Depósitio Sonoro

Nostalgia

La importancia de Vince Clarke, catedrático del mundo de los sintetizadores

Vince Clarke ha sido una potencia musical dentro del mundo de la electrónica dominada por sintetizadores durante décadas. Fundar el nacimiento de Depeche Mode, lo llevó a la fama así como ser la mitad del dúo synthpop: Erasure y también en el exitoso pero breve proyecto  Yazoo y The Assembly, pero hay mucho más más detalles en su historia.   Vince Clarke siempre ha hablado de música y otras cosas, jamás se ha guardado nada. Vince afirma que fue muy emocionante dejar a Depeche Mode en su momento, de hecho, durante ese post -periodo Yazzo y Erasure eran más exitosos que Depeche, Vince se dio cuenta que él podía hacer toda la música sin necesidad de ayuda o incorporar otro tipo de ideas a su visión.     No cabe duda de que Vince ha estado siempre utilizando un ejército de androides analógicos para ayudarlo a crear sus melodías cambiantes de sinapsis y líneas de bajo duraderas y de teoremas pop pegadizas.     Vince es y fue un personaje clave junto a varios contemporáneos de su época, cuando el tsunami del pop hecho con sintetizadores inundó las listas a finales de los setenta y principios de los ochenta, el señor Clarke ayudó a poner a Gran Bretaña en el mapa modular para siempre.     Han pasado casi 40 años después y la tecnología musical se ha normalizado dentro de la cultura popular y nunca es tarde para recordar los inicios de este gran personaje, quién fue fan declarado de OMD y que él mismo afirma que eran la antítesis del glam rock y el punk en aquellos días.   Bajo la influencia de Kraftwerk, formó Composition of Sound con Martin Gore y Andy Fletcher en 1980, comenzó a ahorrar para su primer sintetizador, que fue un Kawai 100 F y del cual rescatamos una frase mítica:   “Queríamos ser The Cure cuando comenzamos, pero nos dimos cuenta de que los sintetizadores eran más fáciles de tocar y arrastrar que las guitarras y amplificadores”.  

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Beth Orton a 20 años de su disco ‘Central Reservation’

En 2005 el libro 1001 albums you must hear before you die (2005) incluyó a Central Reservation dentro de su lista de discos básicos de música en los últimos 70 años, sin embargo, resulta extraño hablar de una leyenda del folk electrónico y orgullo de Norfolk, Inglaterra, que es prácticamente desconocida de este lado del mundo: Beth Orton. A pesar de tener una larga trayectoria y estar a la par de figuras emblemáticas como K.D. Lang, Suzanne Vega y Sarah McLachlan, pareciese como si la compositora hubiera pasado de noche en nuestro continente, como una figura olvidada en el tiempo, justo como la música de Sixto Rodríguez y la carrera de los Rolling Stones desde los años 80 o el último disco de Bob Dylan. Con más de 25 años de carrera, Beth Orton nos ha entregado su alma y su voz en cada uno de sus trabajos musicales, que deambulan desde el folk y la electrónica hasta el ambient y el downtempo, gracias al elaborado panorama de sonidos que es capaz de arrancar con un pequeño conjunto de sintetizadores, pianos, guitarras y pedales de distorsión. Su primer trabajo a nivel comercial, Trailer Park (1996), fue nominado a mejor álbum de Reino Unido en los Brits Awards y al año siguiente conseguiría competir en la misma terna por el Mercury Prize, mientras se daba tiempo de colaborar por primera vez con un nuevo dúo de Manchester que se hacía llamar The Chemical Brothers con resultados enormes y conmovedores: Alive Alone, última canción del Exit Planet Dust. Sin embargo, el reconocimiento más notorio de su carrera (al menos en Europa) llegaría gracias a Central Reservation (1999), una joya perdida en el tiempo que el pasado 9 de marzo cumplió sus primeros 20 años. Un disco lleno de tonalidades divergentes en donde Orton hace despliegue de su potencial como compositora, con verdaderos momentos de dolor a los que recurre para olvidar y para sanar, en contraste con las armonías de su voz en Free to Believe, Stars all seem to weep y Devil Song, llenas de una calidez tan reconfortante que pareciera como un faro de luz en medio de una tormenta de emociones, además de aventurarse en terrenos quejumbrosos y ríspidos como el blues y el soul en Sweetest Decline, Love like laughter y Pass in Time, en esta última acompañada por otro grande del jazz-folk: Terry Callier. El segundo trabajo de Orton deambula entre una sensación de vacío existencial y la necesidad de alejarse de todo y de todos luego de perder a su madre durante las grabaciones de dicho álbum, una constante que se puede sentir desde su apertura con Stolen Car hasta el remix de Central Reservation, aunque irónicamente, también se trata de uno de sus trabajos más ligeros y fáciles de escuchar, gracias a la increíble producción de Ben Watt (Everythng but the girl) y David Roback (Mazzy Star) quienes se encargaron perfectamente de llevar las emociones y sentimientos de la cantante a pequeños arreglos de Jazz y Soul que encajan a la perfección con su estado de ánimo y dejan ver destellos de Nick Drake y Sandy Denny en su adn musical. Su poca notoriedad en el mercado americano, lejos de ser una limitante, ha sido su mejor arma para mantener su música a una distancia prudente de una industria indolente y sin rostro, continuando su carrera con 2 discos más que exploran sus raíces en el trip-hop y el electro-pop Daybreaker (2002) y Comfort of Strangers (2006); un regreso totalmente acústico en Sugaring Season (2012) y una mezcla de toda su evolución musical en Kidsticks (2016), donde su faceta como madre se refleja tanto musical como visualmente de forma magistral, sin perder el toque melancólico que le otorga su voz a cada una de sus melodías. Beth Orton es uno de esos ejemplos en los que un artista con gran talento no siempre logra llamar la atención de un público masivo al no contar con “ganchos musicales” o fórmulas preestablecidas que la habrían llevado por un camino mucho más relajado y cómodo, por el contrario, la oriunda de Norfolk ha elegido un camino duro: se ha negado rotundamente a convertirse en un producto prefabricado, a escribir hits momentáneos, a llenar estadios; en cambio, ha decidido ser trascendente bajo sus propias reglas y estándares de calidad, nunca ha seguido ninguna moda musical, ni ha formado parte de ninguna escena y solo compite contra ella misma en cada material publicado. Ese es su legado para el mundo, uno de más de 25 años que la ha colocado más allá del bien, del mal y del folk, y ahora gracias a los servicios de streaming se encuentra a uno cuantos clics de distancia. En este 2019, la artista colaboró con Mercury Rev en su último disco-homenaje a Bobbie Gentry: The Delta Sweete y se encuentra momentáneamente de gira con ellos hasta el próximo mes de Octubre, justo a unas semanas de su presentación en la CDMX. A quien escribe estas líneas nada le haría más feliz que poder ver por primera vez a Beth Orton en nuestro país, aunque sea acompañando a otra banda legendaria como Mercury Rev. Solo el tiempo lo dirá…

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¿Por qué seguimos creyendo en el underground?

Frank Zappa era uno de los opositores más grandes del mainstream o mejor dicho, un perfecto elocuente de lo que es el underground. Hoy en día, la explotación de su imagen no sólo es masiva, si no bohemia, una carga de romanticismo, nostalgia e idealismo de la “buena música”. Por supuesto que esto no es culpa de Zappa, ni de su música, tampoco significa que fuera hipócrita o no estuviera convencido de sus ideas. Sin embargo, es complicado sobrevivir a los procesos que los nuevos canales y medios de comunicación hacen con los contenidos alternativos que satisfacen una demanda de información y sucesos alejados de los contenidos que ofrece el mainstream o como diría Marcuse: “aquello que le arrojas al capitalismo, este terminará vendiéndotelo”. El underground, un término acuñado en los años setenta y claramente identificados con movimientos contemporáneos como el movimiento punk/postpunk, el dadaísmo, la prensa libre y movimientos contraculturales y alternativos así como la ilegalidad. Toda esta ola ideológica y prácticas, algunas venidas de escuelas de arte y otras de occidente, no tardaron en posicionarse en la música. El nacimiento de subgéneros, escenas y nichos, así como pequeños sellos de disqueras y en la potente inercia del “hazlo tú mismo” dio paso a un sinfín de pequeñas agrupaciones que aborrecían las tendencias, que mientras más incomprensible, ilegal y lejos de los convencionalismos, mejor. Creando sus propios modos, formas, canales y plataformas, dieron satisfecha su necesidad de crear, y que de algún modo, no esperaban que nadie les dijera cómo hacerlo. Sin embargo, los cambios tecnológicos fue recortando los canales alternativos, y aunque hoy en día sigan existiendo, el concepto del underground ha mutado y los principios básicos sobre los que se sostenía han flaqueado. Hoy uno se puede auto nombrar underground con miles –en algunos casos millones- de fans y presentarse en festivales de exposición masiva, creado por marcas y transmitido en vivo por Facebook Live. El movimiento subterráneo ha ganado campo en los círculos esnobistas y alternativos y sostenido su estatus frente a los grupos vanguardistas. Ahora, para referirnos al under, también se debe hablar del mainstream, cuyo objetivo es -¿vender?- en primera instancia, pero no sólo ello, sino crear un sistema de producción hegemónico, como lo vemos en el reguetón, donde el circuito del género ha abarcado sus propios medios de comunicación, festivales, estéticas e incluso la participación con otros artistas de corte pop, creando canciones que mezclan los típicos beats del reguetón con ritmos introducidos y conocidos como el pop. Sin embargo, también existe el reguetón subterráneo; aquel que permanece lejos de las entregas de premios de cualquier disquera o canal de música, no obstante, sigue utilizando los mismos canales que el reguetón en tendencia, por así decirlo; YouTube, Facebook, Spotify. Entonces, qué determina al underground, ¿los medios o los discursos? En caso de que sea el primero, ya nos dimos cuenta que under polariza sus argumentos contra la masificación y el consumo, aunque utiliza los mismos medios que su polo apuesto, y en términos de argumentos, debemos reflexionar si esto es realmente relevante, pues no es necesario permanecer a las sombras para tener algo importante que decir, como lo ejemplifica sonoramente muy bien bandas como los Sleaford Mods o IDLES o La Polla Records, mismo caso con grupos de rap o hip hop, por dar algunos ejemplos globales. Por otro lado, preguntarnos quién legitima dichos discursos ¿la audiencia, los medios o el mercado? Pues no dejemos de lado, el curioso caso de las playeras puestas a la venta de Calle 13 respecto a los 43 normalistas desparecidos en el gobierno anterior de Enrique Peña Nieto, las tragedias también fueron, son y serán mercancía. Cierro con una frase del libro “Rebelarse vende: El negocio de la contracultura” refiriéndose a Nirvana como una banda que quería permanecer en el subterráneo: La gente quiere escuchar buena música: “Lo único que existe son las personas que hacen música y las personas que oyen música. Y cuando la música que se hace es buena, la gente quiere escucharla”.

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10 bandas alemanas, del Krautrock a la electrónica de los dos miles

Si se tiene la impresión de que Alemania tiene una débil variedad de bandas y música, entonces realmente se está perdiendo de la mejor música que va de los años sesenta al 2019. Es posible escuchar música sin saber que se está escuchando a alguna banda con una gran influencia alemana, o peor aún, que se trata de una banda alemana. Algunas de estas bandas han traducido sus canciones o cantan en inglés para llegar a un público más amplio, mientras que otras se han mantenido leales a su idioma y han transmitido sus sonidos a través de las ondas de radio. Aquí tenemos una lista de las mejores bandas alemanas que han influido en la música tal como la conocemos hoy. Mouse on Mars El IDM llegó a la escena musical a principios de los años noventas, mismas fechas en las que el dúo de música electrónica de Düsseldorf, Mouse on Mars nació. Sus miembros Andi Toma y Jan St. Werner hacen música con beats densos mezclados con ambient, algo de música industrial y tecno. Aunque muchos músicos electrónicos actuales confían únicamente en los instrumentos digitales y ritmos programados, Mouse on Mars tiene un lado claramente analógico que incluye instrumentos en vivo durante sus actuaciones y canciones grabadas y ejecutadas en programas creados por ellos mismos.  The notwist  Una banda de indie rock alemana que canta y actúa en inglés, formada a finales de los años ochentas saltó a la fama en la escena musical de los noventas y sigue activa actualmente. Se especializan en canciones realmente fantásticas para días lluviosos, especialmente si estás en un estado de hibernación profunda.  Can Una banda de rock experimental originarios de Colonia que es sin duda, una de las mejores de Alemania y muchos expertos están de acuerdo que son los responsables de crear el Krautrock, el género alemán musical por excelencia. Su música abarca desde finales de los sesentas hasta finales de los noventas, pero su influencia se ha extendido a bandas que conocemos y respetamos hoy.  Neu!  Nacidos en Düsseldorf en 1971 tras la reorganización de Kraftwerk, Neu! es una banda mundialmente reconocida como pioneros del Krautrock que han influido en muchos músicos  y productores de música electrónica actual. Un verdadero ícono de la historia musical alemana y mundial.  Tangerine Dream  Simplemente uno no se puede considerar fan de la música electrónica sin haber escuchado a Tangerine Dream. Comenzaron a finales de los años sesenta, reflejo de lo increíble que es su música y su trayectoria. Su sonido ha cambiado mucho a lo largo de los años, desde el rock de la nueva era hasta la psicodelia. Música absolutamente imprescindible para generar un ambiente de vibraciones extrañas y cósmicas. Apparat  Ritmos hilarantes, emociones fuertes y atmósferas épicas. Apparat es uno de los músicos techno más peripatéticos y aventureros de Alemania en la actualidad. Su carrera comenzó a finales de los años 90 con música para clubs vigorosa, antes de recurrir a ritmos emocionales, complicados y a experimentos de sonido electroacústicos. Cuanto más vanguardista se hicieron sus sonidos, más fuerte fue su talento para crear melodías pegadizas y de grandes gestos, abrazando e integrando sonidos imperfectos dentro de su grandiosa música. Faust A finales de los años sesenta y principios de los setenta en la Alemania occidental se formó una banda extraordinaria, ícono de la música experimental de la época junto con Can, Kraftwerk, Neu! y Cluster; con los mismos que hoy son considerados gran influencia de generaciones y géneros posteriores como el tecno, postpunk, electrodo, ambient y postrock. Con su álbum Faust IV, Faust alzó la mano en una creciente escena musical alemana y se volvió cabeza visible en un mundo exigente de sonidos nuevos e innovadores. Einstürzende Neubauten Comenzó en Berlín en 1980 y de inmediato aportaron una intensidad aterradora a su música y actuaciones en vivo que hizo que los actos industriales británicos parecieran casi corteses en comparación. Blixa y sus colaboradores usaron herramientas eléctricas y cualquier objeto como percusiones haciendo que las presentaciones de Einstürzende Neubauten parecieran más a un sitio en construcción que a un concierto: los miembros de Einstürzende Neubauten perforaban agujeros en el escenario, prendían fuego, ponían enormes tambores de petróleo suspendidos con cadenas sobre la audiencia y tocaban guitarras distorsionadas creando un caos rítmico que junto con la voz vibrante y cadavérica de Blixa grabaron varios de los álbumes más experimentales de la historial, casi imposibles de escuchar.  Cluster Al igual que muchos de sus pares del Krautrock, desde Tangerine Dream hasta Kraftwerk y Faust, la influencia de Cluster dentro de la música ambient, electrónica y rock de vanguardia desde principios de los años setenta ha sido significativa y amplia, quizá incluso más amplia que la mayoría, dado que el dúo nunca eligió una dirección o estilo para refinar y perfeccionar su música.  Kraftwerk  Por último, pero no menos importante, está Kraftwerk. Tal vez guardamos lo mejor para el final, o tal vez lo agregamos como un bono musical adicional para llegar al final de la lista, pero sabemos que valió la pena la espera. Kraftwerk, la mejor banda de música electrónica de todos los tiempos, si no fuera por Kraftwerk tal vez nunca habría llegado a las mentes y los oídos la música electrónica. 

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Se cumplen 40 años de Fear of Music de los Talking Heads, de la locura al funk, el punk y la new wave

Se cumplen 40 años de Fear of Music de los Talking Heads, de la locura al funk, el punk y la new wave.   Un disco producido por Brian Eno en donde su particular estilo New Wave de aquel entonces fue mezclándose en arreglos funky y guitarras rítmicas que marcaban un sonido conceptual sobre el miedo y la locura. Razones por las cuáles los llevaron a empujar con fuerza la escena de Nueva York contra los bordes de un enfoque político que pareciera estar siempre presente, sin ser tan descarado. El disco es un reflejo de lo que vendría para el futuro de la banda sin antes dejarnos himnos como “Heaven” o la asombrosa “Life During Wartime”.

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Escucha Lilliput, 28 registros darks, shoegazers y alternativos del sello 4AD

El legendario sello discográfico independiente 4AD comandado desde sus inicios por su majestad sonora: Ivo Watts-Russell, ha promovido antes que nadie la mejor música under de la década de los años 80 y 90 en su mayoría aunque hoy en días sus direcciones han cambiado. Esto no quiere decir que no sean malas, es más bien un tema de evolución. Y es que, es difícil dejar el estigma atrás de bandas como los Pixies, Bauhaus, Cocteau Twins, This Mortal Coil, Throwing Muses y muchos más. Lilliput, justo envuelve lo mejor de ese recorrido en sus vertientes darks, shoegazers y alternativos,  un poco de su historia a tu alcance, una historia exhaustiva y de brillos intensos que marcó la música de las bandas independientes en cuanto a registros históricos se refiere, en Lilliput podrás disfrutar a The Birthday Party (la primer banda de Nick Cave), Modern English, Xmal Deutschland, Clan of Xymox, Lush, Dead Can Dance, entre otras joyas.

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John Peel: Un recorrido por algunas de las mejores sesiones de su legado

La importancia del Dj John Peel de de la BBC Radio quien falleciera en 2004 sigue siendo una fuente inagotable de descubrimientos musicales que aun siguen dando mucho sentido al panorama de variedad  y discursos que las bandas y la música en general tienen que ofrecer. Sus sesiones musicales que grabó con bandas de su interés en aquellos años, describe en su conjunción, espíritus de autenticidad bellamente registrados, por eso te presentamos a continuación una playlist que incluye a bandas como Buzzcocks, PJ Harvey, The Fall, Pavement, The Smiths, Killing Joke, Julian Cope, Pixies, The Jam y muchos más en dónde se logra envolver esa magia. Disfrútala.

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1999, año de películas distópicas: The Matrix, Fight Club, American Beauty, Office Space y Being John Malkovich, comparten algo en común

¿Qué hicieron los años 90?  Las computadoras se estaban volviendo rápidas, fáciles y baratas, y con ellas llegó un sentido de igualdad para todos.  A diferencia de “las películas de monstruos que muestran ansiedades de la Guerra Fría y las películas de terror que transmiten temores,” las películas de 1999 “no trataban de sobrevivir al presente, porque el presente iba bien. Se trataba de estar cansados ​​de ese estable presente y buscar un futuro radicalmente diferente. Esas palabras provienen de “por qué todas las películas de 1999 son iguales”, el ensayo en video de la parte de abajo de la nota. The Matrix, Office Space, Fight Club, American Beauty, Being John Malkovich, y todos los otros principales lanzamientos de Hollywood que presentan “un personaje principal cansado de la estabilidad, la monotonía y el desenvolvimiento de su vida”, “casi siempre involucra un trabajo corporativo constante y aburrido. Esa época fue también cuando el cómico Dilbert de Scott Adams llegó a la cima del espíritu de la época satirizando los elementos de la existencia de oficina: jefes incompetentes, compañeros de trabajo holgados y cubículos. Llamando a 1999 “el año de la película del cubículo”, este ensayo en video describe su representación cinematográfica de las frustraciones de los trabajadores de oficina como “un espejo perfecto de finales de los 90”. No es que esas representaciones fueran literalmente “lo mismo”: los hombres aburridos de Fight Club “hacen todo lo posible para crear conflictos y caos”; Office Space hace comedia y atascos; siendo que John Malkovich “exagera las imágenes corporativas opresivas en películas como Office Space al crear una oficina absurda con techos bajos” que “literalmente afecta a sus empleados”; American Beauty “critica la estabilidad percibida de la era, sugiriendo que es simplemente una máscara que oculta el verdadero yo”. Y en The Matrix esa apariencia de estabilidad y prosperidad existe solo para ocultar la esclavitud total de la humanidad. Es posible que la humanidad moderna nunca deseche sus distopías, pero es justo decir que las visiones distópicas que mantenemos hoy en día son bastante diferentes a las que se recibieron hace 20 años, y también es justo decir que muchos de nosotros los entretenemos mientras soñamos con seguridad relativa, estabilidad y prosperidad, real o imaginaria, que algunos disfrutaron en aquel entonces. Pero como nos recuerdan las películas de 1999, esas mismas cualidades también podrían llevarnos a una especie de locura. Coupland puede llamar acertadamente a los 90 “la buena década”, pero incluso si pudiéramos volver a esa época podría haber buenas razones para no querer. Checa este video:

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