El jazz es un arte colaborativo, sin importar cuán grandes sean los egos y las personalidades involucradas. Miles Davis (1926-1991) lo sabía y por ello se dio un amplio espacio para probar a talentos y los empujó a mejorar. Por lo general, los empujó a carreras en solitario creando así leyendas y nuevas dinastías musicales como John Coltrane y Herbie Hancock. A comienzos de los años 80, la música popular en general se volvió cada vez más impulsada por los productores. Los sintetizadores digitales tomaron protagonismo, y los grandes del jazz como Davis y Hancock siguieron su ejemplo. En 1986, el álbum de Davis, Tutu, tuvo fanáticos y críticos divididos, señala la revista Jazzwise: “Miles grabó sus partes de trompeta en un exuberante paisaje sonoro eléctrico, producido a partir de una batería de samplers, sintetizadores, secuenciadores y cajas de ritmos”. Principalmente “producido, arreglado, tocado y compuesto” por el bajista Marcus Miller, anticipando el fenómeno de los álbumes creados por los productores, Tutu fue un producto de los años 80, una década en la que la música a menudo corría el riesgo de quedar supeditada a la tecnología. En las manos de Davis, el enfoque tecnológico del jazz produjo un clásico que continúa prosperando en el mundo del jazz, cubierto por varios artistas importantes. Otro álbum que Davis grabó más o menos al mismo tiempo, Rubberband, nunca tuvo la oportunidad de tener este tipo de impacto, pero pronto podremos imaginar lo que podría haber ocurrido si hubiera lanzado el álbum de 1986 en sus tonalidad de funk y soul. Rubberband incorpora algunos de los elementos más banales del género, como un coro optimista, algo insípido. La pista se traslada completamente a la música de danza contemporánea, ya que en realidad no es jazz en absoluto. Si podemos o no decir que el álbum completo está por verse. El álbum completo se lanzará en septiembre con una portada pintada por el mismo Davis. Escúchalo a continuación.