Reseña de She Reaches Out to She Reaches Out to She, el nuevo disco de Chelsea Wolfe
Chelsea Wolfe (1983) construye un altar de transformación increíblemente intenso; bajos aturdidos, ritmos electrónicos y sirenas antiaéreas se acumulan en un grupo irregular de guitarras distorsionadas. El ambiente aquí es más exuberantemente siniestro, menos abiertamente agresivo, pero sin cubrir las cicatrices de la supervivencia. A veces es curiosamente seductor, como en “Everything Turns Blue”, en el que las ideas de adicción y sexo se entrelazan; o en la onda oscura y más escasa de “Tunnel Lights”, que comienza con Wolfe cantando: “Estoy santificado a los ojos de mi amante”. Hay momentos de terror sutil (“The Liminal”) e incluso algo parecido al trip-hop de la vieja escuela en el destacado “Salt”, pero cada permutación estilística parece traer consigo una sombra profunda. Sus discos esconden su brillante voz bajo un quejido industrial, obligándola a adoptar una somnolienta modestia de Grouper. She Reaches Out, por otro lado, coloca a Wolfe en la cima de la mezcla. Incluso cuando una guitarra vampírica sacude barro fresco sobre el propulsor “Unseen World”, no hay duda de su hipnótica repetición del título de la canción. La claridad de su voz es muy apropiada para este álbum, que incita a confiar en uno mismo lo suficiente como para rendirse ante la incertidumbre. El último tema, “Dusk”, en el que los impulsos en espiral y la autodeterminación chocan entre sí: “Un pecado lleva a otro, y yo atravesaría el fuego para conseguirlo. A usted.” La salvación sólo está implícita, pero las elipses son suficientes para sugerir la luz del sol sobre el horizonte, por muy angustiosa que sea la caminata para llegar hasta aquí. Por otra parte, Chelsea Wolfe nunca ha sido de las que rehuyen las sombras más portentosas, y en She Reaches Out to She Reaches Out to She, las ha esculpido en formas extraordinarias. “He utilizado muchas imágenes para este álbum, esta especie de huevo grande y misterioso que estoy cuidando y protegiendo”, dijo Wolfe en una entrevista con The Line of Best Fit. “Y la idea es que en realidad no sé qué hay en este huevo, solo sé que hay potencial allí”. Es la trama de la película artística japonesa Angel’s Egg de 1985, en la que una chica con cabeza de cama navega en una sociedad industrial violenta con un enorme huevo blanco escondido debajo de su enagua. Wolfe, de la misma manera, camina de puntillas sobre las grietas de la acera para demostrar que puede hacerlo. “He llegado hasta aquí/Para vivir esta vida” […]. Ese mismo tipo de fe ciega también vive en ti, si cierras los ojos y dejas que brille”.
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