar como loco sin que preocupara la apariencia ridícula de los movimientos, era ser libre con el cuerpo. Resultaba sumamente atractiva la estampa de Cobain en las fotos del interior del álbum. Por un lado, se le veía la rebeldía de dar el dedo medio, ataviado en su chamarra de cuero; en la foto azul mostraba su mirada presente/ausente y en la foto en blanco y negro su sonrisa parecía decir “aquí estoy, pero no es tan divertido como parece”. Era como un niño problemático con el que te dicen tus padres que no te juntes, pero a la vez uno que inspira mucha familiaridad y empatía. En la secundaria, que ya tenía un gusto más desarrollado y consciente, Nevermind volvió a mi vida. Cuando niño no tenía idea de quién era el grupo ni de qué iba, debido a que estaba en mi infancia con mis juegos y mis juguetes, pero a los 13 o 14 años fue que descubrí el mito de Cobain y todo lo demás. Nevermind era un deleite para escuchar mientras dibujaba. Se ha hablado que no es el mejor álbum del grupo, que ahí no están sus mejores canciones en cuanto a la totalidad de su repertorio (yo prefiero “About a Girl”, “Dive”, “All Apologies” o el cover a “Where Did You Sleep Last Night”), ni que representa bien el estilo musical que practicaban (“está más chido Mudhoney, Hüsker Dü eran más atascados y Sonic Youth le pensaban más para sonar viajados”). Pero es que el sello de la casa en ese momento parecía ser la melodía, a la usanza pop; tienes un sonido limpio, fácil de digerir y melodías pegajosas, con letras impregnadas de identificación con gente forajida, en el tono “sí, qué bien que estoy acá triunfando, pero sé que no encajo, yo quiero ser auténtico y llegar tal como soy”. Como producto, resultó perfecto para vender la inconformidad de la adolescencia a masas de adolescentes inconformes que usan desodorante Teen Spirit (que no caiga en el olvido que eltítulo de la canción hace referencia a eso). Cuando leo que mucha de la gente involucrada en el álbum dice que no esperaba el bombazo que fue (desbancó al Dangerous del Michael Jackson en su momento cumbre de la posición top en la lista de ventas en Billboard), la verdad es que lo dudo. Sin embargo, existe la leyenda, documentada por Charles R. Cross en Heavier Than Heaven, de que originalmente Cobain quiso nombrar Sheep (Borrego) al álbum y hasta se inventó un lema publicitario en broma que decía “Porque tú no quieres serlo; porque todos lo son”. Tal vez Nevermind no sea el mejor álbum de los años noventa. En estos tiempos se han revalorado tantos grupos de esa década que en su momento no lograron alcanzar a su público (me viene a la mente Slowdive, que se fueron porque ya casi nadie les daba bola), que no me extrañaría algún día aparezca alguna una gema enterrada con la que se diga “wow, ¿por qué no fueron ellos quienes pegaron?”, pero el álbum que grabaron Krist Novoselic, Dave Grohl y Kurt Cobain en 1991 continúa como un estandarte musical de su época, como en su momento tal vez lo fue Rubber Soul de The Beatles, porque ya se ha convertido en algo básico, pero no por ello menos fundamental, pues influyeron de manera directa o indirecta en la percepción generacional y posterior de cómo concebir la música, para crearla y para disfrutarla. Al día de hoy “Lounge Act” es mi tema favorito. Más que nada por el bajo de Novoselic, que en todo momento conduce a los demás, hasta lograr que Cobain imite los acordes con la guitarra. La letra, con la tensión del triángulo de amor bizarro como tópico, parece encriptada; por momentos le habla a la amistad con derechos (“no puedo dejar que me sofoques, quisiera pero no funcionará”) y en otros a su rival (“prefiero ir por mi camino para probar que todavía puedo olerla en ti”), mostrando una decepción latente y consciente, incluso anticipada al desastre (“tengo esta amiga que me hace sentir que quiero más de lo que puedo robar; me arrestaré y usaré un escudo”), pero desgarrando las defensas sin mostrar arrepentimientos, cual Gran Gatsby de
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