Boards of Canada tomó a la música electrónica que se había alejado del toque humano y la hizo sentir inmensamente personal, invitando a sus oyentes a profundizar en los recuerdos provocados involuntariamente por sus texturas y atmósferas rítmicas. Boards of Canada inspira un nivel de obsesión que no tiene par en el argot de la música, incluso en la música electrónica, un género que tiende a atraer a muchos fanáticos del saberlo todo y del componer fácil. Este fervor obsesivo por el dúo escocés es parte del misterio constante que cultiva, por ejemplo, rechazando entrevistas fuera del intercambio de correos electrónicos ocasionales. Según toda la información actual en internet, el dúo ha actuado en vivo apenas diez veces en su historia de un poco más de tres décadas, la mayoría de las veces en eventos que se realizan antes del lanzamiento de algún álbum. Mientras tanto, sus temas y portadas de discos están llenas de simbolismo críptico: referencias subliminales a la numerología, oscuros fenómenos científicos, cultos religiosos y temas similares. Mike Sandison y Marcus Eoin comenzaron a hacer su mito desde muy temprano en sus vidas. Crearon los primeros temas de Boards of Canada en gran parte para ellos mismos y para su colectivo Hexagon Sun, que los dos describieron en términos vagos, como una especie de fiesta con fogatas y música en las tierras altas de Escocia, es decir, un tipo de comuna libre de pensamientos integrada por músicos, artistas y diseñadores. Sus primeros lanzamientos, Twoism y Boc Maxima, se publicaron de forma extremadamente limitada principalmente a petición de amigos, familiares y personas que admiraban su música. Uno de ellos fue Sean Booth de Autechre, quien ayudó a Boards of Canada a lanzar su primer álbum oficial, Hi Scores, en el sello independiente Skam. Poco después, Boards of Canada (junto con todos su primeros temas) llegaron a los venerables Warp Records para lanzar Music has the right to children en 1998, momento en el cual el dúo ya tenia una mística completamente conformada. A falta de información concreta del dúo, Sandison y Marcus solían ser imaginados como una especie secta secreta que habitaba en el bosque posiblemente grabando dentro de un búnker nuclear abandonado lavando el cerebro de todos sus oyentes para convertirlos en una especie de secta tecno-pagana. En su primera entrevista pública, Sandison y Marcus hablaban de como surgió su música, insistiendo que estaban más interesados en las capacidades psicológicas de los sonidos e imágenes que en su estética; así como en la creación de sonidos subliminales. “No estamos tratando de pasar con precisión el pasado; se trata de inventar un pasado que realmente no sucedió” dijo Sandison a la revista Clash en el 2005. En ese mismo año Sandison declaró que cuando era niño, de unos 5 o 6 años, un familiar cercano tenía un búho de cerámica que tenia los ojos de diamantes con colores multifacéticos y que mirarlos era como mirar a través del tiempo y eso era lo que Boards of Canada estaba tratando de hacer con su música, mirar a través del tiempo. Por abstracta que parezca, la música de Boards of Canada es un resumen perfecto de su estado de ánimo predominante, por ejemplo, el soñar despierto durante la infancia mezclado con el kitsch de los años setentas; una nostalgia melancólica, refractaria y distorsionada. Una creación artificial de un recuerdo probablemente falso. Music has the right to children lo resume en su portada, una foto de una familia de vacaciones blanqueada por el sol cuyos rostros se han difuminado, erosionados por el tiempo o por sus propias facultades mentales. Como explicó Sandison, “si hay tristeza en la forma en que usamos la memoria, es porque el tiempo en el que te estás enfocando se ha ido para siempre, un tema con el que jugamos mucho, esa cosa agridulce con la que te enfrentas en ciertos capítulos de tu vida que solo son imágenes ahora”. La nostalgia de Boards of Canada está en todos lados, en su música, en sus portadas, en su nombre como un homenaje a los documentales de National Film Board of Canada que Sandison y Marcus veían cuando eran niños. La música de Boards of Canada tiene también la intención explícita de evocar a las bandas sonoras de esas tenebrosas películas documentales que veían los días de resaca de su profesor de ciencias o las exposiciones retrofuturistas de latón sintetizado que formaban parte de los logotipos de marcas de los ochentas y la gran cantidad de películas curiosas de ciencia ficción que ahora están perdidas en cintas VHS inservibles. Por mucho tiempo ha sido un tema de debate determinar si Boards of Canada ha sido pionero o solo pertenece a la categoría de música descrita por Derrida conocida como hauntología, en donde artistas electrónicos como The Caretaker, Burial o William Basinski usan sintetizadores antiguos, cintas de grabación viejas y sonidos de campo crepitantes para recrear la idea de un pasado que nunca sucedió. Sean pioneros o no, Boards of Canada comparte definitivamente las obsesiones de esos artistas de crear música con tonos decadentes, distorsionados y desmembrados mientras los escuchas casi lloran en tiempo real. Si todo esto parece romántico y meloso, la música de los Boards of Canada también es pretenciosa, con buen sentido del humor. Es música que también se puede disfrutar como música de estar sin preocuparse por la tarea de pensar. También es música de fácil escucha y hermosa, sin ser banal. A pesar de las notas misteriosas y discordantes, la música de Boards of Canada nunca se sacrifica para ser agradable o forzar una postura vanguardista, todas esas tensiones temáticas son simplemente sentidas. Es esta respuesta emocional y única de la música Boards of Canada que los ha convertido en uno de los dúos más importantes de la música electrónica y posiblemente de los más influyentes. Boards of Canada tomó a la música electrónica que se había alejado del toque humano y la hizo sentir intensamente personal. Invitó a sus oyentes a profundizar en los recuerdos