TEXTO por Abraham Garcí[email protected] Se supone que este es uno de los peores álbumes del grupo más importante que haya salido de Crawley, West Sussex, tanto para sus fans como para la crítica. Mi primer acercamiento a Wild Mood Swings fue a través de “This Is a Lie”. “Es mi canción favorita de la banda”, me dijo un viejo conocido, por ahí de 2004. No le di mucha importancia a esa valoración, ya que venía de una persona que se adentraba mucho en la música psycho y las raves realizadas en ranchos de Colima suponían sus salidas de fin de semana, además nunca me pareció que se implicase mucho en música similar a la de The Cure, pero la canción me agradó mucho y sencillamente se quedó. Me parecía atípica para el grupo, y muy elegante, porque musicalmente depende mucho de las cuerdas de violín, viola y violoncelo. La escucho y aún me hace imaginar los pomposos bailes con máscaras de su majestad Luís XIV, con nobles y plebeyos pretendiendo lo que no pueden. Por aquél 2004, The Cure sonaba un tanto hosco y rasposo con el álbum homónimo, producido por Ross Robinson (Korn, Slipknot, WASP) y estaba bien, pero yo me tiré de lleno en su trilogía obscura (entiéndase Pornography, Disintegration y Bloodflowers, éste último más o menos) que alguna vez tocaron íntegramente en vivo en el Tempodrom, del barrio berlinés de Kreuzberg. Yo no necesitaba más de The Cure, excepto tal vez el Greatest Hits con sus respectivas versiones en acústico. Hace no mucho adquirí Wild Mood Swings en casete. Nunca antes lo vi exhibido en físico en alguna parte, ni en otro formato. El payasito de juguete roto de la portada fue decisivo para comprarlo, aunado a las ganas de escuchar “This Is a Lie” a máximo volumen. Resulta interesante el hecho que este álbum fue grabado en uno de los puntos más bajos e inestables de la carrera del grupo. El bajista Simon Gallup estaba dubitativo de continuar o abandonar el barco por temas de salud (ahora que sí se ha ido, al parecer para siempre, será muy echado de menos porque su sonido con el instrumento hizo sumamente identificable a The Cure) y el álbum fue grabado por 3 bateristas distintos, entre ellos Jason Cooper, quien se quedó en el luego de haber hecho audición; todo esto tras la salida de Boris Williams. Parecía que cohesión entre los integrantes era lo que menos había. Al escuchar la grabación, parece haber surgido mucho de la creatividad bajo presión, por momentos algo básica y desprolija, aunque la mezcla de estilos musicales presentes en Wild Mood Swings hacen un retrato fiel de un grupo que en ese 1995 y parte de 1996, iba a gran velocidad por las subidas y bajadas de la montaña rusa de saber si continuaba o no como entidad y le era imposible tener control de sí mismo por cuestiones ajenas a la música. Y por casualidad estaban en el estudio para entregar el décimo álbum a su disquera. Después de todo, había un contrato que honrar. Si Wild Mood Swings fuese una persona, seguro se pensaría que es alguien con padecimientos de bipolaridad o que vive algún trastorno similar de personalidad. Es que hay canciones que van de una felicidad tan pura y tierna, casi infantil y fantasiosa, como la preciosa y favorita “Mint Car”, pasa por una depresión swing, con la conciencia de que no hay ganas, pero hace falta levantarse y tomar las riendas de lo que viene, como ocurre en “Gone!”, y de la nada todo es lamento irreparable, todo es tristeza solemne, casi funeraria, como en los dos cortes finales, que parecen ser los únicos que siguen una misma línea, tanto en temática y estilo, como en orden del tracklist. “Treasure” es una despedida, que aunque triste, es cálida por ese estribillo mecedor y dulce, con ánimo conciliador. “Bare”, por otro lado, asume con frialdad el dolor y la fractura que significa un final absoluto. “The 13th” seguro es la canción más atípica, ya no en el álbum, si no en todo el catálogo de The Cure. Música tropical, para conquistar y bailar cachondo, suave y pegadito, tal vez más propio de un concierto de Willie Colón. ¿Demasiado para la fanaticada más dark del grupo? “It Used to Be me” en realidad es un lado B. Apareció en el sencillo de “The 13th”, y me encuentro con que es la canción más celebrada de las sesiones de Wild Mood Swings. Es posible que haya quedado fuera por la duración total del álbum (una hora), pero bien pudieron dejar fuera “Return” o a “Jupiter Crash”, que en mi opinión son los temas menos memorables. En conclusión, me parece que Wild Mood Swings es un álbum difícil de The Cure. Se sale mucho de la tradicional línea dulce-amarga del sonido post punk que los hizo populares para explorar la versatilidad con sonidos y estilos musicales que poco y nada tendrían que ver con el resto de su catálogo. Es que, el título del álbum parece decirlo todo. Las 14 canciones que integran Wild Mood Swings, como conjunto, parecieran estar todas inconexas, tanto por temáticas (obviamente emocionales) como por los estilos musicales que ahí se pueden encontrar. Dan para pensar que se pueden tomar por 14 cartas o notas escritas por la persona que, ya se dijo, pudiera ser este álbum de estudio de The Cure. Tal vez era muy complicado que conectara con mucha gente fanática, ya que el lanzamiento registró una de las peores ventas de un álbum del grupo. Es por demás singular el detalle de que en este 2021 cumplió 25 años y pasó casi desapercibido en muchísimas publicaciones musicales. ¿Wild Mood Swings es el álbum más incomprendido de The Cure? TEXTO por Abraham Garcí[email protected]