Depósitio Sonoro

Irving Alfaro

Loveless: la tormenta perfecta de My Bloody Valentine a 30 años de su nacimiento

‘Loveless’ es un disco vanguardista que marcó un antes y un después en la historia de My Bloody Valentine y del propio subgénero conocido como shoegaze. Musicalmente fue el momento en el que la banda logró llegar al punto más alto de su creatividad, dejando muy atrás a su álbum debut ‘Isn’t Anything’, gracias a la obsesión de Kevin Shields (líder y guitarrista) por agregar capas y capas de guitarras distorsionadas por el efecto Tremolo en cada track, con lo que llegó a llamar la atención de Robert Smith y Brian Eno, sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas para la banda irlandesa a principios de los 90’s, por eso quise escribir un poco sobre la historia detrás de este gran disco, en el marco de sus primeros 30 años y la historia va así… To here knows when Uno podría pensar que en 1991 la salida de un álbum como Loveless sería toda una revelación mundial, pero las cosas fueron un tanto diferentes: cuando el disco salió por primera vez en las tiendas de discos un 4 de Noviembre (tan solo 6 semanas después de ‘Nevermind’), su recibimiento fue tan pobre y poco valorado por la audiencia que prácticamente llevaron a la quiebra a Creation Records (su casa disquera) que había invertido cerca de 480,000 libras en 2 años de grabaciones y decenas de productores diferentes, ante la negativa de Kevin Shields por terminar la grabación de cada instrumento, después de días, semanas, meses… años. Tal fue el nivel de exigencia que Shields tenía consigo mismo y con la experimentación sónica de Loveless, que para la canción To here knows when, (que sería lanzada en un EP llamado Tremolo como un adelanto del disco), la banda se tomó casi una semana para grabar únicamente el sonido de un pandero hasta que finalmente quedaron satisfechos. Pero eso no sería todo, entre 1989 y 1991 la banda cambiaría constantemente de estudios de grabación buscando ingenieros de audio, equipos de sonido y técnicas de grabación que cumplieran con los extraños requerimentos que la banda (o Kevin Shields) quería, como el poder acelarar y desacelerar su voz creando diferentes tonos para canciones como When You Sleep y Come In Alone, dando la sensacion de estar escuchando a dos personas diferentes cantando al mismo tiempo. Lo cual generó incontables conflictos finacieros para Alan McGee (dueño de Creation Records) que para mediados de 1991 se encontraba en bancarrota, por lo que no pudieron pagar los gastos al estudio Britannia Row, y estos al saber que no recibirían su pago, se negaron a devolverle su equipo a la banda. Acto seguido, Shields y compañía entrarían una noche de contrabando para recuperar sus instrumentos y los masters de grabación para continuar en otro lugar. Come In Alone Al final, Alan McGee terminó pagando casi medio millón de dólares por la grabación del disco con 19 productores y casi un veintena de estudios de grabación, con la esperanza de recuperar su inversión con las ventas del disco, sin embargo esto nunca sucedió debido a que el fenómeno musical que representaba ‘Nevermind’ terminó por eclipsar casi a todas las bandas y proyectos que surgieron después, por lo que decidió echarlos de su disquera. Posterior a la salida del disco Bilinda Butcher (vocalista y segunda guitarra) declararía en entrevistas que los momentos de tensión durante las sesiones de grabación eran tan comunes que incluso la banda comenzó a tener fricciones cada vez más grandes entre ellos: “Nos llevó mucho más tiempo de lo pensado y nadie lo disfrutó. Colm la pasó mal en aquel entonces. No podía tocar la batería, no sonaba tan bien como antes. Los cuatro nos estábamos perdiendo a nuestra manera, Dios sabe por qué… recuerdo y me pregunto si fue el cansancio o el estrés acumulados. No teníamos dinero. Colm no tenía hogar, dormia en sofás y la relación entre Kevin y yo se estaba rompiendo. Francamente, nos estábamos volviendo locos el uno al otro. La única razón por la que el álbum se llamó ‘Loveless’ es porque todo eso ocurrió cuando lo hicimos”. Blown a Wish A pesar de tener todas las probabilidades en su contra, Loveless logró cautivar a la prensa internacional y confundir aun más a la generación X, que había sido devorada por el sonido de Seattle y mientras Nirvana arrasaba con todo a su alrededor, My Bloody Valentine ponía a prueba la paciencia y tolerancia de toda su audiencia al tocar en vivo una oda al feedback de más de 15 mins, a la mitad de You made me realice, cual los llevó a hundirse en la escena underground de los 90’s, incomprendidos por una gran mayoría de personas que solo escuchaban simple y llano “ruido”. Con el paso del tiempo, bandas como Slowdive, Ride y Lush sentarían las bases para subgéneros como el noise y el dream pop, pero también darían pie a que, tanto el álbum de MBV como la escena shoegaze poco a poco fueran ganando reconocimiento en las nuevas generaciones, que llegarían a formar bandas como Blonde Redhead, M83, Ringo Deathstarr, Wolf Alice, o incluso Lorelle Meets the Obsolete, Mint Field y Margaritas Podridas a nivel nacional. My Bloody Valentine puede no ser una banda que venda millones de copias, sin embargo su influencia musical, ha impactado a millones de jóvenes que alguna vez soñaron con crear un muro de sonido que rompiera el silencio de forma estridente y violenta, justo como en las primeras notas de Only Shallow, track que abre el álbum de forma contundente y que define de forma clara el sonido de una banda a la que nunca le interesó llenar estadios, sino encontrar su propia marca musical… ¡y lo lograron!

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El amor continúa con Mogwai en su décimo disco de estudio

Después de 4 años y 2 bandas sonoras, finalmente llega el esperado décimo disco de estudio de la banda escocesa y afortunadamente no defraudan a nadie, con un disco mucho más solido y contundente que sigue los pasos de Every Country’s Sun. As The Love Continues fue nuevamente producido por David Friedman, un viejo amigo de la banda, quien trabajó con ellos a la distancia desde norteamérica, mientras la banda grababa en Vada Studios, en Reino Unido debido a la pandemia y, a pesar de lo que uno pueda pensar sobre el trabajo a distancia, el resultado es memorable especialmente en cortes como Fuck off money, Dry fantasyy Ritchie Sacramento, esta última dedicada a David Berman, músico y poeta que se quitara la vida en 2019 después de lanzar ‘Purple Mountains’, su disco solista.  Por otro lado, canciones como Pat Stains, Midnight Flit y Drive the Nail destacan por ser sumamente emotivas y evocativas a paisajes nórdicos rodeados por lagos y vegetación, con arreglos de cuerdas que rememoran por momentos a Sigur Rós por esos conctantes in crescendos que explotan al final de cada cancion. Dichas canciones cuentan con la participacion de Colin Stetson, Atticus Ross y Kirk Hellie.   A lo largo de todo el disco hay cierta melancolía implicita a los lugares abiertos (To the bin my friend, tonight we vacate the earth y Ceiling Granny) como si la banda añorara regresar de nuevo a los conciertos, a las giras y al exterior en general, como si el encierro comenzara a generar estragos. Tal vez por eso se siente que todas las cancones de As The Love Continues podrían funcionar mucho mejor en vivo, como ya quedó demostrado en su pasada transmisión el 13 de febrero, en donde la banda lamentaba no poder ver a su audiencia mientras tocaba de principio a fin su nuevo material.      Sin duda se trata de un disco introspectivo en donde ocasionalmente podemos escuchar a Stuart Braithwaite cantar de forma reflexiva sobre la libertad perdida, al igual que algunas amistaes que nunca regresarán: “Disappear inside / All gone, all gone / It took a while just to think / Of homе, of home”. Es seguro decir que estamos frente a uno de los mejores discos del año, con apenas dos meses de vida. 

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Reseña del nuevo disco de Ringo Deathstarr: fragilidad y furia

Luego de 5 años de espera, el trío de shoegaze texano Ringo Deathstarr regresa para entregarnos su sexto disco de estudio haciendo gala de una excelsa e hipnótica distorsión de guitarras, manteniéndose fieles al reverb y las clásicas paredes de guitarra propias de My Bloody Valentine, Ride y The Jesus and Mary Chain.     Canciones tan delicadas como la instrumental “Nagoya“, encargada de abrir de forma sutil el álbum, aunada a “In your Arms”, “Heaeven Obscured“ y“Disease“ en donde la voz de Alex Gehring se mezcla de forma natural con la estridencia de “Just like You, Gazin” y “God Help The Ines You Love”, a cargo de Elliot Frazier, forman una simbiosis sónica maravillosa que se mantiene a lo largo del disco.   Mención aparte para “Be Love“, una bella armonía de 3:42 minutos que recuerda a “Fools Gold“ de The Stone Roses, gracias a un beat finamente marcado por Daniel Coborn en la batería. Tal vez lo más arriesgado del disco.   A través de 13 canciones, la banda de Austin logra lo que tanto habían anhelado a lo largo de 13 años de carrera musical: encontrar su propio sonido en medio de un revival que sigue siendo totalmente desconocido e infravalorado por muchos. Tal vez por eso decidieron llamar a este nuevo trabajo simplemente Ringo Deathstarr, para que no quede duda de quién se trata. Es bueno saber que el shoegaze sigue vivo entre pandemias y colapsos económicos

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La importancia del disco Give Up de The Postal Service a 20 años de su creación

En 2003, Benjamin Gibbard llegaría a la encrucijada de su vida artística gracias a The Postal Service, un proyecto alterno que conformaría junto al productor musical Jimmy Tamborello (Dntel) y Jenny Lewis, vocalista de Rilo Kiley     El impacto de un disco debut que estaba pensado como un “simple proyecto alterno” fue tal, que bien pudieron renunciar sus antiguas bandas para seguir al frente de TPS, sin ningún tipo de culpa. De pronto, The Postal Service era más grande y más conocido que las tres bandas de sus integrantes juntas.   En ese momento, Gibbard y su banda Death Cab For Cutie ya contaban con cuatro discos de estudio y un EP, publicados de manera independiente, y se mantenían a flote en un incipiente sector juvenil que a la postre conformaría el subgénero musical denominado indie. Sin embargo, aún no contaban con ningún éxito comercial que los identificara.   Por otro lado, Jenny Lewis al frente de Rilo Kiley ya contaba con dos discos de estudio; mientras que Tamborello, tenía tres discos en su haber bajo su nombre artístico Dntel, con el que pudo trabajar con Benjamin en la canción “(This Is) The Dream of Evan and Chan” en 2001.   Con tan sólo tres sencillos (Such Great Hights, The District Sleeps Alone Tonight y We Will Become Silhouettes) y 12 canciones en su totalidad, Give Up llevó a The Postal Service a los primeros lugares de miles de estaciones de radio en el mundo; en especial gracias a “Such Great Hights”, que fue usada incluso para promocionar M&M’s, los procesadores de Apple en 2006 y alguna que otra película.     Ese nivel de éxito no lo había conocido ninguno de sus tres integrantes con sus respectivas bandas. Por lo que resultaba tentador dejar todo atrás para enfocarse de lleno en este nuevo proyecto. Afortunada o desafortunadamente no fue así.   Gibbard entendió a la perfección que atravesaba por un gran momento creativo y era una oportunidad que podía llevar a su primer banda, sabía que una genialidad de tal proporción pocas veces lograba repetir el éxito y decidió que, después de una extensa gira de promoción con The Postal Service, lo mejor sería dejar al disco existir como una joya solitaria en el tiempo, a la par de discos como The Yardbirds, Temple of The Dog y Mad Season, y regresar a su antigua banda.     Algunos meses después del debut con TPS, Death Cab For Cutie publicaría el disco que cambiaría su carrera por completo y la daría el último empujón a la escena indie: Transatlanticism. El resto es historia.   La última vez que The Postal Service regresó a los escenarios fue en el décimo aniversario de Give Up en 2013, cuando los tres miembros originales decidieron reunirse por última vez y ofrecer una serie de presentaciones en Norteamérica y Europa, como el Primavera Sound en Barcelona, una de las tocadas mejor documentadas. Asimismo, dejarle a la disquera Sub Pop, el segundo LP más vendido de toda su historia.     Hoy en día Give Up, de The Postal Service es de tal importancia para el indie, el synthpop y el electro-pop, que aún sigue siendo un disco referente para bandas como Chvrches, The Shins, Warpaint, The Decemberists, Matt & Kim y Stars, sigue sonando tan fresco y propositivo de principio a fin como hace 17 años.   Un álbum seminal que cada día cobra más importancia en medio de la vorágine de las masas polarizadas y anticlimáticas, en un mundo convulso y dominado por el reguetón y el trap.     Vale la pena escucharlo nuevamente en su totalidad, una especie de futuro idealista que sigue aquí. Por y para siempre.    

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Hildur Guðnadóttir, la chelista detrás del soundtrack de la película JOKER

El estreno de la semana es Joker de Todd Phillips. Película rodeada de mucha controversia en todo el mundo desde su premiación en el Festival de Cine de Venecia el pasado mes de septiembre, que ha generado una interminable cantidad de reacciones: desde el surgimiento de haters que han reclamado a Warner la entrega de una película violenta y misógina; hasta la preocupación del ejército de los EU y el FBI por una supuesta conversación filtrada desde la deep web por grupos que tienen planificados una serie de tiroteos o mass shootings durante las proyecciones de dicha película Todo esto ha generado cierto temor entre los ciudadanos del vecino país del norte, y más teniendo en cuenta que hace 7 años, en el condado de Aurora, Colorado, durante el estreno de The Dark Knight, un sujeto asesinó a sangre fría a 12 personas y dejó más de 50 heridos, todo bajo la firme creencia de que él era el villano de la película: The Joker. Cierto es que dichos temores (fundados o infundados) no han hecho más que darle un gran impulso a la promoción previa al estreno. Es marketing gratuito que eleva la expectativa y el morbo de la gente para acudir en masa a los cines sólo para comprobar una de dos cosas: que se trate ciertamente de una gran película o de un gran fraude. No obstante ya habrá pagado su boleto. Sin embargo, más allá de cualquier crítica, este texto pretende centrase en un elemento muy poco abordado por los medios: el score original creado por Hildur Guðnadóttir, una chelista islandesa que ha colaborado en películas como The Revenant, Sicario: The day of the soldado, Mary Magdalene, Prisioners, Arrival y, recientemente,en la miniserie Chernobyl. Con tremendas credenciales en su haber y colaboraciones que incluyen a Animal Collective y Sun O))), era de esperarse un trabajo sólido y escalofriante que en conjunto con la interpretación de Joaquín Phoenix, reflejara de manera desoladora la espiral descendiente y oscura que atraviesa una persona con serios trastornos mentales en un sociedad que poco hace por comprender. Los cambios en la composición de las armonías reflejan el inestable ánimo del personaje, desde un pequeño e indefenso susurro contenido en una nota por varios segundos, hasta una explosión de emotividad y locura que rayan en lo ridículo. Pareciese por momentos como una extraña combinación de sentimientos encontrados como la añoranza y la desesperación. La misma Guðnadóttir aseguró en una entrevista hace unos días, que mucho de este material ya se encontraba listo antes de que la película estuviera en rodaje y que incluso el director y al actor retomaron mucho de su sonido para crear y darle forma y fondo al guion y al personaje principal, por lo que su música bien podría ser una parte fundamental en la estética de toda la película y de la creación del Joker de Phoenix y la visión del propio Todd (aunque, bueno, esto es pura especulación). El domingo 9 de febrero de 2020 Hildur Guðnadóttir se convirtió en la primera compositora que gana el Óscar a la mejor música original en más de 20 años, en la 92ª gala de los Premios de la Academia.  La islandesa llegó como favorita tras ganar el Globo de Oro y el BAFTA por la música de ‘Joker’. Finalmente se llevó el Óscar, convirtiéndose en la primera compositora que recibe el premio en los últimos 23 años.

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Beth Orton a 20 años de su disco ‘Central Reservation’

En 2005 el libro 1001 albums you must hear before you die (2005) incluyó a Central Reservation dentro de su lista de discos básicos de música en los últimos 70 años, sin embargo, resulta extraño hablar de una leyenda del folk electrónico y orgullo de Norfolk, Inglaterra, que es prácticamente desconocida de este lado del mundo: Beth Orton. A pesar de tener una larga trayectoria y estar a la par de figuras emblemáticas como K.D. Lang, Suzanne Vega y Sarah McLachlan, pareciese como si la compositora hubiera pasado de noche en nuestro continente, como una figura olvidada en el tiempo, justo como la música de Sixto Rodríguez y la carrera de los Rolling Stones desde los años 80 o el último disco de Bob Dylan. Con más de 25 años de carrera, Beth Orton nos ha entregado su alma y su voz en cada uno de sus trabajos musicales, que deambulan desde el folk y la electrónica hasta el ambient y el downtempo, gracias al elaborado panorama de sonidos que es capaz de arrancar con un pequeño conjunto de sintetizadores, pianos, guitarras y pedales de distorsión. Su primer trabajo a nivel comercial, Trailer Park (1996), fue nominado a mejor álbum de Reino Unido en los Brits Awards y al año siguiente conseguiría competir en la misma terna por el Mercury Prize, mientras se daba tiempo de colaborar por primera vez con un nuevo dúo de Manchester que se hacía llamar The Chemical Brothers con resultados enormes y conmovedores: Alive Alone, última canción del Exit Planet Dust. Sin embargo, el reconocimiento más notorio de su carrera (al menos en Europa) llegaría gracias a Central Reservation (1999), una joya perdida en el tiempo que el pasado 9 de marzo cumplió sus primeros 20 años. Un disco lleno de tonalidades divergentes en donde Orton hace despliegue de su potencial como compositora, con verdaderos momentos de dolor a los que recurre para olvidar y para sanar, en contraste con las armonías de su voz en Free to Believe, Stars all seem to weep y Devil Song, llenas de una calidez tan reconfortante que pareciera como un faro de luz en medio de una tormenta de emociones, además de aventurarse en terrenos quejumbrosos y ríspidos como el blues y el soul en Sweetest Decline, Love like laughter y Pass in Time, en esta última acompañada por otro grande del jazz-folk: Terry Callier. El segundo trabajo de Orton deambula entre una sensación de vacío existencial y la necesidad de alejarse de todo y de todos luego de perder a su madre durante las grabaciones de dicho álbum, una constante que se puede sentir desde su apertura con Stolen Car hasta el remix de Central Reservation, aunque irónicamente, también se trata de uno de sus trabajos más ligeros y fáciles de escuchar, gracias a la increíble producción de Ben Watt (Everythng but the girl) y David Roback (Mazzy Star) quienes se encargaron perfectamente de llevar las emociones y sentimientos de la cantante a pequeños arreglos de Jazz y Soul que encajan a la perfección con su estado de ánimo y dejan ver destellos de Nick Drake y Sandy Denny en su adn musical. Su poca notoriedad en el mercado americano, lejos de ser una limitante, ha sido su mejor arma para mantener su música a una distancia prudente de una industria indolente y sin rostro, continuando su carrera con 2 discos más que exploran sus raíces en el trip-hop y el electro-pop Daybreaker (2002) y Comfort of Strangers (2006); un regreso totalmente acústico en Sugaring Season (2012) y una mezcla de toda su evolución musical en Kidsticks (2016), donde su faceta como madre se refleja tanto musical como visualmente de forma magistral, sin perder el toque melancólico que le otorga su voz a cada una de sus melodías. Beth Orton es uno de esos ejemplos en los que un artista con gran talento no siempre logra llamar la atención de un público masivo al no contar con “ganchos musicales” o fórmulas preestablecidas que la habrían llevado por un camino mucho más relajado y cómodo, por el contrario, la oriunda de Norfolk ha elegido un camino duro: se ha negado rotundamente a convertirse en un producto prefabricado, a escribir hits momentáneos, a llenar estadios; en cambio, ha decidido ser trascendente bajo sus propias reglas y estándares de calidad, nunca ha seguido ninguna moda musical, ni ha formado parte de ninguna escena y solo compite contra ella misma en cada material publicado. Ese es su legado para el mundo, uno de más de 25 años que la ha colocado más allá del bien, del mal y del folk, y ahora gracias a los servicios de streaming se encuentra a uno cuantos clics de distancia. En este 2019, la artista colaboró con Mercury Rev en su último disco-homenaje a Bobbie Gentry: The Delta Sweete y se encuentra momentáneamente de gira con ellos hasta el próximo mes de Octubre, justo a unas semanas de su presentación en la CDMX. A quien escribe estas líneas nada le haría más feliz que poder ver por primera vez a Beth Orton en nuestro país, aunque sea acompañando a otra banda legendaria como Mercury Rev. Solo el tiempo lo dirá…

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Chris Cornell: a 2 años de su partida

Trágico fue el desenlace para uno de los mejores vocalistas que ha dado el rock alternativo en los últimos 30 años y aunque resulte difícil entender cómo es que los demonios de Chris Cornell pudieron más que el amor de su familia y su amor por la música, siempre tendremos su increíble y vasto legado musical como el último recuerdo. A 2 años de su partida, en un 18 de mayo de 2017, y aunque poco se sabe de la vida de Cornell, sus relatos en algunas entrevistas sobre su vida entre padres alcohólicos nos dejaron ver el motivo de su temprano ingreso a las drogas y el alcohol, que posteriormente lo llevarían a una espiral de ansiedad y depresión con los que tendría que pelear durante toda su vida, y aunque logró controlarlos durante un tiempo gracias a la música de The Beatles, Little Richard, al apoyo de su madre, al iniciar su propia banda de rock y al casarse y tener 3 hijos, su decisión de poner fin a su vida a los 52 años, justo después de un concierto de Soundgarden, fue su último recurso para acabar con años de tormento y desesperación. Cornell pudo no ser el portavoz más grande de la Generación X, ni tener el impuso mediático que recibieron bandas como Nirvana y Pearl Jam, pero gracias a su talento como compositor y a esa voz tan característica que llegaba a agudos imposibles, poco a poco fue obteniendo el merecido reconocimiento internacional gracias a su trabajo al frente de Temple of the Dog, Soundgarden y Audioslave, a su carrera solista, e incluso, gracias a sus colaboraciones con varios directores de cine a lo largo de su carrera como músico. Rolling Stone lo coloca en su lista: “Los Mejores vocalistas de todos los tiempos” en la 9ª posición, mientras que Guitar World hizo lo propio ubicándolo en la 4ª posición dentro de “Los mejores vocalistas del Heavy Metal” y el #22 en la lista de MTV sobre “Las Mejores Voces en la Música Alternativa”. A 2 años de su partida, recordamos con mucho cariño y respeto a uno de los mejores músicos de Seattle, con una playlist de sus mejores canciones en todas sus etapas creativas. DEP Chris Cornell.

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Kurt Cobain: el último suspiro

A 26 años de su repentina muerte, el 5 de abril sigue siendo un duro golpe a la memoria de millones de fans de Nirvana que año tras año continúan recordándole. Quise retomar un extracto del último capítulo de ‘Heavier Than Heaven: ‘Un final a la Leonard Cohen’ en donde Charles R. Cross intenta recrear de forma metódica las últimas horas del ícono de la Generación X. “En las horas previas al amanecer del martes 5 de abril, Kurt despertó en su propia cama, con las almohadas impregnadas con el perfume de Courtney, una fragancia que había percibido por primera vez cuando ella le envió la caja de seda y encaje en forma de corazón hacía tan solo tres años. Hacía frío en la casa, así que había dormido con la ropa puesta, incluido el abrigo de pana marrón. En comparación con las noches que había dormido a la intemperie en cajas de cartón, no era para tanto. Llevaba su cómoda camiseta de Half Japanese (un grupo de punk de Baltimore), sus Levi’s favoritos y, al sentarse en el borde de la cama, se ató los cordones del único calzado que tenía: un par de tenis Converse. La televisión estaba encendida, con MTV sintonizado, pero sin sonido. Se acercó al equipo de música y puso Automatic for the People de R.E.M, con el volumen bajo para que la voz de Michael Stipe sonara como un agradable susurro; Courtney encontraría posteriormente el equipo encendido aún y el cd puesto. Kurt encendió un Camel y se recostó en la cama con una libreta tamaño oficio sobre el pecho y un bolígrafo rojo de punta fina. Por un momento se quedó embelesado ante la blanca hoja de papel, pero no por culpa del llamado bloqueo del escritor, sino porque llevaba semanas, meses, años, imaginando aquellas palabras. Se quedó parado solo porque hasta una hoja de papel tamaño oficio le parecía sumamente corta, finita a más no poder. “Sabes que te quiero -había escrito en aquella carta- Quiero a Frances. Lo siento. Por favor no me sigas. Lo siento, lo siento, lo siento.” Kurt había seguido escribiendo lo siento hasta llenar la página entera. “Ahí estaré -proseguía la carta-. Los protegeré. No sé adónde voy, simplemente no puedo seguir aquí.” Escribir aquella nota le había supuesto un gran esfuerzo, pero sabía que aquella segunda misiva revestía la misma importancia, y debía ser cuidadoso con las palabras que iba a elegir. La remitió “A Boddha”, el nombre de su amigo imaginario en la infancia. Con una letra deliberadamente diminuta, escribió un texto corrido sin atender a las normas de la gramática, extremando al máximo la redacción de su contenido con el fin de garantizar la comprensión de todas y cada una de las palabras. Mientras escribía, la iluminación de la tele en MTV le proporcionaba gran parte de la luz que necesitaba para ver, pues aún no había amanecido del todo. Cuando dejó de escribir, le faltaban cinco centímetros para llenar la hoja por completo. La redacción de la nota le había costado tres cigarros. No tuvo tiempo de reescribir aquella carta veinte veces como había hecho en muchas ocasiones en sus diarios; se hacía de día y necesitaba actuar antes de que el resto del mundo despertara. Para concluir la carta puso: “Paz, amor, empatía,  Kurt Cobain”, prefiriendo escribir su nombre completo a estampar su firma. Subrayó la palabra empatía dos veces, un término que había empleado en cinco ocasiones a lo largo de su carta suicida. Añadió una línea: “Frances y Courtney, estaré en su altar”, y se metió el papel y el bolígrafo en el bolsillo izquierdo del abrigo. Kurt se levantó de la cama y entró en el armario, donde retiró de su sitio un tablón de la pared. Dentro de aquel cubículo secreto había una funda de escopeta de nailon color beige, una caja de cartuchos y una caja de puros Tom Moore. Volvió a colocar el tablón en su sitio, se metió los cartuchos en el bolsillo, tomó la caja de puros y se cargó la pesada escopeta sobre el antebrazo izquierdo. De un armario situado en el pasillo sacó dos toallas; él no las necesitaba, pero harían falta después… Bajó despacio los 19 escalones de la amplia escalera. Había pensado en todo, lo había planeado todo con la misma previsión con la que concebía las portadas y los vídeos de sus discos. Habría sangre, mucha sangre, sería un asco, y no quería que su casa acabara así. Al entrar en la cocina pasó por delante de la puerta donde Courtney y él habían empezado a marcar la altura de Frances a medida que crecía. De momento solo había una señal, una rayita en lápiz con el nombre de su pequeña a 79 centímetros del suelo. Kurt no vería nunca marcas más altas en la pared, pero estaba convencido de que la vida de su hija sería mejor sin él. No vería jamás a Courtney, a Krist, a Dave o a Pat. No volvería a ver su madre Wendy, ni a su hermana menor Kim, no volvería a tocar la guitarra, no volvería a grabar un disco, ni una canción. Jamás volvería a gritar a través de un micrófono. Una vez en la cocina abrió la puerta de la nevera y tomó una lata de cerveza Barq, sin soltar en ningún momento la escopeta. Con tan inconcebible carga encima (una lata de cerveza, un par de toallas, una caja de heroína y una escopeta, objetos que posteriormente se encontrarían formando una extraña asociación), abrió la puerta que daba al jardín trasero y atravesó el pequeño patio. Despuntaba el amanecer y la bruma del alba se cernía sobre la tierra. Así eran la mayoría de las mañanas en Aberdeen, húmedas y frías. Nunca más volvería a ver Aberdeen, nunca más treparía a lo alto de la colina Think of Me, nunca compraría la granja con la que había soñado en Grays Harbor, nunca más amanecería en la sala de espera

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