Depósitio Sonoro

Underground

Radiografía de la autenticidad musical

Del “true” o fan verdadero al “posser” o posador. ¿De qué hablamos cuando hablamos sobre ser auténtico? ¿Qué hace auténtico a alguien o algo? ¿Existe la autenticidad musical? Me queda claro que los objetos pueden tener ese sello de distinción de autenticidad a través de una calcomanía, holograma o etiqueta, pero cómo saberlo en una persona, o mejor aún, cómo saberlo en algo intangible como lo es la música. Todas estas preguntas las planteo a partir de lo que es un true y su antítesis, el tan satanizado posser. El posser es aquel señalado por no ser auténtico, por copiar o no saber a profundidad sobre algún género o banda. También se le atañe de ser un fan de moda u ocasional, pero aquí lo que realmente importa, son los parámetros y criterios que condenan a estos personajes ante su falta o nula conciencia del tema, es decir, los trues.   La música además de ser un campo del saber, es también un factor que refuerza o en muchos casos crea la identidad de un individuo que a su vez conforma comunidades al rededor del mismo gusto musical. No sólo a través de la música, sino a través de signos, valores, lenguajes y códigos que pueden ir desde la vestimenta hasta formas de corporalizar la música, es decir, bailes como son el northern soul o la cumbia, bailada por comunidades como los chicanos o los cholos.   Todo esto nos lleva a una relación estrecha entre la música y nuestra identidad. Stuart Hall, importante pilar en la fundación de la escuela de Birmingham en estudios culturales, señala que la construcción de nuestra identidad se da a partir de la negación, es decir, de lo que no quiero ser. Este argumento puede darnos pistas de lo que pretende el true ante el posser. Sin embargo, hablar de la autenticidad ya sea en la música, en la literatura o en el cine, siempre viene precedida de un proceso histórico artístico y cultural. Por ejemplo, el neoclásico que quiso recuperar los cánones pictóricos y escultóricos frente el destello de algunas vanguardias. También el romanticismo tuvo cierto fulgor implícito de la autenticidad, sobre todo en obras literarios donde se buscaba exaltar valores como la libertad y la originalidad. Lo auténtico siempre estuvo ligado a grupos sub-alternos o de resistencia, desde los grupos de conciencia negra como los Black Panthers, pasando por grupos literarios como la generación beat; logrando crear una estética e ideología donde se resaltaban ideas como la libertad, la espiritualidad, la originalidad, el uso de drogas y el concepto del underground.     La exaltación de la pobreza fue otro de los valores que se arraigaron al concepto de autenticidad, y siempre tuvo como enemigo a los burgueses, la autoridad y los lujos. El cuadro de Laura Martínez Hernández de su libro “Música y Cultura Alternativa” lo pone en contexto:     De esta forma y bajo estos criterios se resaltaba la “buena” y la “mala” música, o el “buen rock” y el “mal rock”. Estas divisiones no tardaron en llegar a la distinción de la sociedad donde en actos radicales violentaron a otros grupos bajo la consigna de “no ser auténticos”, basta recordar los sucesos en el 2008 en CDMX, donde grupos de metaleros y punks agredieron a otro grupo de jóvenes llamados: emos. La autenticidad también se fue colocando como una lucha ante lo comercial y lo masivo, el hecho de que una banda pasara del underground a lo comercial, era muy mal visto por sus seguidores, pues sentían que su símbolo culto se convertía en un símbolo de consumo, perdiendo su valor original, algo parecido a lo que se refería Walter Benjamin referente a las industrias culturales y el aura del arte. La apropiación de la música o de bandas bajo esa distinción de ser underground y auténticas, se viene abajo cuando comenzamos a ver que se industrializa con playeras de la banda o firmas de autógrafos o cuando el vecino que creemos no ser digno ya los conoce. Sin embargo, la autenticidad también fijó un valor de percepción referente al mercado como etiqueta, pues a nadie le apetece comprar la copia del original, lo cual algunas bandas han capitalizado muy bien al sólo lanzar cierto número de copias limitadas, obligando a sus seguidores a hacerse de una copia original por el medio que sea. Así pues, la autenticidad más allá de un ideal artístico o de vanguardia, se fue transmutando, sirviendo como carne de cañón del mercado, de la distinción para refrendar cierta superioridad ante aquellos escuchas de lo “no autentico”. Hoy en día, me parece que la autenticidad además de ser un valor de percepción, es la construcción de la exclusividad, reproduciendo elitismos que no tienen que ver con la clase o la posición económica, pero sí se reviste de esnobismo creando canonjías de la autenticidad musical.

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¿Por qué seguimos creyendo en el underground?

Frank Zappa era uno de los opositores más grandes del mainstream o mejor dicho, un perfecto elocuente de lo que es el underground. Hoy en día, la explotación de su imagen no sólo es masiva, si no bohemia, una carga de romanticismo, nostalgia e idealismo de la “buena música”. Por supuesto que esto no es culpa de Zappa, ni de su música, tampoco significa que fuera hipócrita o no estuviera convencido de sus ideas. Sin embargo, es complicado sobrevivir a los procesos que los nuevos canales y medios de comunicación hacen con los contenidos alternativos que satisfacen una demanda de información y sucesos alejados de los contenidos que ofrece el mainstream o como diría Marcuse: “aquello que le arrojas al capitalismo, este terminará vendiéndotelo”. El underground, un término acuñado en los años setenta y claramente identificados con movimientos contemporáneos como el movimiento punk/postpunk, el dadaísmo, la prensa libre y movimientos contraculturales y alternativos así como la ilegalidad. Toda esta ola ideológica y prácticas, algunas venidas de escuelas de arte y otras de occidente, no tardaron en posicionarse en la música. El nacimiento de subgéneros, escenas y nichos, así como pequeños sellos de disqueras y en la potente inercia del “hazlo tú mismo” dio paso a un sinfín de pequeñas agrupaciones que aborrecían las tendencias, que mientras más incomprensible, ilegal y lejos de los convencionalismos, mejor. Creando sus propios modos, formas, canales y plataformas, dieron satisfecha su necesidad de crear, y que de algún modo, no esperaban que nadie les dijera cómo hacerlo. Sin embargo, los cambios tecnológicos fue recortando los canales alternativos, y aunque hoy en día sigan existiendo, el concepto del underground ha mutado y los principios básicos sobre los que se sostenía han flaqueado. Hoy uno se puede auto nombrar underground con miles –en algunos casos millones- de fans y presentarse en festivales de exposición masiva, creado por marcas y transmitido en vivo por Facebook Live. El movimiento subterráneo ha ganado campo en los círculos esnobistas y alternativos y sostenido su estatus frente a los grupos vanguardistas. Ahora, para referirnos al under, también se debe hablar del mainstream, cuyo objetivo es -¿vender?- en primera instancia, pero no sólo ello, sino crear un sistema de producción hegemónico, como lo vemos en el reguetón, donde el circuito del género ha abarcado sus propios medios de comunicación, festivales, estéticas e incluso la participación con otros artistas de corte pop, creando canciones que mezclan los típicos beats del reguetón con ritmos introducidos y conocidos como el pop. Sin embargo, también existe el reguetón subterráneo; aquel que permanece lejos de las entregas de premios de cualquier disquera o canal de música, no obstante, sigue utilizando los mismos canales que el reguetón en tendencia, por así decirlo; YouTube, Facebook, Spotify. Entonces, qué determina al underground, ¿los medios o los discursos? En caso de que sea el primero, ya nos dimos cuenta que under polariza sus argumentos contra la masificación y el consumo, aunque utiliza los mismos medios que su polo apuesto, y en términos de argumentos, debemos reflexionar si esto es realmente relevante, pues no es necesario permanecer a las sombras para tener algo importante que decir, como lo ejemplifica sonoramente muy bien bandas como los Sleaford Mods o IDLES o La Polla Records, mismo caso con grupos de rap o hip hop, por dar algunos ejemplos globales. Por otro lado, preguntarnos quién legitima dichos discursos ¿la audiencia, los medios o el mercado? Pues no dejemos de lado, el curioso caso de las playeras puestas a la venta de Calle 13 respecto a los 43 normalistas desparecidos en el gobierno anterior de Enrique Peña Nieto, las tragedias también fueron, son y serán mercancía. Cierro con una frase del libro “Rebelarse vende: El negocio de la contracultura” refiriéndose a Nirvana como una banda que quería permanecer en el subterráneo: La gente quiere escuchar buena música: “Lo único que existe son las personas que hacen música y las personas que oyen música. Y cuando la música que se hace es buena, la gente quiere escucharla”.

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De Size al Hip 70 y más, un recorrido por el under nacional de los 80

“Nosotros cantaremos a las grandes masas agitadas por el trabajo, por el placer o por la revuelta: cantaremos a las marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas”. Manifiesto futurista, F. T. Marinetti. El acceso a la información y las nuevas tecnologías se relacionan con estrategias de transformación, y de éstas surge la oportunidad de apropiarnos de los beneficios de la modernidad. Dentro del proceso globalizador se insiste en la interculturalidad y en las interacciones que facilitan apropiarnos de elementos de otras culturas; internet, por ejemplo, brinda la posibilidad de crear intercambios, aunque no signifique que se acepten en su totalidad. La industria cultural y los medios de comunicación de los 80 parecían empeñarse en sustituir al arte underground y el folclor en la ciudad. Sin embargo, ahora los medios lo difunden de manera masiva: el rock y la música se renuevan sin alejarse de las creencias y los movimientos populares que ejercen energía en la Ciudad de México, como sucede con un tipo de música electrónica. Lamentablemente, en México el gobierno censuró el rock, por considerar que atentaba contra las mentes jóvenes; las autoridades carecían de una mayor apertura con la cultura musical. La sociedad tampoco se preocupó por una escena distinta. El rock nacional no tenía una amplia difusión por la escasez de interés en los medios de comunicación, que nunca se preocuparon por crear un archivo musical, y menos de los proyectos que estaban en una línea alternativa. Los televisores en blanco y negro, junto con la radio, pocas ocasiones transmitían información musical distinta a la que ocurría en el Viejo Continente. De manera vaga, a finales de los años 70, el espectador comenzó a identificar las notas monocromáticas de “Video Killed The Radio Star”, de The Buggles y “Whip It”, de Devo. La década de los 70 y el inicio de los 80 en la Ciudad de México vieron un declive musical. No obstante, tanto en el sur como en el norte de la ciudad estaba por formarse una escena alternativa arriesgada y gruesa, como la definieron muchos músicos de aquella época. La juventud comenzaba a adherirse a cierta contracultura desde diferentes disciplinas artísticas, entre ellas había una basada en los estudios de música electrónica, los happenings y el fluxus, que servían para la improvisación y la temática musical, e inspiraban los trabajos de estudiantes de la Escuela Nacional de Música. La primera hazaña de rock experimental surge con Decibel y el disco El poeta del ruido (Orfeón); casi de manera simultánea se mitifica la alineación del grupo de música aleatoria Como México No Hay Dos, y emergen una gran cantidad de nombres y bandas: Krol-Voldarepet Knack Didáctico, El Queso Sagrado, Vía Láctea y Aristeo. Sucedía algo distinto en Inglaterra y Nueva York; allá afloraba una escena musical que se conocería como punk y que impulsaría de manera inmediata la new wave. En México, gracias al acoplado nacional de 1978, New Wave: Las Súper Estrellas Del Punk Rock, se detonó un interés en la cabeza de los jóvenes que tenían intriga por saber más sobre lo que estaba ocurriendo en estas grandes ciudades. El lugar favorito para comprar discos y ver bandas de punk, techno y rock progresivo fue el Hip 70 de Armando Blanco, ubicado en San Ángel, comparable con el CBGB de New York. Tristemente no hay un registro visual de todo lo que allí ocurrió. En el lugar se presentó la crema y nata del rock and roll mexicano, además de presentar a bandas de la nueva ola. Hip 70 realizó producciones de corte independiente, como el primer disco de punk rock de la banda Dangerous Rhythm, que posteriormente cambiaría su nombre por Ritmo Peligroso. Hip 70 recibió a bandas que ahora son de culto: Size, Los Pijamas a Go Go, The Casuals, The Vomits, Lujuria o Heart Attack. Foto: The Casuals, Cortesia de Jack Richmond, sesion original de Annabelle Teleki. Archivo de Ulysses Avath. Cabe mencionar otras tiendas de discos que tenían un catálogo musical muy extenso: Yoko Quadrasonic o Super Sound, de la que hay un documental titulado Just Like Heaven. Éstas, no obstante, no fueron las únicas tiendas, ni los únicos lugares donde tocaron agrupaciones de corte punk y new wave inspirados por Wire, Dead Boys, Ultravox o Fad Gaget. En la escena musical descrita líneas más arriba también se encuentran los hoyos fonquis, que eran crudos y ensordecedores por la energía de la gente que asistía a sus eventos: no había límites. En el número 42 de la revista musical Sonido hay un artículo con el título “¿Qué pasa con el punk y la nueva ola?”, en el que se detalla la tocada que se llevó a cabo el lunes 28 de enero de 1979 en la sala de Arquitectura de la unam con Dangerous Rhythm, Size y Lujuria. Resumen del show de Size: “Finalmente Illy Bleeding recibe un botellazo y Size da por finalizada su actuación, ignorando los gritos de los chavos que gritaban ‘otra… otra’”. Esto sucedió dentro de una institución, ahora imaginemos lo que pasaba en los hoyos fonquis como El Salón Brasil, El Salón Antonio Caso, de Tlatelolco —gestionado por el rocanrolero Paco Gruexxo— o el Albert, de San Felipe de Jesús, el territorio punk de Javier Baviera y su proyecto postpunk Hospital X. La esencia de los ochenta en la ciudad también radicaba en el movimiento new romantic. Inician las fiestas privadas en casas rentadas de la colonia Narvarte, Escandón, o la Del Valle, donde ya desfilaba el uso de los sintetizadores, las cajas de ritmo, el maquillaje, las corbatas y los cortes geométricos de cabello. El techno pop detonaba un ritmo de nafta pura que ya se vivía junto con la liberación sexual. Sin embargo, esto era prematuro y hedonista para el inicio de los raves noventeros. Foto: Old Fashioned, cortesía de Illy Bleeding, Archivo de Ulysses Avath© Por un lado, Syntoma —un trío de techno— graba el primer sencillo de techno mexicano “Heloderma”; después grabaron un Lp bajo

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El eslabón perdido de Alemania: Faust, nueva gira y un legado más presente que nunca

“No existe banda más mítica que Faust” escribió Julian Cope en su afamado libro Krautrocksampler (Head Heritage 1995). La enigmática banda conformada  en la actualidad por Jean-Hervé Péron y Werner “Zappi” Diermaier, miembros fundadores de la banda alemana, y que continúan explorando la paleta sónica del grupo a niveles insospechables. La banda está por comenzar su próxima gira en EUA, el mes entrante por lo que posiblemente la banda podría lanzar un álbum nuevo, como lo reporta el medio norteamericano Brooklyn Vegan. Dicha gira comenzará del 11 de Julio en Chicago y terminara el 29 de Julio en San Diego, California. Faust es una de las bandas más populares del kraturock (termino que ellos califican como despectivo y ofensivo) que con solo 4 álbumes lograron convertirse en una de las bandas estandartes del sonido de una era característica, una era de la resaca de la posguerra, el estigma y la efervescencia psicodélica de una juventud que no veía fronteras entre las músicas. Influenciados por el dadaísmo y más tarde por el movimiento fluxus; Faust logró no solo definir un sonido, sino que, permutó su obra en lo que hoy en día significa la banda, una banda que se siente nueva, fresca, con un sonido a la vez nostálgico como innovador, oscuro, el eslabón perdido de una era distante. Fundados en 1971, la banda conformada por Werner “Zappi” Diermaier, Hans Joachim Irmler, Arnulf Meifert, Jean-Hervé Péron, Rudolf Sosna y Gunther Wüsthoff, nació en la pequeña zona rural de Wümme, Alemania y gracias a la iniciativa del legendario productor Uwe Nettelbeck de formar un grupo que contrastará con la entonces invasión británica en el mainstream y la naciente visión del rock anglosajón; por lo que fácilmente lograron fichar 4 discos legendarios, en disqueras mayores, como la Polydor o la Virgin, estos últimos lanzando el que quizá es su álbum más popular Faust IV; desgraciadamente la banda de disolvió en 1975 tras la negativa de esta última disquera de lanzar su nuevo álbum. La banda se sumió a un profundo letargo, pero en 1994, decidieron reactivar al grupo con una alineación diferente, donde los miembros fundadores Jean-Hervé Péron y Zappi Diermaier comenzaron a dar giras por Estados Unidos y Europa, apoyados de miembros de Sonic Youth; además de lanzar una gran cantidad de discos junto a su miembro fundador Hans Joachim Irmler, bajo su propia disquera, Klangbad. Sin embargo en 1997 Perón deja el grupo para enfocarse en su propio arte multidisciplinario, dejando de nuevo al grupo a la deriva. En 2005 Diermaier y Perón se unen para conformar un “nuevo” Faust, con una alineación diferente, un sonido mucho más agresivo, crudo y oscuro, además de colocar el factor del azar y la improvisación en un primer plano; ejemplos claros de esto son: Rein (producido por Jim O’Rourke) Something Dirty o C’est Comm…Comm…Compliqué, materiales donde la banda muta completamente, pero al mismo tiempo revive en ocasiones el sonido de sus primeros discos. La banda actualmente se conforma por sus primeros dos fundadores, además de incluir numeroso colaboradores como lo son: James Johnston (ex Nick Cave and The Bad Seeds y Gallon Drunk) la artista británica multidisciplinaria Geraldine Swayne. Faust es una de las bandas más interesantes de la historia del underground, un grupo mutante sónicamente, pero que mantiene esa noción tan natural por revivir su sonido inicial, dando constantes giros de tuerca. Una banda que puede tanto colaborar con el fallecido Tony Conrad como con los míticos Slapp Happy, una banda que se cataloga dentro del krautrock como también con el rock in oposittion, o para algunos, precursores del industrial; una banda tan única por sí sola, que de haber dos como en algún momento extrañamente sucedió este mundo sería seguramente un poco más torcido de lo que ya es. ¡Larga vida a Faust!

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