Argentina es la cuna de grandes movimientos artísticos, escenario de estilos particulares y un prolífico espacio de músicos que dejó marca en el tiempo. Recordamos a Spinetta a ocho años de su partida En el siglo XX, el país sudamericano no escapó de los caóticos acontecimientos políticos que azotaron la región y que erigieron un camino bifurcado para el desarrollo artístico, específicamente el que a la música refiere. Por un lado, enfrentó varios procesos dictatoriales, revueltas, desapariciones, desigualdad, violencia y uno de los más difíciles obstáculos: la censura. Pero, por el otro, este camino le confirió a la música argentina el reto que le dotaría singularidad a su triunfo: crear lo propio, ahí dentro. En los años 60, Argentina experimentó poca estabilidad social con gobiernos débiles que, pese a que implantarían poca libertad de expresión en adelante, vieron surgir una explosión cultural sin precedentes. En esta cuna oscura fue donde floreció el rock que poco tiempo después, sabemos, sería “nacional”. Importado de países anglosajones, América Latina tuvo sus versiones “Beatles” así como Los Shakers de Uruguay; Los Teen Tops de México y, en Argentina, Los Beatniks. Adoptaron el estilo del rock de la época y comenzó a surgir la inquietud por realizar lo propio, y de decir; decirlo en su idioma. En resumidas cuentas, fue en ese momento donde comenzó la historia del logro póstumo del rock en Argentina, en adelante fueron los argentinos que rompieron las reglas de cómo hacer música y construyeron su propio camino. Bandas como Los Gatos, Manal y Almendra surgieron a finales de los años 60 para mostrarse como herederos de una gran tradición literaria, pictórica y musical, pero también para cimentar el nuevo giro que podía darle una identidad a la música: el rock nacional argentino. “Estoy muy solo y triste acá en este mundo abandonado(…) con mi balsa yo me iré a naufragar”, dice “La balsa” de Los Gatos, canción considerada como el primer hito del rock argentino y que simplificó perfectamente lo que el rock nacional haría surgir en los siguientes años. Asimismo, hubo otras agrupaciones que apostaron por experimentar con su propio estilo, cada uno aportando un pilar creativo en la escena naciente. Es el caso de los porteños Almendra. Almendra destacó entre sus compañeros, también prolíficos, por reunir muy profundamente su herencia musical de folclor y el tango con sus influencias internacionales: jazz, bossa nova, blues y la creciente psicodelia. Con este estilo pudieron esculpir muy bien al nuevo rock. De igual manera, la banda tuvo un estilo singular al mostrarse como un proyecto artístico multidisciplinario que sirvió de inspiración a muchas agrupaciones posteriores. Esta fue una característica prominente en su creador, Luis Alberto Spinetta, durante Almendra y sus trabajos posteriores, lo que dejó una marca en la música argentina para siempre. Spinetta y compañía desarrollaron, a muy temprana edad y en corto tiempo, trabajos memorables en sus dos álbumes Almendra I (1969) y Almendra II (1970). Desde su formación en 1967, se consideraron a sí mismos como un grupo de amigos que se reunía a crear, donde la convivencia era importante. El grupo componía a la par que hacía ilustraciones e historias en un diario creado por ellos mismos: La costra degenerada. Alguno de estos trabajos de ilustración fue el que dio vida a la emblemática portada del primer álbum homónimo. Luis Alberto dibujó la caricatura de un hombre llorando, con una flecha pegada a la cabeza, de vestimenta a rayas rosas con blanco entre las que se lee el nombre de la banda; su discográfica deshizo el dibujo por considerarlo ridículo y planeó una fotografía de los muchachos para portada. “El flaco”, contó después, enfureció, volvió a casa e hizo el dibujo de nuevo, el que ahora todos llevamos en nuestras memorias cada que lo recordamos. El simbolismo es una de las características que edificaron la carrera del talentoso Spinetta. En este primer álbum, cada elemento de su portada se relaciona con uno de los temas: La lágrima alude a Muchacha (ojos de papel), Figuración, Plegaria para un niño dormido y Que el viento borró tus manos; Los ojos, a Color Humano y A estos hombres tristes; Ana no duerme, Fermín y Laura va, corresponden con la flecha. Tras la separación de Almendra, Spinetta siguió con el camino marcado por él mismo y creó otras agrupaciones que hablaron de la evolución que no se detuvo para esta música. Entre las más importantes, estuvo Pescado Rabioso. Nacida en 1971, la agrupación logró dejar una nueva huella para el rock argentino con un giro menos cancionero, más blusero y psicodélico; acentuando el contemporáneo rock progresivo. Bajo su nombre, dejaron tres álbumes de estudio: Desatormentándonos (1972), Pescado 2 (1973) y el famoso Artaud (1973), el cual fue en realidad un trabajo solista de Luis bajo el concepto de Pescado. Pescado Rabioso fue importante porque le dio al rock una mirada más escénica y agresiva a su manera. En esta nueva agrupación, Luis Alberto hizo notar más sus influencias artísticas en las que predominaron el dadaísmo y el surrealismo; así como el simbolismo de Arthur Rimbaud, notado especialmente en el cuadernillo que acompañó al segundo álbum de la banda en el que se incluyeron escritos e ilustraciones. Pero el principal mérito de Spinetta mediante su estancia en Pescado Rabioso fue esconder mediante letras artísticamente complejas, algunas visiones sobre la realidad (desde una perspectiva filosófica y social) que Argentina experimentaba en medio de la represión y censura que aquejó al país en los años 70. Sus trabajos enfrentaron la proximidad al golpe de Estado chileno y el advenimiento de las dictaduras cívico militares, que también en Argentina se experimentaron en los años próximos. Los trabajos de Spinetta pueden leerse como un especial antecedente de lo que muchos músicos y artistas harían de forma más evidente en la segunda mitad de la década, al esconder mensajes de protesta en medio de obras artísticas de comprensión poco inmediata. “Aunque me fuercen yo nunca voy a decir que todo tiempo por pasado fue mejor, mañana