El sello discográfico Sarah Records cumple en este mes 33 años desde su fundación, el cual ha experimentado una significativa popularidad después del lanzamiento del libro Popkiss: the life and afterlife of Sarah Records de Michael White y el documental My Secret World: the story of Sarah Records de Lucy Dawkins, asimismo, por el resurgimiento del indie pop y todas las cosas “twee”. Sarah Records se fundó por Clare Wadd y Matt Haynes en Bristol, Inglaterra, en 1987, sin embargo, anunciaron el fin de su historia el mes de agosto de 1995 a través de NME y Melody Marker; medios en los que propusieron terminar con su corta trayectoria con el emblema “A day for destroy things”, pues la premisa que caracterizó a dicha disquera fue asumir que nada era para siempre; en sí se trató de una especie de performance de art-pop que implicaba la autodestrucción del sello debido a una convicción política que criticaba a la industria musical establecida. Como lo dijo Hegel: el deseo es la presencia de una ausencia y Sarah Records no va a estar ahí todo el tiempo, incluso, genera un vacío, una nada que se materializa en una suerte de rechazo permanente hacia la vida pública. Quizá por esa búsqueda permanente uno vuelve al pasado para desempolvar toda esa música que nos hizo sentir algo especial en cierto momento, sin embargo, no todos tuvieron la fortuna de tener el material que produjo la disquera, igualmente, no se encuentra fácilmente en los servidores de música online ni en las tiendas de discos, sí, no hay más que unos cuantos tracks sueltos. Esto ocurrió después de que los fundadores lanzaron el álbum número 100 y decidieron que no habría más copias ni permisos para que se siguieran emitiendo los discos de las bandas, pero no contaban con que los escuchas ya no podrían tener acceso a estos materiales y las copias que había adquirían un valor muy alto entre los coleccionistas. Para resolver este problema subieron el material vía Bandcamp y los precios para adquirir alguno de los álbumes se lo dejan al criterio del consumidor. Hay una razón que explica esto: Clare Wadd y Matt Haynes se involucraron en la música escribiendo fanzines políticos, en donde se narraban temas asociados al anarquismo, al feminismo y al veganismo, además, mantenían una crítica permanente a la distribución de la música y señalaron cómo los sellos discográficos reproducían materiales con fines mercantiles sin necesariamente beneficiar a las bandas ni a sus consumidores. De esta manera, estos personajes decidieron hablar de grupos que estaban fuera de la gran escena de Inglaterra en los años ochenta y noventa como una forma de promover su trabajo, y más tarde, incluyeron flexi disc de baja durabilidad a sus publicaciones periódicas; así le dieron vida a bandas como The Field Mice, The Wake, Another Sunny Day, Blueboy, Heavenly, The Sea Urchins, Secret Shine, The Ochids, Brighter, East River Pipe, entre otras. En un principio Sarah Records fue criticada por los principales medios de la época, por decir algo, en Melody Marker, Simon Reynolds llegó a decir que la música que producían era una regresión del rock y el punk (lo que sea que eso signifique), asimismo, otras voces llegaron a mencionar que su música era una especie de cáncer. A decir verdad los grupos estaba despojados de cualquier movimiento musical del momento, pues representaban la yuxtaposición de los sonidos que reproducía la gran industria, pues estos generalmente se asociaban a lo twee, fey o wimpy, es decir, con lo poco convencional y lo frágil. De hecho se tornaron posturas misóginas sobre la disquera, incluso, las puntuaciones que llegaron a obtener los discos de las bandas en las revistas musicales, lograron calificaciones mínimas, que hasta era imposible sentirse incomodo por tanta mediocridad, sin embargo, John Peel pudo reconocer algo en esas bandas de Bristol que otros no, pues fue de los pocos locutores que se interesó por el trabajo que había detrás de Clare Wadd y Matt Haynes. Sarah Records creó su propio mundo y creció fuera de la industria musical establecida, porque hasta cierto punto entendía la relación simbiótica entre el artista y el distribuidor, sin embargo, también puso en tensión el alcance de las bandas por el estigma que había alrededor del sello. Ciertamente se trató de un movimiento local que gracias a internet se ha expandido y ha logrado romper fronteras geográficas, lo cual nos permite a algunos rescatar esos archivos y reconstruir de manera desordenada parte de su historia. Ahora quizá se observa por una extraña razón desde una óptica más optimista que hasta revistas como NME, terminaron considerando a Sarah Records como uno de las mejores disqueras que han existido. ¿Será porque finalmente pudieron reconocer el mensaje que existe detrás de Clare Wadd y Matt Haynes? ¿O será porque monopolizamos la nostalgia y ciertos ideales que ocurrieron en un tiempo que no vivimos? No lo sé, pero feliz aniversario para Sarah Records.