Tangerine Dream posee una discografía prolífica, e intentar estudiar su obra, se convierte en una tarea difícil pero interesante, pues su carrera transita por diferentes facetas que van de lo electrónico, el progresivo, krautrock y el new age. Por esta razón hacemos una parada en la década de los setenta, pues fue una época donde sus trabajos tuvieron un peso importante para el desarrollo de la música experimental. La agrupación alemana que surge en paralelo de Kraftwerk, Neu!, Can y Faust, se fundó a finales de los sesenta por Edgar Frose; un personaje que fue estudiante del pintor Salvador Dalí y que incursionó en el mundo de la música concreta y fabricó sus propios generadores de sonidos. De la alineación clásica también forman parte Christopher Franke y Peter Baumann, quienes nos dejaron obras musicales que fueron un referente para la historia del arte y el cine. El álbum con el que inauguraron la década de los setenta fue Electronic Meditation (1970), un trabajo que se diseñó con instrumentos acústicos y que logra ambientaciones electrónicas, sin embargo, este sonido se define más claramente en Zeit (1972), un disco en el que colabora Florian Fricke de Popol Vuh y donde se utiliza por primera vez el sintetizador; o en Atem (1973) cuyo fundamento técnico se direcciona hacia el krautrock. Phaedra (1974) y Rubycon (1975) son dos obras maestras que estuvieron bajo la firma de la disquera Virgin Records, de las cuales hicieron uso de sintetizadores (Mini Moog, EMS synthi, VCS3), secuenciadores y el teclado Mellotrón; maquinas que le dieron identidad y forma al género electrónico pero también al progresivo. Estos dos trabajos contaron con sesiones de estudio largas, que estuvieron acompañadas por errores de grabación y daños en los equipos por la complejidad de las frecuencias sonoras; pues los alemanes se introducían a un escenario no explorado, en donde incluso la tecnología de última generación ignoraba su propio alcance. Después de aquél visionario trabajo lanzan Ricochet (1975), un álbum en vivo que se grabó en distintas iglesias de Reino Unido y Francia con un set totalmente espontáneo. El álbum es recordado por la atmósfera que se generó ante el público, el equipo analógico utilizado y, desde luego, por nivel de improvisación. Por otro lado, Stratosfear (1976) es un trabajo más ordinario, en donde se distinguen las texturas de guitarra y sonidos de un órgano, que hace referencia al estilo musical barroco. Sorcerer (1977) es la banda sonora de la película con el mismo nombre dirigida por William Friedkin; mientras Encore (1977) fue otro álbum en vivo que fue criticado por la prensa musical, ya que en el track titulado “Monolight” se hallan fuertes verosimilitudes con la polifonía que distinguió a Pink Floyd, y no es ninguna sorpresa, porque el trabajo del outsider de Richard Wright fue una gran influencia en la carrera del proyecto alemán, sobre todo en discos como el Ummagumma, Meddle y el Dark Side on the Moon. La década remató con Cyclone (1978) un disco con un concepto totalmente distinto e inusual a los anteriores, pues está totalmente volcado al progresivo, hay instrumentos de viento y es cantado. Esta nueva propuesta se debe a la salida de Peter Baumann, lo cual representó una ruptura a lo que se habían desarrollado musicalmente hasta entonces. Después de algunos conflictos, lanzaron Force Majeure (1979) y Tangram (1980) en los que abordaron otros lenguajes musicales bien diseccionados y nuevas estructuras compositivas, pero que desde luego anunciaban el fin de un momento cúspide dentro de su carrera. Sin duda esta temporada es recordada por su innovación técnica y por acercar la música electrónica al espectro público, pues aunque después sacaron piezas interesantes y desarrollaron la banda sonora de varias películas, hubo un inevitable declive por los cambios de alineación y la transformación del concepto nuclear que, en la década de los noventa, llevaría a Tangerine Dream a adquirir un formato empresarial porque reeditaron materiales en serie cual si fuese sistema fordista e incluso, sus nuevos materiales musicales repitieron fórmulas sonoras ya conocidas y después de la muerte del Edgar Frose en 2015 se lanzaron álbumes sin mucha relevancia y sin ningún miembro original, lo cual deja claro que nada volverá a parecerse a aquella década de oro.