Cada año que pasa, se vuelve cada vez más desafiante ubicar a Baroness en el contexto de la música heavy. Para empezar, nunca ha sido tan simple y sencillo, a pesar de que su Red Album debut fue etiquetado como Post-Metal o Sludge, compartían poco en común con Neurosis o Eyehategod, en lugar de eso, navegaban por un espacio donde ambos más podrían coexistir una dinámica abstracta y una inclinación genuina por la melodía del rock ‘n’ roll. Esa formulación no ha cambiado, aunque sí ha cambiado mucho en la banda, incluida una rotación de músicos por diversas razones, siendo el vocalista y guitarrista John Baizley el único miembro original que queda en la banda. Su evolución a lo largo de 2 décadas se ha realizado cuidadosamente.
STONE, el primer álbum que rompe con su ciclo de temas cromáticos y el primero en una década que presenta la misma formación que su predecesor, está plagado de contradicciones armoniosas. Eliminando parte del exceso de su álbum anterior, Gold & Grey de 2019, STONE es más conciso y, a veces, más directo, estructuralmente similar a Purple de 2015 e igualmente impulsado vertiginosamente hacia adelante, pero alberga un desvío estilístico tras otro. Hay una inmediatez en el material que sigue siendo una parte esencial de lo que Baroness es y hace (sus altísimos coros y armonías vocales son tan inseparables de su estructura sonora como sus riffs), pero eso nunca se interpone en el camino de sus crecientes instintos hacia volverse verdaderamente extraños.
Parte integrante de esa rareza es lo avanzados que están en el espectro de la influencia del rock progresivo, aunque no necesariamente en el sentido de lo que se podría escuchar en una banda como Opeth. Por un lado, sus canciones son mucho más cortas, aunque aquí se extienden un poco más de lo habitual, presentando algunos de sus cantos fúnebres más largos desde “Rays on Pinion” en la etérea marcha folklórica de “Magnolia” y el remolino psicodélico y ahumado de “Brillar.” Pero incluso un destacado más estilizado y enfocado como el ritmo hipercargado de “Choir” se funde en secuencias ácidas de palabras habladas y la voz con cambios de tono de Baizley.
STONE representa otra ruptura con sus álbumes anteriores al ser el primer disco de producción propia después de 2 con el productor de Flaming Lips/MGMT, Dave Fridmann. Los sonidos más ásperos y encerrados de ese disco están ausentes, e incluso los arreglos más densos todavía parecen tener mucho espacio para respirar. Dicho esto, no les importa lavar sus momentos más tranquilos con estática de baja fidelidad, como en “The Dirge”, con tintes evangelísticos. El hecho de que también exploren la misma cantidad de terreno en el extremo opuesto sugiere cuán impredecible y emocionante sigue siendo el viaje de la Baroness.
Con información de Treble Zine.