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Loscil – Lake Fire: Meditaciones sonoras desde el abismo líquido

Pocas figuras dentro del ambient contemporáneo han mantenido una coherencia estética tan profunda y, al mismo tiempo, una evolución tan matizada como Scott Morgan, mejor conocido como Loscil. Con una discografía que se extiende por más de dos décadas, el canadiense ha sabido convertir lo etéreo en cartografía, los drones en estados del alma y lo ambiental en una poética de lo inabarcable. Su nuevo álbum, Lake Fire, no solo reafirma su estatus como uno de los compositores fundamentales del ambient post-digital, sino que expande su lenguaje hacia terrenos aún más líquidos, abrasivos y emocionales. Fuego en el agua: una paradoja sonora El título Lake Fire ya contiene una contradicción. Una imagen imposible, tensionada entre dos elementos opuestos: el agua y el fuego. Y esa tensión recorre todo el disco como una constante estética. A diferencia de sus trabajos anteriores, que muchas veces evocaban quietud o contemplación mineral (Plume, Submers, Equivalents), este álbum se siente vivo, palpitante y por momentos, incluso violento. Inspirado en las crisis ecológicas, los incendios forestales que asolan los paisajes canadienses y los efectos del cambio climático, Lake Fire no es un álbum “ambient” en el sentido clásico. Es, más bien, una elegía ambiental que transita entre lo contemplativo y lo siniestro. Como si los drones habituales de Loscil comenzaran a arder desde dentro, dejando cenizas digitales flotando en la superficie. Diseño sonoro y texturas: una alquimia orgánica-digital Una de las constantes en la obra de Loscil ha sido su capacidad para hacer música electrónica con un alma orgánica, casi táctil. En Lake Fire, esta habilidad alcanza una nueva dimensión. Aquí, los sonidos se sienten erosionados por el tiempo, como si emergieran de una cinta magnética enterrada bajo tierra y desenterrada después de años. Loscil trabaja con síntesis granular, capas de ruido, grabaciones de campo manipuladas y efectos analógicos, creando paisajes que oscilan entre lo melancólico y lo apocalíptico. No hay melodías evidentes ni progresiones tonales claras. Todo es textura, saturación controlada, resonancia emocional. Los tracks nos introducen un pulso apenas perceptible, una especie de latido ambiental que recuerda la obra de William Basinski o Tim Hecker. Es importante notar que Lake Fire no busca ser bonito. Es un disco que incomoda, pero desde la belleza rota, desde una estética que asume el colapso como material compositivo. Contexto: Loscil y la ecología del sonido Scott Morgan ha sido, desde sus inicios, un compositor profundamente influido por la geografía. Ya sea las profundidades oceánicas (Submers), las nubes (Plume), los glaciares (Adrift) o la fotografía abstracta (Equivalents), su obra ha girado en torno a paisajes naturales como metáforas emocionales. Lake Fire da un giro temático importante: ya no se trata de contemplar la naturaleza, sino de presenciar su degradación. El lago está en llamas, la atmósfera está saturada, el futuro se derrite en el presente. Este viraje pone a Loscil en sintonía con una corriente dentro de la música experimental que aborda el colapso ecológico como eje narrativo: desde Lawrence English hasta Kali Malone o Marcus Fischer. Una escucha inmersiva, no lineal Lake Fire exige una escucha activa y profunda. No es un álbum para el fondo, ni para llenar espacios vacíos. Su duración, su construcción lenta y su carga emocional requieren atención sostenida, como si se tratara de una instalación sonora más que de una colección de canciones. El disco puede ser experimentado como un todo —una suite sin pausas ni clímax evidentes— o como fragmentos de un paisaje que muta lentamente. En ambos casos, se trata de una obra que dialoga con la percepción del tiempo, la atención y la fragilidad. Entre el minimalismo y el ruido Aunque emparentado con el ambient clásico (Brian Eno, Steve Roach), Lake Fire también se nutre del drone, la música electroacústica y el noise atmosférico. Hay momentos que rozan lo infrasonoro, otros que se acercan al silencio absoluto, y otros que raspan el umbral de lo disonante. Este equilibrio entre el minimalismo y el ruido recuerda a artistas como Fennesz, Rafael Anton Irisarri o Lawrence English, pero con la firma inconfundible de Loscil: una melancolía elegante que nunca cae en el sentimentalismo, una belleza devastada que no ofrece consuelo. Diseño y presentación Como es habitual en Loscil, el diseño visual del álbum acompaña perfectamente el concepto. Las imágenes asociadas a Lake Fire son abstractas, espectrales, tomadas del mundo físico pero alteradas, como si fueran capturas de un futuro radioactivo o de un recuerdo evaporado. Esta dimensión visual refuerza la idea de que el álbum funciona no solo como música, sino como objeto conceptual: una obra total que combina arte sonoro, crítica ecológica y percepción poética. Conclusión: fuego lento que no se apaga Lake Fire es uno de los discos más densos, inquietantes y emocionalmente poderosos de Loscil. No es fácil, no busca serlo. Es un álbum que retrata una era de crisis, donde el mundo arde mientras las aguas suben, y donde el silencio ya no es paz, sino amenaza. En tiempos de saturación sonora y ruido digital constante, Loscil ofrece una propuesta contraria: una inmersión lúcida en el abismo, una escucha que incomoda pero también sana, como si nos invitara a mirar de frente lo que preferimos evitar. Más que un álbum, Lake Fire es un ritual auditivo. Y como todo buen ritual, deja marcas.

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The Slits: Rebeldía, ritmo y revolución en clave femenina

En el mundo del punk, donde el ruido era sinónimo de furia masculina y los escenarios eran dominio casi exclusivo de hombres blancos con guitarras distorsionadas, emergió una anomalía gloriosa: The Slits. Una banda de chicas jóvenes, salvajes, desafiantes, absolutamente fuera de control —y con un sonido que rompía todos los moldes. Más allá de su estética caótica y su actitud iconoclasta, The Slits fueron pioneras en redefinir el punk desde una óptica femenina y anticolonial, mezclando rudeza con ritmos jamaicanos, libertad con crudeza, y autenticidad con irreverencia. Fueron, simplemente, imposibles de encasillar. En un tiempo en que las mujeres en el rock debían elegir entre ser “chicas lindas” o “groupies”, ellas optaron por ser algo más radical: una amenaza cultural. Nacidas del caos: Londres, 1976 The Slits se formaron en Londres en 1976, en pleno estallido punk. La banda original estaba conformada por: El grupo nació casi como un acto espontáneo, sin formación musical previa ni ambiciones de éxito. Querían sonar como ellas se sentían: crudas, ruidosas, sucias y sin filtro. En poco tiempo se volvieron parte del circuito punk londinense, abriendo para bandas como The Clash o The Buzzcocks, y girando con The Sex Pistols. Pero su presencia no era bienvenida por todos. Sus presentaciones eran viscerales y anárquicas, y su sola existencia —mujeres jóvenes, sin miedo, sin maquillaje, con gritos guturales y una estética post-apocalíptica— incomodaba profundamente a una escena dominada por el machismo. Y eso fue exactamente lo que las hizo necesarias. Cut (1979): El álbum que lo cambió todo En 1979, tras varios cambios de formación (Palmolive dejaría el grupo poco antes de la grabación), The Slits lanzan su primer álbum, el ahora legendario Cut, producido por Dennis Bovell, figura clave del dub británico. Cut es un disco seminal no solo por su mezcla sonora, sino por su declaración estética y política. Musicalmente, abandona el punk puro y duro para abrazar un híbrido entre punk, dub, reggae, funk y tribalismo. Es angular, sucio y rítmico, pero también profundamente juguetón. Canciones como: La portada del disco fue igual de impactante: las tres miembros del grupo (Ari, Tessa y Viv) posando semidesnudas, cubiertas de barro y con el vello corporal visible, como un statement de animalidad, naturalidad y rechazo a la sexualización habitual en la industria. Cut fue un fracaso comercial, pero sembró las bases para el post-punk y la experimentación femenina en la música alternativa. Su influencia se sentiría con los años en bandas como Bikini Kill, Sonic Youth, Sleater-Kinney, M.I.A., Warpaint y Big Joanie. Desintegración, regreso y legado Después de Cut, la banda lanzó un segundo disco más errático, Return of the Giant Slits (1981), aún más influenciado por el afrobeat, el free jazz y la música experimental africana. El álbum fue menos accesible, pero confirmaba la vocación del grupo por evadir la fórmula y seguir explorando. Poco después, The Slits se disolvieron. Cada miembro siguió caminos distintos: Viv Albertine se convirtió en cineasta, escritora y figura feminista clave; Tessa Pollitt mantuvo un bajo perfil hasta el regreso de la banda en los 2000; y Ari Up, siempre un espíritu nómada, vivió entre Jamaica y Nueva York, colaborando con gente como Lee “Scratch” Perry. En 2005, Ari y Tessa revivieron The Slits con nuevas integrantes, lanzando el álbum Trapped Animal en 2009. Aunque no tuvo el mismo impacto que Cut, sirvió para recontextualizar su obra en una nueva era de feminismo musical más visible. Ari Up murió en 2010 a los 48 años, dejando un vacío irremplazable. Su voz —feroz, chillona, irrepetible— sigue siendo una de las más distintivas en la historia del punk. Influencia y reivindicación El legado de The Slits es hoy más claro que nunca. No solo ayudaron a expandir los límites del punk hacia lo rítmico y multicultural, sino que rompieron la idea de que la música hecha por mujeres debía ser “agradable”, pulida o decorativa. En tiempos donde el feminismo es más visible en la música, The Slits aparecen como madres fundadoras de una actitud que mezcla libertad estética, rebeldía política y experimentación sonora. Su espíritu está presente en cada mujer que toma una guitarra sin pedir permiso, en cada banda que mezcla géneros sin miedo, en cada artista que se niega a ser domesticada. Conclusión: ruido con intención The Slits fueron caos con dirección, desobediencia con ritmo, humor con conciencia. Fueron únicas no solo por su sonido, sino por lo que representaron: una resistencia cultural, una alternativa radical y una pregunta incómoda en forma de bajo dub y guitarra desafinada. Hoy, revisitar su discografía no solo es un ejercicio histórico, sino un acto de reafirmación: el punk no está muerto. Está en todas las formas de disidencia sonora que heredaron su espíritu. Y en ese linaje, The Slits siguen siendo esenciales.

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Igorrr: El arte de romper la lógica del sonido

Hay artistas que desafían géneros. Otros los destruyen. Igorrr hace ambas cosas a la vez. El proyecto del francés Gautier Serre es una anomalía que no encaja en ninguna categoría, pero que, sin embargo, ha construido una identidad propia tan sólida como inclasificable. Una mezcla violenta y hermosa de barroco, breakcore, death metal, música clásica, electrónica glitch, trip hop, ópera, black metal y, a veces, incluso música balcánica o flamenco. En su mundo, las etiquetas no existen. Solo existe el impacto visceral. Desde su irrupción en la escena underground europea a principios de los años 2010, Igorrr se ha convertido en uno de los fenómenos más singulares y respetados dentro del universo de la música extrema y experimental. Su propuesta —tan esquiva como contundente— es la prueba de que el caos también puede ser una forma de arte. . El origen del monstruo: Gautier Serre Gautier Serre, el cerebro detrás de Igorrr, proviene de una formación clásica. Estudió música barroca, clavecín y teoría musical, pero pronto comenzó a interesarse por los extremos: el metal más agresivo, la música electrónica desquiciada, los sonidos rotos del breakcore y la música industrial. De esa colisión de mundos nació su proyecto más personal y ambicioso: Igorrr, nombre que sugiere una criatura mutante, un híbrido imposible. Desde su primer disco largo, Poisson Soluble (2006), pasando por los EPs Moisissure (2008) y el fundamental Nostril (2010), Serre ha mantenido una constante: destruir la linealidad. Sus canciones se sienten como si se cambiaran de canal compulsivamente en un televisor en llamas, pero con una intención precisa. A través de montajes rítmicos imposibles y una orquestación anárquica, Igorrr propone una experiencia emocional compleja: entre la euforia, el horror, la risa y el vértigo. La brutal sinfonía: entre el metal y lo divino El sonido de Igorrr encuentra un punto de inflexión con Hallelujah (2012), un álbum que consolidó su estilo como una fuerza coherente dentro del caos. Aquí ya aparecen los elementos clave que definirán su trayectoria: voces operáticas y guturales, guitarras aplastantes, estructuras impredecibles y una obsesión por los contrastes extremos. A través de esa estética, Serre no busca simplemente impresionar con técnica, sino provocar una respuesta física, espiritual, absurda. Lo más interesante de Igorrr es que, a pesar de la aparente locura sonora, hay una estructura muy pensada detrás. No es música improvisada ni caprichosa. Cada pasaje responde a una lógica interna, casi matemática. El barroquismo no es solo estético, sino compositivo. Y ahí radica una parte esencial de su grandeza. La llegada de la banda: Savage Sinusoid y el salto internacional En 2017, con el lanzamiento de Savage Sinusoid a través del sello Metal Blade Records, Igorrr se convirtió oficialmente en una banda de directo, con formación estable: el vocalista gutural Laurent Lunoir, la soprano Laurie Ann Haus y el baterista Sylvain Bouvier, junto al propio Gautier Serre. Esto marcó un antes y un después. Por primera vez, la locura del estudio se tradujo en una experiencia física y demoledora en vivo. Savage Sinusoid fue un manifiesto de identidad: no hay samples, no hay loops reciclados. Todo es grabado con instrumentos reales, incluso los más extraños, como el acordeón, el clavecín o el bouzouki. El resultado fue un álbum profundamente humano en su ejecución y radicalmente inhumano en su intensidad. Temas como “Cheval”, “ieuD” o “Opus Brain” ofrecían un microcosmos de lo que Igorrr representa: el humor absurdo como válvula de escape ante lo grotesco, la disonancia convertida en belleza, y una dirección artística tan radical que bordea lo performático. Spirituality and Distortion: lo sagrado y lo profano En 2020, Igorrr alcanzó quizás su obra más ambiciosa hasta la fecha: Spirituality and Distortion. Aquí el proyecto encuentra su madurez estética. La producción es más detallada, las composiciones más elaboradas y los paisajes sonoros más amplios. El álbum oscila entre la furia del metal extremo (“Very Noise”, “Parpaing”) y la introspección neoclásica (“Downgrade Desert”, “Overweight Poesy”) con una fluidez que roza lo cinematográfico. El disco incorpora influencias de Oriente Medio, India, Europa del Este y sonidos religiosos que expanden su paleta hasta lo épico. Es, en muchos sentidos, una exploración filosófica: ¿cómo suena la espiritualidad en un mundo descompuesto? ¿Qué lugar ocupa la belleza en medio de la distorsión? Una banda del siglo XXI Igorrr encarna una visión artística que solo puede existir en el siglo XXI. Su música no podría haberse hecho en otra época: vive en la saturación, en el exceso, en el hipertexto. Está hecha de memes culturales, de música académica, de violencia digital. Al mismo tiempo, es profundamente orgánica. Ahí reside su paradoja más fascinante: un Frankenstein moderno cosido con partes del pasado. Además, ha demostrado que existe un público para lo que parecía imposible: miles de fans llenan salas en Europa, Latinoamérica y Estados Unidos para ver un show que mezcla grindcore con danza barroca. En el escenario, Igorrr no solo ejecuta su música: la vive, la actúa, la vomita con pasión. Conclusión: el arte de no encajar En una industria obsesionada con las etiquetas y los algoritmos, Igorrr se posiciona como una resistencia sonora. Su música es difícil, incómoda, inclasificable… y, sin embargo, profundamente necesaria. Porque nos recuerda que el arte no siempre debe ser digerible, que la música también puede ser confrontativa, extraña, incluso grotesca, sin dejar de ser sublime. Gautier Serre ha creado algo más que una banda: ha levantado un templo sonoro a la contradicción. Y mientras otros buscan sonar como todos, él insiste en sonar como nadie.

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Entrevista con Que Descansen Los Muertos

La nueva canción de Que Descansen Los Muertos habla de la sensación de estar perdido. Como cuando estás atrapado en una pesadilla o en un sueño con fiebre del que no puedes despertar. Les interesaba explorar esa confusión interna, donde no sabes si lo que te pasa es real o viene de adentro. Hay imágenes de puertas que ya no se pueden abrir, de laberintos que no son físicos, sino mentales. Querían hablar de esos lugares donde uno se enreda consigo mismo y no encuentra salida. Platicamos con QDLM sobre este lanzamiento. Sí. Aunque nuestra música dialoga con distintos géneros, Que Descansen Los Muertos nace desde el Stoner Doom. El 20 de abril es una fecha clave para el género: Sleep lanzó Dopesmoker y, años después, The Sciences en este día. Nos parecía importante sumar nuestro primer sencillo a esa genealogía, como una forma de honrar esa tradición y, al mismo tiempo, abrir nuestro propio camino dentro de ella. Hay dos frases que resumen el corazón del tema: “sueños profundos, como un laberinto” y “¿quién va a despertar?”. Juntas forman una sola idea: la de perdernos en nosotros mismos, atrapados en un espacio onírico que no siempre tiene salida. Ese laberinto interior es tanto un lugar como una pregunta sin respuesta. Información de ContactoMail: [email protected]: @quedescansenlosmuertos

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Fugazi abre su archivo: grabaciones históricas de conciertos llegan a Bandcamp y streaming

La banda estadounidense Fugazi, una de las agrupaciones más influyentes en la historia del post-hardcore y la ética independiente del punk, ha dado un paso inesperado y profundamente significativo: ha comenzado a liberar de manera oficial sus grabaciones en vivo de archivo a través de Bandcamp y plataformas de streaming como Spotify y Apple Music. El anuncio ha generado entusiasmo no solo entre sus fans de culto, sino también entre una generación más joven que conoce su legado, pero nunca tuvo acceso a la dimensión cruda y visceral de su presencia en vivo. A principios de la década del 2000, tras un receso indefinido de Fugazi, comenzaron a archivar una enorme colección de grabaciones en vivo de toda su historia, desde sus primeros conciertos en 1987 hasta sus últimos conciertos en 2002. Con el tiempo, cientos de conciertos se archivaron en la página web de Dischord por un precio de descarga recomendado de 5 $. Ahora, la banda planea publicar conciertos completos de su archivo en vivo en Bandcamp, así como en otras plataformas de streaming. El 2 de mayo, comenzarán añadiendo dos conciertos: su primer concierto, el 3 de septiembre de 1987 en Washington, D.C., y su último concierto, el 4 de noviembre de 2002 en Londres. Posteriormente, se irán añadiendo más conciertos del archivo a Bandcamp y otras plataformas de streaming cada mes. Una banda, una ética Fugazi, originaria de Washington D.C. y formada en 1987 por Ian MacKaye (Minor Threat) y Guy Picciotto (Rites of Spring), junto a Joe Lally y Brendan Canty, ha sido un emblema de independencia musical y ética DIY. Sin firmar con grandes disqueras, rechazando precios inflados en boletos y merchandising, y manteniéndose fieles a principios de accesibilidad y autogestión, su impacto va más allá de lo musical: es político, cultural y profundamente humano. Durante su trayectoria activa (1987–2003), ofrecieron más de 1000 conciertos en todo el mundo. Muchos de esos shows fueron grabados por la propia banda o por sus técnicos de sonido, y desde hace años existía un archivo digital en su sitio web oficial donde los fans podían comprar grabaciones por un precio accesible. Sin embargo, esta es la primera vez que estas joyas documentales se abren a plataformas más masivas. De archivo privado a dominio colectivo La decisión de publicar estas grabaciones en Bandcamp tiene una lógica coherente con la visión de la banda: Bandcamp respeta al artista, ofrece control sobre precios, calidad de audio y derechos, y prioriza la experiencia del oyente que quiere apoyar directamente a los creadores. Además, muchas de estas grabaciones han sido remasterizadas para mejorar la calidad, sin perder su esencia áspera y viva. El plan es liberar los conciertos de forma progresiva, con un enfoque casi curatorial: cada show cuenta una historia, muestra una energía distinta, y revela una faceta del grupo en relación con el público, el momento político o el lugar donde se realizó. Para quienes nunca vieron a Fugazi en vivo, este archivo representa una cápsula del tiempo sonora. Para quienes los siguieron de cerca, es la oportunidad de revivir conciertos únicos o descubrir otros perdidos en la memoria. El impacto de lo analógico en la era digital El anuncio también ha encendido una conversación sobre el valor de los archivos musicales independientes, y sobre cómo las bandas pueden (y deben) autogestionar sus legados, sin depender de estrategias comerciales vacías. En tiempos de sobreproducción musical y efimeridad digital, Fugazi ofrece un ejemplo de cómo sostener una narrativa artística a largo plazo, con respeto por la historia, por los fans y por la integridad de la obra. La llegada de estas grabaciones a servicios como Spotify o Apple Music —pese a las críticas que históricamente la banda ha tenido hacia la industria mainstream— es también una jugada astuta: poner su historia al alcance de nuevas generaciones, con el mismo mensaje de siempre, pero en nuevas plataformas. Un archivo vivo Más que una retrospectiva, esta apertura de archivos sugiere algo mucho más vivo: Fugazi, aunque inactivos como banda desde hace dos décadas, nunca ha sido solo un proyecto musical. Es una declaración de principios, una forma de entender la música como comunidad, como acción, como posibilidad. Y este archivo es parte de esa herencia.

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Niklas Paschburg — Oaxaca de Juárez: El susurro de la tierra y el eco del alma

Hay discos que se escuchan; hay otros que se respiran, se deslizan en la piel y se funden con los latidos. Oaxaca de Juárez, el nuevo trabajo del productor y compositor alemán Niklas Paschburg, pertenece a esta última categoría: una obra de atmósferas que parece tallada a mano por la luz del atardecer y el viento que cruza las montañas. Paschburg, conocido por su habilidad para fundir piano, electrónica minimalista y ambient orquestal, se sumerge esta vez en el corazón palpitante de México, inspirándose en las texturas, colores y ritmos de Oaxaca, una ciudad donde el tiempo se enreda en las raíces de los árboles y la historia respira en las calles. Un viaje sensorial Oaxaca de Juárez no es un disco documental, ni una postal sonora. Es algo más íntimo: una interpretación emocional de un lugar que lo transformó. Desde la primera nota, Paschburg invita al oyente a caminar descalzo por los campos de mezcal, a perderse entre mercados de colores vivos y cielos infinitos. El piano —su eterna brújula— es aquí más orgánico, casi terroso. Las melodías surgen como pequeños manantiales en la selva, acompañadas de beats electrónicos cálidos, susurros ambientales y una producción que respira amplitud, como si el estudio hubiese tenido ventanas abiertas al paisaje oaxaqueño. Naturaleza y memoria Cada tema parece atrapado entre dos mundos: el de la naturaleza vibrante y el de la memoria emocional.No hay prisas en Oaxaca de Juárez; la música fluye como el vuelo lento de un papalote, como una caminata por un pueblo donde cada esquina tiene una historia ancestral que contar. La influencia de la tradición mexicana no se manifiesta en clichés o fórmulas evidentes. Más bien, se siente en la manera en que el ritmo late como un tambor lejano, en cómo las armonías evocan la calidez del adobe, la sombra de las bugambilias, la melancolía dulce de los pueblos en la sierra. Un horizonte abierto Niklas Paschburg logra en Oaxaca de Juárez algo precioso: construir un paisaje sonoro que es a la vez físico y onírico.Uno escucha este disco y puede sentir el aroma del copal, el sol que se derrite en los cerros, las noches estrelladas sobre ruinas antiguas.Es un trabajo que habla de travesías interiores, de cómo el arte puede traducir lo intangible: la sensación de pertenecer a un sitio aún siendo extranjero, de encontrar un refugio entre voces desconocidas. Es una carta de amor no literal, una exploración de la conexión entre el ser humano y la tierra.Con este disco, Niklas Paschburg no solo captura el espíritu de Oaxaca: lo transforma en melodía, en respiro, en un espacio donde cada nota parece abrazar al silencio.

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Mad Mutant: Vanguardia del Jazz Mexicano

En el vibrante panorama del jazz contemporáneo en México, Mad Mutant emerge como una fuerza innovadora que desafía las convenciones del género. Con una propuesta que fusiona el free jazz, la improvisación y elementos de la música experimental, este ensamble ha capturado la atención de melómanos y críticos por igual.​ Orígenes y Filosofía Musical Formado en México, Mad Mutant se ha consolidado como un colectivo que busca expandir los límites del jazz tradicional. Su enfoque se centra en la exploración sonora y la improvisación, creando paisajes auditivos que invitan a la introspección y al descubrimiento. La banda se caracteriza por su capacidad para amalgamar distintos estilos y texturas, ofreciendo una experiencia musical única en cada presentación.​ Discografía Destacada 1. Cabeza Gris (2021)Este álbum debut es una declaración de principios. Con siete composiciones originales, Cabeza Gris ofrece una travesía sonora que transita entre la melancolía y la euforia, destacando la destreza técnica y la cohesión del grupo. El sencillo “El Camino” se presenta como una pieza emblemática, donde la interacción entre los instrumentos crea una narrativa envolvente. ​JazzMusicArchives.com+2Apple Music – Web Player+2Apple Music – Web Player+2Mad Mutant 2. Live Session – EP (2022)Grabado en vivo, este EP captura la esencia improvisatoria de Mad Mutant. Las cuatro pistas incluidas muestran la versatilidad del grupo y su habilidad para adaptarse y reinventarse en tiempo real, ofreciendo una experiencia auditiva dinámica y auténtica. ​Apple Music – Web Player Estilo y Sonoridad Mad Mutant se distingue por su enfoque audaz y experimental. La banda incorpora elementos del free jazz, la música contemporánea y la improvisación libre, creando composiciones que desafían las estructuras convencionales. Su música es una amalgama de ritmos complejos, armonías disonantes y texturas sonoras que invitan al oyente a una exploración profunda.​ Presencia en la Escena Musical A pesar de su enfoque vanguardista, Mad Mutant ha logrado establecer una presencia significativa en la escena musical mexicana. Con presentaciones en espacios dedicados a la música experimental y colaboraciones con otros artistas del género, la banda continúa expandiendo su alcance y consolidando su reputación como innovadores del jazz contemporáneo.​ Dónde Escuchar La música de Mad Mutant está disponible en diversas plataformas digitales, incluyendo Spotify, Apple Music y Bandcamp, donde los oyentes pueden explorar su discografía y sumergirse en su universo sonoro.​Mad Mutant+2Spotify+2Apple Music – Web Player+2 Con una propuesta que desafía las normas y una ejecución impecable, Mad Mutant se posiciona como una de las bandas más intrigantes y prometedoras del jazz experimental en México. Su compromiso con la innovación y la exploración sonora los convierte en una referencia obligada para quienes buscan experiencias musicales fuera de lo convencional.​

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ISIS: Arquitectos del Metal Atmosférico y la Intensidad Emocional

Cuando se habla de la evolución del sludge y post-metal, el nombre ISIS (la banda de Los Ángeles, no confundir con la organización homónima) emerge como un punto de referencia esencial. Activa entre 1997 y 2010, ISIS no solo amplió las fronteras del metal pesado, sino que también lo elevó a un terreno introspectivo, emocional y conceptual, dejando una huella imborrable en la música pesada contemporánea. Los orígenes del peso y la contemplación Formada por Aaron Turner (voz y guitarra), junto con Jeff Caxide (bajo), Bryant Clifford Meyer (guitarra/teclados), Michael Gallagher (guitarra) y Aaron Harris (batería), la banda surgió en Boston antes de trasladarse a Los Ángeles. Desde el principio, ISIS abrazó la densidad sonora del sludge metal, pero la combinó con atmósferas expansivas y estructuras narrativas que recordaban más a una sinfonía post-rock que a una canción de metal tradicional. Su música evolucionó rápidamente desde los orígenes crudos de su EP The Mosquito Control (1998) hacia terrenos más elaborados y emocionales en obras como “Oceanic” (2002) y “Panopticon” (2004), dos discos considerados pilares del post-metal moderno. Oceanic (2002): la gran revelación “Oceanic” marcó un antes y un después. Con este disco, ISIS construyó un lenguaje musical que fluía entre la pesadez abrumadora de riffs distorsionados y momentos de pura introspección instrumental. Temáticamente, exploraron relaciones humanas, el aislamiento y el trauma emocional a través de una narrativa semiabstracta que casaba perfectamente con su sonido envolvente. Este álbum también abrió la puerta a una comunidad más amplia: bandas como Pelican, Cult of Luna, Neurosis (influencia clave) y Russian Circles se vieron legitimadas por la propuesta de ISIS. Panopticon (2004): vigilancia y alienación Inspirado por el concepto del panóptico de Michel Foucault, Panopticon es quizás el disco más cerebral del grupo. Aquí, ISIS indaga en la vigilancia, el control social y el aislamiento tecnológico. Musicalmente, es más refinado y menos abrasivo que Oceanic, pero igual de poderoso, con capas de guitarras que se superponen como placas tectónicas emocionales. Este álbum solidificó su estatus como banda de culto y les permitió expandir su base de fans más allá del underground. Wavering Radiant y la disolución Su último disco, Wavering Radiant (2009), mostró a una banda completamente madura, coqueteando con estructuras más progresivas y una producción más pulida. Sin embargo, apenas un año después, ISIS anunció su separación en 2010, alegando que ya habían dicho todo lo que tenían que decir como banda. A pesar de su corta trayectoria, su influencia ha sido masiva. Su música ha sido reconocida por fusionar la brutalidad con lo etéreo, y por haber ayudado a definir un subgénero que sigue creciendo y evolucionando. Legado ISIS es uno de esos grupos que no solo hacían música pesada, sino también música pensante. Su enfoque conceptual, su dedicación al arte (Turner fundó el sello Hydra Head Records) y su negativa a seguir fórmulas convencionales los convirtió en una especie de Radiohead del metal experimental. Hoy en día, muchos músicos reconocen a ISIS como una banda de transición clave: el eslabón entre el sludge crudo de los noventa y la exploración atmosférica que caracteriza a muchas bandas de metal del nuevo milenio.

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