Depósitio Sonoro

Ramones

Escucha I Wanna Be Sedated de los Ramones tocado con un dulcimer

El músico Sam Edelston puede sacudir el duclimer. En su canal de YouTube, escribe: “Los dulcimers son instrumentos de rock natural. De hecho, incluso digo que los dulcimers están entre los mejores instrumentos musicales del mundo y merecen ser conocidos por el público en general, la forma en que todos conocen las guitarras y los ukeleles.  Aunque se asocian con viejas canciones y melodías populares, los dulcimers también son excelentes para una impactante variedad de música moderna. Hago estos videos para inspirar a más personas a tocar y escuchar música de dulcimer en diversos estilos no tradicionales”   Sam Edelston realizó una versión realmente inesperada de la icónica canción de Ramones “I Wanna Be Sedated” en un dulcimer eléctrico. Edelston realiza versiones acústicas y eléctricas de todo tipo de música popular, rock y folk. Tampoco rehuye de las canciones punk, heavy metal y rock clásico, o se limita a un solo dulcimer a la vez. En su canal de Youtube puedes escuchar todas las versiones que ha realizado. El dulcimer está compuesto de varias cuerdas de alambre dispuestas en grupos de dos a cinco por nota, y distribuidas a lo largo de una caja de resonancia plana y con forma trapezoidal. Las cuerdas pasan sobre puentes que se encuentran acoplados en la caja armónica. Cada cuerda está equipada con una sordina controlada por un pedal. Es un antecesor del piano, aunque no posee teclas; tiene su origen en el Oriente Próximo, probablemente, como el santur persa. En España fue conocido en el siglo XII; y hacia 1800 había llegado a China, país en el que se le llamó yangqin (cítara extranjera). Este instrumento se encuentra en la música folclórica de toda Europa; como ejemplo está el hackbrett suizo, el cimbal checo y el santuori griego. A finales del siglo XIX, el dulcémele húngaro, el címbalo o cimbalom con mazos dio lugar a un elaborado instrumento, totalmente cromático con cuatro patas y un pedal de sordina como el piano. Se utiliza en la ópera de 1926 Háry János, del compositor húngaro Zoltán Kodály.

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La música en modo nostalgia, o de cómo cancelamos el futuro

El futuro, aquello que excitaba las mentes en décadas pasadas, ha quedado reducido a unas cuentas obras de la ciencia ficción. La cultura pop ha encontrado un oasis de contenidos en el pasado. Se dice que la innovación es uno de los estímulos más seductores para la cultura contemporánea, sin embargo, lo innovador ha quedado lejos de imaginar algo más allá del presente y su pasado, vivimos en una constante cancelación del futuro. Series de TV, reencuentros, reediciones de discos y libros, películas en live action de clásicos animados de nuestra infancia. Es la tendencia, es lo de hoy. ¿Qué nos hace desbordar las emociones del recuerdo y la añoranza? El pasado y la idealización del mismo; dicha idealización dotan al pasado de momentos significativos, mismos que hacen importante nuestra constitución de la identidad y cómo nos experimentamos a nosotros mismos frente al mundo.   En el caso de la música, nos conduce de manera directa a nuestro pasado, y a la forma en la que nos experimentamos a nosotros mismos. Simon Frith lo dice de una mejor manera: “Lo estético describe la calidad de una experiencia (no la de un objeto); significa experimentarnos a nosotros mismos (no solo el mundo) de una manera diferente.” Por ello, cuando escuchamos a la banda favorita de nuestra preparatoria, revivimos la experiencia estética, más allá de lo que la banda o artista, pueda decir melódica o líricamente; sin embargo, es un pasado muerto, un lugar al que no tenemos acceso, por ningún medio más que el de la fantasía. La filósofa mexicana Julieta Lomelí en su reciente texto “Poética de la nostalgia” cita a la a escritora Svetlana Boym: “es un anhelo por un hogar que ya no existe o que nunca ha existido. La nostalgia es un sentimiento de pérdida y desplazamiento, pero también es un romance con la propia fantasía”.   Ése romance con la fantasía, ha sido muy bien canalizado por el consumo, que ha explotado la idealización de esa fantasías, porque sin idealización no hay romance. Vivimos en un éxtasis cada vez más compulsivo por el pasado. ¿Nos estamos esforzando de más por montar una vida lo más apegada al pasado? ¿Por qué una banda hoy en día querría más sonar a los Ramones que postular una imaginativa del futuro al estilo Kraftwerk? No encontramos muchas referencias al futurismo, sin embargo, si encontramos muchas versiones actuales de referencias a artistas del pasado. Es más común escuchar que una “nueva” banda hizo una versión de indie rock sobre el estilo de Chuck Berry.   Frederic Jameson lo explica mejor: No obstante, la palabra “versión” resulta anacrónica en el sentido de que nuestra conciencia de la pre existencia de otras versiones. El mismo Jameson habla del “modo nostálgico” el cual deja fuera a la nostalgia desde la óptica de la psicología. El modo nostálgico atañe más bien a las técnicas “un apego formal a las técnicas y formulas del pasado, una consecuencia del abandono del desafío modernista de crear formas culturales innovadoras adecuadas a la experiencia contemporánea”.   En el libro de “Los fantasmas de mi vida”, Mark Fisher postula como ejemplo de lo antes mencionado, el vídeo de los Arctic Monkeys con la canción de “I Bet You Look Good On The Dancefloor”. Genuinamente creí que era algún tipo de artefacto perdido de un momento cercano a 1980- comenta. Vídeos como esto donde las bandas no representan si no simulan estar en décadas pasadas y pertenecer a ellas, es cada vez más común. The Strokes con “Last Nite” o The Growlers con “Love Test” son 2 ejemplos cercanos al modo nostalgia. Fisher abrocha espléndidamente explicado esto: Las discrepancias en la textura –resultado de las técnicas de grabación y los estudios modernos – denotan que no pertenecen ni al presente ni al pasado, sino a una era implícita “sin tiempo”. La moda de la nostalgia y su consumo.   Sin duda, el pasado nunca estuvo más en tendencia que en nuestros días. Aún recuerdo las vueltas que di por las tiendas de tenis tratando de encontrar un modelo de Adidas. Quería los Gazelle, pero no la nueva versión del modelo, quería la pasada, los que usaba Jay Kay. ¿Mis argumentos? Lo clásico del modelo, los colores y el diseño. ¿Cómo es posible que un producto lanzado en 1960 sea el objeto del deseo por moda? En realidad, el objeto no es la moda ni la tendencia, sino lo retro. Lo que simula. Dentro de ello no sólo existe un sentimiento de originalidad, también de superioridad y distinción, esto afirma que el paso fue superior al presente negado el futuro, al punto en el que la vanguardia cultural nos parezca anticuada o muchas veces ridícula. Recuerdo el film de Noah Baumbach con: Ben Stiller, Naomi Watts, Amanda Seyfried y Adam Driver. La historia va de una pareja sumida en la cotidianidad de una vida sin sobresaltos pero en crisis; ella con la presión social de no tener hijos y él, atravesando un bloqueo creativo para su próximo documental, hasta que conocen a una pareja de jóvenes hipsters y enamorados del pasado. Dicha pareja de jóvenes retrata perfectamente el culto desmesurado hacia el pasado, dejando ver sus postulados en los diálogos, idealizando no sólo la forma en la que se vivía, sino los objetos y escenarios, creando un montaje que a toda costa busca escapar de su presente.   En la música no es muy diferente. La industria del disco marcó toda una forma de consumir música en los años 90, y aunque el CD sea casi obsoleto, el casete ha encontrado un segundo aire para las bandas emergentes que deciden sacar su música por medio de ese canal, o bien, bandas consolidadas que recurren a la nostalgia para recuperar sus inversiones. Hace unos días en Berlín, Sony confirmó el relanzamiento de uno de sus aparatos más entrañables: el Walkman TPS-L2. El Walkman tal como lo conocemos, en su momento fue una ruptura de la forma en la que se escuchaba y

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“Don’t worry about me”. A 18 años de la muerte de Joey Ramone

Lo siguiente que van a leer lo escribo no como periodista musical o como colaborador de Depósito Sonoro, no, en esta ocasión lo hago como un gran admirador de la música de los Ramones y en especial de lo que representa la figura de Joey Ramone. Justo hoy que abría mis redes sociales salió en mis recuerdos una publicación de hace ya varios años, 7 para ser exactos, donde comunicaba a mis contactos la salida de un álbum póstumo del ex vocalista de los Ramones : Ya Know. Cada 15 de Abril me es inevitable ponerme melancólico y poner una rola de los Ramones o de Joey en Solitario. Sin duda es una de las voces que han marcado mi vida y sé que la de muchos de ustedes que nos leen también, y me/nos lamentamos tanto de no haberlo podido ver en vivo. Quizá estas líneas hablan mucho de mí pero lo hacen justo por la relación que Joey tuvo conmigo y seguramente alguien se identificará también, es decir, su voz, su energía, sus gritos y su grito de “Hey Ho, Lets Go”. Cuando adolescente, me sentía un amigo de él, coreaba sus rolas, rompí mis pantalones, vaya, quería cantar como él.   Joey jamás representó al punk como lo concebimos, nunca fue ese agresivo-anarquista rabioso en el escenario que escupía al público o que lanzaba consignas, él representaba curiosamente todo lo contrario, fuera del escenario. Joey representó al nerd que sobresale, al chico retraído, al introvertido que lleva a un súper héroe escondido. Hablar de Joey Ramone en mi opinión, es hablar de dos personas, Joey debajo del escenario y Joey con su banda. Joey fuera de los escenarios era justo lo antes mencionado, introvertido, divertido, nerd, vaya, hasta medio tonto, tan tonto y noble que su guitarrista Johnny le dio baje con la novia, noble porque, a pesar de ello, siguió en giras y giras con el tirano que le robó a la chica, con el peor de los enemigos y aún así siempre mostró esa “buenaondéz”. Pero si hablamos de Joey dando un show hablamos de una persona distinta, ahí él representaba poderío, energía, contundencia, aun con su cuerpo larguilucho y escuálido, se imponía en el escenario, valía madre que fuera el feo de la banda, el raro, el “fricky”. Él era una especie de dios (y no dicho por mí, sino por  muchos).   Ya son 18 años sin la voz de los Ramones, sin la voz de ese alguien que, sin su banda y sin un tal Hilly Krystal el punk no hubiera existido, y muchos dirán “estás diciendo estupideces”, pero no, sin la voz de Joey Ramone y compañía, el punk no hubiera existido. Ya son 18 años sin un icono. No pudo ver su inducción al “Rock and Roll Hall Of Fame”, el cáncer acabó con su vida. No quise introducirme en su música, en su legado porque eso está ahí, tangible y alcanzable con sólo un click. Si me preguntan qué disco recomendar de él, sin duda el último que se editó, ese “Ya Know” con su portada en blanco y negro con la foto de él de la cintura hacia abajo en aquella postura característica, muy de él cuando cantaba. “I Couldn’t Sleep” es mi tema favorito, escúchenlo, víbrenlo y brinquen en donde quiera que estén. Joey, así de largo y desalineado fue un gran líder de una gran banda y una gran influencia si no, pregúntenle a Faris Badwan de The Horrors.   Van a pasar los años y seguiré recordando a Joey como hoy y como cada día pues en mis bocinas de donde esté siempre, cada día sale la voz de él en alguna de sus rolas con su banda Ramonezca o de él en solitario. Se fue, como muchos grandes en 2001 pero siempre nos quedará un “HEY, HO, LETS GO!” para gritar a todo pulmón.

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RAMONES. La revolución divertida en 29 minutos y 4 segundos

Motorhead logró meter la historia de Ramones en una breve canción de speed metal que dura 1:26. Lemmy les confeccionó un tributo a la medida si se considera que el primer disco de Ramones es una revolución pop en 29:04.   40 años después todos los originales están muertos. Joey, Tommy, Dee Dee y Johnny. Y Lemmy. Y Arturo Vega, su director de arte y creador del logotipo manoseado hasta la ignominia. Un Ramón tras otro fueron cayendo en el cumplimiento de su misión: rescatar al rock del estanque, el oropel y la indulgencia. Lo renovaron con estamina y actitud para desmadrar con sus incursiones rítmicas y sus ráfagas de sonido al grito de batalla: Hey! Ho! Let´s Go! En esa guerra lanzaron la bomba punk, el disco que explotó a mediados de los 70 en Nueva York, cuya onda expansiva resuena a cuatro décadas de distancia.   “Máximo Minimalismo Metronómico” Así los definió el productor Craig Leon, el hombre clave en la realización de su primer disco, Ramones, en febrero de 1976. Los grandes grupos suelen tener una deuda sonora con un productor y el cuarteto de Queens no fue la excepción. El talento silvestre de cada Ramón es indiscutible a estas alturas, Craig Leon –el Sam Phillips de Elvis Presley, el George Martin de los Beatles o el Andrew Loog Oldham de los Rolling Stones– canalizó esa energía primigenia para construir un sonido definitorio. Motivado por Danny Fields –el publicista ex manager de los Stooges que le pidió dinero a su mamá para armar a los Ramones con amplificadores Marshall–, Leon los llevó a Sire Records y les consiguió el contrato con los Seymour para grabar un álbum. Luego les hizo un disco clásico en seis días con 6,400 dolaritos y genialidad de alto wattaje. Craig Leon acertó donde Phil Spector falló (a quien le tomó seis meses y 500 mil dólares terminar la sinfonía punk, End of the Century), respetó el concepto elemental del grupo y el principio creativo dado por Tommy: concentrarse en la sustancia y eliminar lo innecesario. Para Johnny y Dee Dee, guitarrista y bajista que estudiaron en colegios militares, era el famoso ataque relámpagoen cada canción (a ellos se debe el logotipo y el uniforme urbano de chamarra negra, playera, tenis y jeans rasgados). Así empieza el disco, con Blitzkrieg Bop, su llamado a la revuelta. Para Tommy, baterista y co productor de varios discos ramonudos, las canciones eran como el oleaje de un tsunami eléctrico que golpeaba, barría con todo y se iba. Leon también tenía su perspectiva, le parecía que cada concierto de Ramones era una pieza espontánea de arte sonoro. Tenía la intención de grabar las catorce canciones sin interrupción, como lo hacían en vivo con el conteo 1, 2, 3, 4 que inventó Dee Dee para unirlas en dos bloques, los lados A y B. Así lo grabarían, como lo hicieron después Tommy y Ed Stasium en los cuatro lados de It´s Alive, el mejor disco de punk. Pero sería difícil tocarlo en el radio, así que sólo redujo las pausas, aplicó el conteo en unas canciones y unió dos. Esta suma de visiones musicales, la militar + la natural + la artística, dio como resultado un disco que desvió 45 grados el curso del rock a 33 revoluciones por minuto.   Desafinados y desaliñados Generaban un trance de sonido en media hora y la idea era encapsular ese momento en el estudio, utilizando las técnicas de grabación de los Beatles que productor y grupo idolatraban. Todas esas técnicas se encuentran bien documentadas en El Sonido de los Beatlesde Geoff Emerick, su ingeniero de sonido. Los Ramones no tocaban solos de guitarra ni de batería. Tampoco introducciones ni finales. Nunca usaron efectos en los instrumentos, puro volumen. Las letras salían disparadas por una voz gangosa en algún extraño idioma salido del radio, la televisión, el cine, los cómics y la calle, filtradas por un humor suicida: historias sobre sustancias, armas, chavas descabelladas, nazis, asesinatos, masacres, batazos a los niños, navajazos a los dealers y una postura política chiflada en Havana Affair: Sent to spy on a Cuban talent show / First stop, Havana go go! / I used to make a living, man / Pickin the banana / Hooray! for Havana / Baby baby make me loco / Baby baby make me mambo.Eran una nueva corriente, el rock melódico más rápido, austero y delirante que hasta entonces se había tocado, cuya raíz musical no estaba precisamente en el blues –como lo afirmaba Johnny. Su propósito era sonar diferente y su técnica tenía que ver con un movimiento veloz de la muñeca y muchos huevos. Por supuesto, el zumbido permanente de la guitarra, el ritmo del metrónomo parpadeante y el desmadre lírico volaron en mil pedazos en el radio y la prensa, donde ganaron más enemigos que simpatizantes. Pero hicieron visible el fonómeno musical que había estado gestándose bajo la superficie. La funda es arte por el frente y arte por atrás. En la portada la imagen icónica tomada por Roberta Bayley, fotógrafa de la revista Punkque editaban John Holmstrom (“El punk es una mano inexperta”) y Legs McNeil, autor con Gillian McCain de Please Kill Me, the uncensored oral history of Punk. En la foto blanco y negro aparecen recargados en una barda cual pandilla de Nueva York, “un momento perfecto en el que todo se acomodó de manera natural”, ha dicho Bayley. En la contraportada, la fotografía de una hebilla de cinturón con el águila gringa tomada por Arturo Vega en una cabina de instantáneas. Oriundo de Chihuahua, también fallecido en 2013, Vega fue el director de arte e iluminador de los Ramones que diseñó su logotipo e inventó el color rosa ramón cuando era rotulista de supermercado. Su departamento era el cuartel ramonudo y roló con el grupo (igual que el tour manager Monte Melnick) en los 2,263 conciertos que tocaron por todo el mundo. Además de iluminar los shows, producía y administraba la venta de las

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